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La ola de calor de 2003 coincidió con un incremento de 13.000 muertes

Las variaciones usuales de un año a otro no pueden explicar todo el fenómeno

Javier Sampedro

Durante los meses de junio, julio y agosto de 2003, coincidiendo con la célebre ola de calor, se produjeron en España 12.963 muertes más que en el mismo periodo del año anterior, según los datos presentados ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este tipo de comparaciones no sirve para establecer relaciones causales, pero tampoco puede despacharse adjudicando el incremento a la variación habitual entre un año y otro: la mortalidad nunca había subido tanto desde 1995, y lo normal es que el máximo se dé en invierno, no en verano.

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El anterior Gobierno nunca atribuyó más de 141 fallecimientos a la ola de calor. Un informe del Ministerio de Sanidad emitido en septiembre reconoció provisionalmente un incremento de 6.112 muertes en los meses de julio y agosto (respecto al mismo periodo de 2002), pero concluyó que "la tasa de mortalidad, en términos globales, no ha sufrido oscilaciones al alza" y que "la tendencia global es de estabilidad o ligera disminución del riesgo de muerte en cada grupo de edad, sin que se haya constatado un aumento de mortalidad prematura y sanitariamente evitable".

El cómputo final de fallecimientos, publicado ayer por el INE, es difícil de compatibilizar con aquella interpretación. Si se comparan las curvas de muertes mes a mes (véase gráfico), puede comprobarse que los cuatro primeros meses de 2003 se caracterizaron por una mortalidad baja respecto a 2002, y que esa diferencia se ha acabado compensando en los cuatro últimos meses. Ésta puede muy bien ser la variabilidad normal de un año a otro.

Pero lo que más llama la atención del gráfico no es eso, sino la existencia de un segundo máximo en el verano. Esto no es la variabilidad habitual. Los máximos anuales de mortalidad suelen producirse en invierno, y éste máximo secundario ocurre en pleno verano.

Salto en 2003

"Hay que investigar ese incremento", dice el vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, Asensio López, que ha participado en la elaboración del plan de prevención del Ministerio de Sanidad para este verano. "Es cierto que la mortalidad anual ha venido aumentando desde 1995, pero sólo a ritmos de un 1% o un 2%. En 2003 subió un 5%, y ese salto requiere una explicación".

La perplejidad aumenta cuando se considera el máximo veraniego. "Llama mucho la atención", reconoce López, "y también la alta mortalidad de los últimos meses del año. Surgen dos preguntas: ¿Son esas muertes anormalmente altas entre las personas de más edad, que son las más afectadas por el calor? Y segunda: ¿Es posible que la ola de calor empeorara ciertas enfermedades crónicas y causara muchas muertes tres meses más tarde?"

López cree que se requiere una investigación amplia, que relacione el calor no ya con las muertes, sino con los historiales clínicos de los pacientes. Entretanto aconseja: "El calor ha de considerarse un problema de salud, y ahora hay que tomar todas las medidas preventivas".

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