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Preguntas sobre el viaje del Papa a España

Juan José Tamayo

Mucho me temo que el baño de masas en el que se vio envuelto el Papa en su reciente visita a España haya ofrecido una imagen idílica de la Iglesia católica, que dista bastante, a mi juicio, de la Iglesia "realmente existente", tal como la percibe un importante sector de la opinión pública y no pocos cristianos. La primera impresión es que la jerarquía eclesiástica ha podido utilizar el viaje papal para lavar su imagen negativa, así como la de algunas instituciones católicas, por algunas de sus actuaciones poco ejemplares, como Gescartera, las inversiones de algunas diócesis en paraísos fiscales, los reiterados despidos de profesores de religión de colegios públicos, que vienen a transgredir la legislación laboral, las declaraciones todas de Derechos Humanos e incluso la propia Constitución Española, y la falta de fuerza crítico-profética en la sociedad.

El viaje del Papa no ha servido, por tanto, para una revisión crítica de la Iglesia, sino para legitimar a los obispos españoles, a quienes puede aplicarse lo que afirmara Georges Bernanos, sobre todo contemplando la fotografía del Papa agarrado a la cruz: "Los cristianos son capaces de instalarse cómodamente incluso bajo la cruz de Cristo". La visita ha ratificado opciones que creíamos superadas. Y lo ha hecho con gran éxito, superando todas las expectativas y previsiones. Los organizadores del viaje optaron desde el principio por un cristianismo de masas, más parecido al de la cristiandad de los años cincuenta que al del Concilio Vaticano II. Pero, ¿no es el grano de mostaza la imagen del reino de Dios?

El programa del viaje respondía a un cristianismo más cercano al nacionalcatolicismo que al Estado no confesional de la Constitución Española. Pareciera que la religión católica volvía a ser la religión oficial del Estado. De nuevo la alianza entre el trono y el altar. Así lo demostró la omnipresencia de las máximas autoridades del Estado durante toda la visita: jefe del Estado, jefe de Gobierno y ministros, presidentes del Congreso y Senado, autoridades municipales y autonómicas de la Comunidad de Madrid. Una presencia no sólo en el recibimiento y la despedida, que puede entenderse por razones de protocolo, sino por doquier: recepciones privadas al Rey y al presidente del Gobierno con sus respectivas familias y sus correspondientes sesiones de fotos que han podido verse en la prensa del corazón. Las autoridades no se mezclaron con el resto de los fieles en la misa multitudinaria de la plaza de Colón, sino que ocuparon lugares destacados y bien visibles. ¿Dónde queda la separación Iglesia-Estado? ¿Reciben el mismo trato el Dalai Lama y otros líderes religiosos cuando visitan España? Tampoco lo buscan.

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Yo creo que éste ha sido uno de los viajes papales de mayor significación política, tanto en los gestos como en el contenido de los discursos, donde no ha aparecido una sola crítica al Gobierno por actuaciones que ética y evangélicamente son condenables. También en esto la cúpula de la Conferencia Episcopal ha logrado su propósito. Pero, ¿es compatible este neo-nacionalcatolicismo con la autonomía de las realidades temporales defendida por el Concilio Vaticano II?

La fuerte carga política de la visita ya se dejó sentir con la exclusión del entorno del Papa de determinados líderes políticos, algunos cristianos confesos y convictos que habían solicitado entrevistarse con él. ¿Por qué unos líderes políticos sí y otros no? ¿Es casual que fueran excluidos los líderes nacionalistas? ¿Respondió a la falta de tiempo, como explicó el arzobispo de Toledo? ¿O estaba en una sintonía calculada con la condena que haría el Papa de los nacionalismos exacerbados, coincidiendo con el ideario político del Partido Popular y con el último documento de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo?

Los discursos del Papa y la respuesta de un amplio sector de los asistentes a los actos masivos se decantaron por un cristianismo devocional centrado en la figura de María, sin apenas referencias al seguimiento de Jesús de Nazaret. ¿Alguien puede seguir creyendo que el rezo del santo rosario es un signo de vitalidad de la fe cristiana?

