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Eugenio Fuentes cierra su etapa negra con 'Las manos del pianista'

El escritor extremeño Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958) se siente más querido fuera de España que en su país. Algunas de sus novelas han sido traducidas al inglés, francés e italiano, y aquí su nombre sonó apenas el día de 1999 que ganó el Premio Alba-Prensa Canaria: "Pero tuve mala suerte: se falló el mismo día que le dieron el Nobel a Günter Grass".

La suerte del tranquilo creador del tranquilo detective privado Ricardo Cupido parece haber cambiado. Su nueva novela, Las manos del pianista, ha sido editada por Tusquets y las críticas le saludan como un renovador del género negro, en la línea Henning Mankell.

Y justo ahora, Fuentes explica que se ha hartado de la negrura y que esta novela cierra la trilogía que inició El interior del bosque y continuó con La sangre de los ángeles. "Necesito respirar, oxigenarme. Estoy intoxicado de maldad. La literatura negra, si no es un acertijo, un juego intelectual, te satura. Si quieres que sea más, que retrate el mundo, y tratas con el mismo rigor al verdugo que a la víctima, acabas harto. Bastante chungo y repugnante está ya el mundo real".

La nueva historia de Fuentes bucea, como suele, en los sucios e inquietantes recovecos de la ciudad imaginaria de Breda, una ciudad de provincias española "donde viven 40.000 personas". Una pequeña constructora trata de dar un pelotazo, y de repente aparece el cadáver del hombre fuerte de la empresa. Las sospechas se dirigen hacia un fracasado pianista, el del título, que elimina mascotas incómodas ("como las cigüeñas que hacen sus nidos de 450 kilos en los techos de madera de las casas") y que esta vez ha sido contratado para matar al broker. Pero el pianista no es el asesino y contrata a Ricardo Cupido para que descubra al asesino que lo exculpe a él.

Espectador compasivo

¿Y cómo es Cupido, con ese apellido? "Pues no es el típico detective sagaz estilo victoriano, ni cumple los tópicos de los grandes detectives negros de los años treinta", dice Fuentes. "Es un tipo normal, o, parafraseando a Valle: atractivo, católico y sentimental. Tiene un fondo de bondad y de piedad, es un espectador compasivo de la sociedad. Por eso comprende cómo cambian los delitos y las costumbres, cómo la gente agrícola, gente con los dedos amputados por las segadoras, se ve obligada a trabajar en la construcción y mata la nostalgia con esas mascotas".

La aguda mirada de Fuentes disecciona ese mundo asfaltado pero sin identidad, un mundo uniformizado, capaz de ser brutal pero de conflictos latentes, en el que de pronto asoma la miserable condición humana. Una mirada negra y muy real, a la altura de ese nuevo fenómeno narrativo europeo, la novela negra, que Fuentes considera aún sin consolidar: "Se consolidará si se escribe muy bien y no se reduce a trampas o acertijos. Si hablan de conflictos verdaderos. Si retratan a personajes vivos. Si al acabar las novelas recordamos tanto a las víctimas como a los verdugos. La trama y su tiempo".

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