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Entrevista:ORHAN PAMUK | Escritor

"Vemos el mundo como nos enseñan a verlo los pintores"

José Andrés Rojo

Hay muchas voces en Me llamo Rojo (Alfaguara), la nueva novela del escritor turco Orhan Pamuk (Estambul, 1952). El primero en tomar la palabra es un muerto y, además de los personajes sobre los que giran las distintas historias, hablan un perro, una aceituna, un árbol, una cigüeña y el propio color rojo, entre otros. Dice Rojo que para él "el refinamiento no se manifiesta a través de la debilidad o la falta de fuerza, sino a través de la decisión y la voluntad". Habla también de su felicidad y de la que transmite a quienes lo utilizan. Está el rojo de la sangre y el de la pasión, el de la guerra y el de los labios. Pero Pamuk explica que no hay ninguna simbología detrás del título. "Sólo quise transmitir el sabor que tiene la novela, su atmósfera".

"No me interesan los que escriben desde lo alto de un minarete y lo saben todo"

El refinamiento del imperio turco, ahí en el siglo XVI, justo cuando se inicia su decadencia, sirve de telón de fondo de numerosas historias que, igual que las voces, se entrecruzan en el libro. ¿Por qué tantas perspectivas y esa construcción hecha de fragmentos? Pamuk, en conversación telefónica desde Estambul, contesta: "La perspectiva es uno de los temas del libro, pues se habla de los descubrimientos que en esta materia hicieron los pintores venecianos de aquel tiempo. Así que la construcción es deliberada. Quería contar las cosas desde puntos de vista muy distintos, incluso desde puntos de vista un tanto extravagantes. La novela trata de problemas muy serios -la identidad, el sentido del arte, nuestra manera de ver el mundo, los conflictos de conciencia-, así que quería que estuviera narrada de una manera entretenida, ligera, divertida. No me interesan aquellos que escriben desde el punto más alto de un minarete y lo saben todo. Prefiero que sean los personajes los que vayan descubriendo lo que pasa, aunque sus versiones terminen por ser incluso contradictorias".

El islam prohíbe la representación de la figura humana, pero el sultán que ha visto los retratos que pintan los artistas venecianos encarga a los maestros de su corte que lo inmortalicen en un libro secreto. Ésa es una de las historias del libro. Luego hay asesinatos, muerte y dolor, y también una historia de amor, difícil, llena de escollos. "Es un libro sobre la pintura islámica", dice Pamuk, "y también un diálogo con los grandes clásicos del islam". Luego añade: "Hablar a través de distintas voces me ha permitido saltarme la ortodoxia de la novela histórica, tan obsesionada por la precisión del dato, de los detalles. Es un texto en cierto sentido experimental, posmoderno, una especie de juguete".

Pregunta. ¿Qué ocurre en el imperio otomano mientras en Venecia se rompe con el pasado y el hombre empieza a ser el centro del universo?

Respuesta. Las cosas iban entonces muy despacio. Seguramente, cuando llegaron las noticias de que se había producido un cambio tan importante, ya era demasiado tarde para asimilarlo. Es una época en que el imperio otomano empieza poco a poco a perder su poder en los campos de batalla, en las guerras. Pero también pierde en el terreno del arte. Cuando los artistas venecianos viajan hacia el norte de Europa, allí encuentran un terreno abonado para que sus nuevas propuestas sean adoptadas e imitadas. Los que llegan a Estambul sólo encuentran desprecio. Utilizaban unos caminos que chocaban demasiado abiertamente con nuestras tradiciones. Al no participar en la transformación que se produce con el Renacimiento es como si el mundo oriental se hubiera quedado detenido durante trescientos años.

P. ¿Por qué esa cerrazón frente a los cambios?

R. Bueno, de un lado está la prohibición del islam de pintar la figura humana. Sin embargo, en el mundo de los miniaturistas, que hacían ilustraciones para una serie de sofisticados libros que formaban parte del ámbito privado de los sultanes, las transgresiones podían ser más frecuentes. Aun así, los cambios siempre son más fáciles de adoptar en el mundo de la técnica. No ocurre lo mismo en el arte, donde el peso ideológico es mayor, y está en juego la identidad de la propia cultura, de la civilización a la que se pertenece, del individuo.

P. En su novela, los maestros temen perder el misterio de su arte si se acercan a las maneras venecianas. Hoy hay muchos que piensan que ese misterio se ha perdido por el reinado del mercado y el dinero.

R. Ése es un viejo conflicto que se arrastra desde la edad moderna. Quienes denuncian que las cosas van peor porque llegan a un público más amplio, porque se comercializan, normalmente están buscando producir un gran efecto utilizando fórmulas grandilocuentes. No conocemos el valor de lo que se hace ahora. Lo sabrán las generaciones venideras. Sólo hoy somos conscientes de la importancia de Kafka, y en su época fue ignorado. Quizá en el futuro el escritor que más interese sea Stephen King... Quién sabe.

P. La ceguera es uno de los temas que rodean la novela.

R. Bueno, hay un dato real: todos los pintores de miniaturas terminaban ciegos. Luego está ese otro tipo de ceguera, que resulta de ignorar una tradición que no se conoce. El arte de la pintura es la topografía de nuestras mentes. Vemos el mundo como nos enseñan a verlo los pintores. Cuando asisto a alguna celebración ritual en Estambul, soy muy consciente de este fenómeno: reconozco allí lo que ya había visto en las obras de los pintores. Son ellos los que te permiten reconocer las cosas del mundo.

P. ¿Y el islam de nuestros días? ¿Y Turquía?

R. Es Bush y su política quienes imponen la manera de ver el islam como algo maligno, propio de terroristas. Lo que persigue es el petróleo y encontrar una posición dominante en Oriente Próximo, porque como un conjunto de creencias, o una civilización, el islam no es muy diferente que el cristianismo. Hay algo muy anómalo, cierto, en su tratamiento de la mujer. En ese aspecto, no se ha adaptado al mundo contemporáneo. En cuanto a Turquía, ahora obedece a Estados Unidos y manda 10.000 soldados a Irak. Es una posición indigna, que sólo se hace para obtener dinero. Igual causa más problemas de los que quiere solucionar y se ven obligados a dar marcha atrás.

El escritor turco Orhan Pamuk.
El escritor turco Orhan Pamuk.SANTI BURGOS
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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