El caso francés de TF1
El Gobierno de Chirac privatizó la cadena pública en 1987 y la izquierda la mantuvo
Un Gobierno dirigido por Jacques Chirac privatizó la primera cadena de la televisión francesa en 1987, por medio de operaciones complejas cuya ejecución costó más de un año. Finalizada la tarea, Chirac perdió las elecciones siguientes, pero los socialistas no se volvieron atrás. La principal adjudicataria fue Bouygues, una empresa constructora que conserva el grupo televisivo (se le han sumado la plataforma digital TPS, el canal de información continua LCI y otros) como una filial de su actividad principal.
Lo que se privatizó no fue una empresa televisiva repleta de deudas, sino una cadena que había tenido un resultado positivo de explotación de 142 millones de francos en 1986, el último año bajo gestión estatal. La empresa privatizada es muy rentable (191 millones de euros de beneficio neto en 2003, más de 1.200 millones de francos de antes) y sigue siendo líder de audiencia (32% de cuota de pantalla), con una línea comercial que no renuncia a la información.
Cuando Chirac llegó al Gobierno, en 1986, las cadenas privadas acababan de empezar en Francia y el grueso del sector audiovisual permanecía en manos del Estado. La reforma, impuesta al presidente François Mitterrand, consistió en transferir las competencias estatales a una llamada Comisión Nacional de las Comunicaciones y las Libertades (CNCL), nombrada por altas instituciones.
Después, el Gobierno publicó un "cuaderno de condiciones" -en cuanto a cuota de producción en francés y otras cargas- para la privatización del primer canal público. El Ejecutivo fijó el precio y reservó el 50% de las acciones para un núcleo duro de accionistas, el 40% para la venta al público en general y el 10% fue destinado al personal. Tras una batalla entre varios aspirantes, el Gobierno prefirió a Bouygues, cabeza de un consorcio que pagó 3.000 millones de francos por el 50%. La venta de los demás tramos se completó a lo largo de 1987.
Los nuevos dueños apostaron por el mismo esquema que bajo la gestión estatal, consistente en organizar la parrilla de programas en torno a dos grandes parte aguas informativos, los diarios televisados de la una y de las ocho de la tarde. El sistema, inalterable hasta la fecha, ha hecho del eterno presentador-estrella Patrick Poivre d'Arvor, la cara más familiar de la televisión francesa. El grueso de la programación es puramente comercial, sin caer en los excesos que se han producido durante los últimos años de TVE.
Desde la privatización, la cadena coexiste con dos grandes canales públicos, France 2 y France 3, que financian con publicidad el 40% y el 30% de sus presupuestos, respectivamente; el resto se paga con la recaudación de una tasa de 116,5 euros, que está obligado a pagar todo ciudadano en posesión de un televisor, salvo que sus ingresos no lleguen al mínimo para presentar el impuesto sobre la renta. Periódicamente reaparece el debate entre los que quieren reducir más el perímetro del servicio público y el de los que equiparan tal posibilidad a un atentado contra la identidad nacional. Cuando la derecha ganó las elecciones de 2002, surgieron propuestas de privatizar France 2 que no se han llegado a ejecutar.
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