Se optó por un cristianismo crédulo, más que crítico, con un alto grado de culto a la personalidad, que en algunos momentos desembocó en "papolatría". Parecía que retrocedíamos al siglo XIX, momento en que el culto a la personalidad del Papa llegó a su zenit con Pío IX (1846-1878), el último papa rey. ¿Tiene algo que ver ese culto a la personalidad del Papa con el mensaje de Jesús que ordena expresamente no llamar padre a nadie, salvo al "Padre del cielo"?

En la organización de la visita se apostó por el cristianismo de los nuevos movimientos eclesiales, de hondo contenido espiritualista y casi nulo compromiso social y político de signo liberador, y se arrinconó el cristianismo vivido en el seno de las comunidades de base. La organización del viaje estuvo en manos de esos movimientos, y el viaje constituyó un espaldarazo a los mismos. Pero, ¿es ése el cristianismo que mejor puede responder a las preguntas e inquietudes de nuestro tiempo?

Si de los gestos y del espectáculo pasamos a los mensajes, la primera impresión que uno tiene es que estaban pactados. Apenas aprecié en ellos la libertad del evangelio. Quienes esperaban que el Papa se saliera del guión, quedaron defraudados. Se salió dos veces, es verdad, pero en aspectos anecdóticos para recordar su edad cuando le llamaban "Papa joven" y para ratificar la buena acogida que se le prestaba en España cuando la gente coreaba: "Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo".

No invitó a los obispos a respetar el pluralismo teológico y eclesial, aunque sí lo insinuó cuando dijo que "las ideas no se imponen, sino que se proponen". Y los teólogos, sobre todo los sometidos a censura, tomamos buena nota de ello. Pero mucho me temo que los obispos no creían que iba con ellos y seguirán en sus trece, condenando a los teólogos y las teólogas que dialogan con la cultura moderna y optan por los pobres.

Tampoco apareció por ninguna parte el diálogo interreligioso. El Papa llamó a custodiar y renovar con orgullo la identidad católica de España y a defender sus raíces cristianas. Los redactores de los discursos se olvidaron de que España tiene otras raíces e identidades, además de la cristiana: judía, musulmana, renacentista, ilustrada, etcétera. ¿Una sociedad de identidad católica y con raíces sólo cristianas no hace casi imposible el diálogo interreligioso multilateral?

Se volvió a la vieja imagen de España como reserva espiritual de Occidente, desconociendo el positivo proceso de secularización que se ha producido durante los últimos treinta años en nuestro país, que ha permitido alumbrar una sociedad y un Estado cultural y religiosamente plurales. ¿Por qué oponer cristianismo y secularización, y considerar a ésta como uno de los graves peligros para la fe, cuando el cristianismo se encuentra en el origen del proceso de secularización de las sociedades occidentales?

Los obispos españoles optaron por cristianismo amnésico, sin memoria histórica. El viaje hubiera sido el momento oportuno para saldar una deuda que la Iglesia católica tiene con las víctimas de la Guerra Civil española por su apoyo a los sublevados contra el Gobierno legítimo de la República y su posterior legitimación de la dictadura de Franco casi hasta el final. Muchos esperábamos que fuera el Papa el que pidiera perdón en nombre de la Iglesia católica española. ¿Perdonar y perdón no son dos virtudes fundamentales del cristianismo? ¿Por qué esa resistencia a ponerlas en práctica?

En los discursos no hubo ni la más leve crítica a Aznar por su apoyo a la guerra contra Irak. Se prefirió tender un velo de silencio sobre una guerra injusta, ilegal e ilegítima, que el Papa había condenado con tonos muy duros. Esta vez todo quedó en una defensa genérica de la paz. Se dirá: al buen entendedor, pocas palabras le faltan. Pero Aznar no se ha dado por enterado; más bien, se ha ratificado en su postura. ¿Por qué Juan Pablo II estuvo tan contundente en la condena del ataque al pueblo iraquí en el Vaticano y tan comedido en España? ¿Hubo censura del Gobierno español?

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría, de la Universidad Carlos III de Madrid.

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