_
_
_
_
Reportaje:EL AÑO EUROPEO DE LOS ALUMNOS CON DISCAPACIDAD

Una formación útil para la vida

Ocurre, a veces, que un alumno discapacitado, matriculado en un centro ordinario, no consigue integrarse, su desfase con el resto de los niños es excesivamente elevado y no llega a adquirir autonomía personal suficiente. Entonces, después de una evaluación psicopedagógica, se opta por matricularle en un centro especial. "Para muchos padres es muy duro que su hijo vaya a un centro específico después de haber estado en un centro ordinario. Piensan que es como si dieran marcha atrás. Pero los que tienen que estar en integración están en integración y los que están aquí es porque tienen que estar aquí", señala el director del colegio de educación especial Fundación Goyeneche, Sixto de Agustín. En este centro estudian 123 alumnos atendidos por casi 70 profesionales entre profesores, logopedas, fisioterapeutas, orientadores, auxiliares técnicos educativos...

Más información
La tarea de hacerle sentir uno más

En los centros de educación especial están matriculados aquellos niños cuya adaptación curricular tendría que ser tan significativa que no permite seguir el currículo ordinario. Son discapacitados severos, profundos o medios con otras deficiencias añadidas. De todos los alumnos con necesidades educativas especiales, un 68% presentan deficiencias psíquicas, seguidos por los plurideficientes (9%), autistas (7%), deficientes motóricos (7%), deficientes auditivos (6%) y deficientes visuales (3%), según los datos oficiales.

Los alumnos con autismo o con trastornos graves de personalidad y los plurideficientes son los que menos integrados están en centros ordinarios, 4 y 5 alumnos respectivamene de cada 10.

Las aulas de la Fundación Goyeneche están formadas por alumnos según sus capacidades y no tanto por la edad que tienen. No hay nunca más de ocho estudiantes. El aprendizaje que se imparte abarca un abanico muy amplio, según las capacidades de cada niño. Va desde el aprendizaje más básico, a base de estimulación sensorial, hasta el más complejo: estudiar el Madrid de los Austrias, con las adaptaciones necesarias. "Es clave la programación del aula: saber dónde se encuentra el niño en todos sus niveles", cuenta De Agustín.

Ésta es una educación enfocada a lo que les puede resultar útil en su vida diaria. Por eso en el centro hay un aula en el que se simula un pequeño apartamento. En él los alumnos que pueden aprenden a hacer una cama, a tender la ropa, a poner la lavadora o a ordenar los armarios.

"Hay que tener en cuenta que con estos niños se puece avanzar mucho, poco, lentamente, no avanzar o, incluso, retroceder. Depende del niño, de cómo se trabaje con ellos y del papel que juegue la familia", señala De Agustín. Porque la implicación de los padres es, si cabe, más fundamental en estos casos. "Si en el colegio una profesional trabaja para que un niño aprenda a tragar durante hora y media todos los días y resulta que llega a casa y sus padres se desesperan y lo que hacen es meterle el biberón para que coma más rápido, el trabajo del colegio se echa por los suelos", añade este director.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_