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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Negro sobre blanco

Que algo tan epidérmico como el color de dos de los actores premiados se haya convertido en el único argumento de peso de los últimos Oscar ilustra bien el papel de la raza en la fábrica de sueños. Probablemente el tono épico-histórico, y también melodramático, con que Hale Berry recogió su estatuilla, entre invocaciones a lo tío Tom y dedicatorias a 'cada anónima mujer de color', es excesivo como representación de la barrera levantada por Hollywood durante décadas. Nadie mejor que Sidney Poitier, que recibió una estatuilla al conjunto de su carrera, puede explicar lo inmisericorde de la industria del cine para con los afroamericanos. Poitier era hasta este 24 de marzo el único actor negro estadounidense en posesión de un oscar como protagonista, conseguido hace casi cuarenta años. Hoy le acompaña Denzel Washington.

Está por verse si la puerta que jubilosamente Berry ha dado por irreversiblemente franqueada, al convertirse en la primera de su raza que obtiene el Oscar a la mejor protagonista, seguirá abierta en lo sucesivo; o si los recientes galardones han sido sólo una reverencia a la corrección política, uniendo celebración patriótica y ecumenismo racial a cuenta del 11 de septiembre. A la postre, la fábrica de sueños ha sido durante la mayor parte de su historia una industria dividida racialmente, y convencida de ello.

Que los Oscar de 2002 iban a ser especiales -han regresado después de casi medio siglo a Hollywood Boulevard- se supo incluso antes de que Woody Allen, ¡de esmoquin!, subiera al escenario para pedir a los directores que vuelvan a rodar en Nueva York. Era el año de la ciudad herida y el primero del estupor estadounidense ante su vulnerabilidad flagrante. La gigantesca operación de telemarketing que se retransmite a más de 70 países habría renegado de sus convicciones si no hubiera explotado estos hechos. Luego, como anécdotas, están las flagrantes arbitrariedades cometidas con el cine en la noche de autos. La marginación de tal director, el olvido del talento de tal otro, si lo político se ha impuesto a lo fílmico en el caso de tal película premiada... Pero son matices. ¿Quién acude a los Oscar en busca de justicia artística?

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