El 'milagro' finlandés
Un sistema integrador, un gasto medio y la preparación docente, claves del éxito nórdico
Los alumnos finlandeses de 15 años revalidan sus logros y se colocan a la cabeza de sus compañeros de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en matemáticas, ciencias y lectura. Hace tres años, en el anterior Informe PISA 2000 (Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, en sus siglas inglesas) ocuparon ya la primera posición en comprensión lectora.
La ministra de Educación finlandesa, Tuula Haatainen, explicó, con una exuberante sonrisa, las claves del milagro educacional finlandés; son cuatro: igualdad, profesorado, participación y servicios básicos. Y dinero, claro: el gasto público finlandés en educación está ligeramente por encima de la media de los países de la OCDE (que es de un 4,8%). En Finlandia, en 2001, fue de un 5,7% del PIB (mientras que el de España, incluyendo la privada, rondaba el 4,9%).
La educación es gratuita e igualitaria, independientemente de la situación geográfica del alumno, o de su posición socio-económica. El profesorado tiene un sólida formación académica con especial atención a la actualización de sus necesidades profesionales. El centro social despliega una activa participación del medio social en el que se encuentra. El almuerzo y el transporte están asegurados para todos los alumnos hasta que terminen la educación obligatoria. Haatainen subrayó a la cadena británica BBC que la idea es proporcionar a los alumnos el mayor número de servicios gratuitos.
Esta educación se divide en un ciclo básico de seis años, y un ciclo superior de tres años, hasta cumplir, generalmente, los 16 años, aunque muchos (más de una tercera parte) continúan estudiando. "En las primeras etapas no segregamos a los alumnos con buenas notas de los que no se manejan demasiado bien en la escuela", indicó la responsable de Educación. Además, la escuela está "unificada", lo que significa que los alumnos permanecen en el mismo colegio entre los 7 y los 16 años; no hay institutos.
En realidad, el modelo de educación finlandés data de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Los sucesivos gobiernos se fijaron como prioridad una educación que fuera, además de universal, eficiente. El progreso de los adolescentes finlandeses en matemáticas y ciencias es notable. Así es como han llegado a codearse con los japoneses, que venían siendo los mejores en la ciencia de los números.
Aunque los alumnos finlandeses no se sienten especialmente motivados por las matemáticas, en el momento de resolver problemas y ecuaciones lo hacen, y lo hacen muy bien. En los exámenes de evaluación lograron un promedio de 544 puntos, contrastados con sólo 490 de los alumnos españoles y 503 de los alemanes. También obtienen una puntuación elevada en comprensión lectora y en escritura, algo que los expertos achacan a la responsabilidad de las familias y a la fuerte tradición lectora en los hogares finlandeses.
Además, la ministra Haatainen se congratuló por la eficacia del personal docente, pero reconoce que el país necesita más personal especializado para atraer a los alumnos más rezagados y que obtienen peores resultados, a niveles más aceptables. En los exámenes de matemáticas, sólo el 6,8% de los alumnos finlandeses caen en esta categoría. Los rezagados llegan al 23% en España.
El gran desafío para las autoridades finlandesas es mantener estos puestos de privilegio en el tercer Informe PISA, que se efectuará en 2006 y que tiene como análisis las materias de ciencias naturales.
La mayor preocupación del modelo finlandés es si los ayuntamientos podrán gestionar la educación básica y gratuita en forma eficiente como lo ha hecho el Estado. Los ayuntamientos tienen la responsabilidad desde hace tres años, un periodo aún muy corto para ver los resultados en el informe.
El otro fenómeno, que por ahora no afecta seriamente los promedios de los finlandeses, es el de la inmigración. De los casi 6.000 alumnos examinados en los colegios finlandeses, sólo el 1,5% fueron inmigrantes. Esto se debe a que el país nórdico tiene, por ahora, los niveles de inmigración más bajos de toda la OCDE.
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