"Tal vez sea un anarquista como Maqroll"
El vagabundeo del apátrida Maqroll, su errante peripecia por tierras y mares de leyenda, conduce en buena medida a la trayectoria de su genial creador: Álvaro Mutis, ganador del último Premio Cervantes de Literatura. La compilación Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero (Alfaguara) agrupa una de las más notables narraciones de la literatura hispanoamericana. El colombiano afincado en México es, sobre todo, un soñador que se declara monárquico. 'Pero tal vez sea un anarquista como lo pueda ser Maqroll', dice en conversación con este diario. Nació en Bogotá el 25 de agosto de 1923, día de San Luis Rey de Francia, y no descarta la influencia del santo en su devoción por la monarquía.
El hombre de la gavia, que aparece en los primeros poemas del autor, escritos a los 19 años, es protagonista de siete novelas, y en ninguna de ellas se menciona la edad, nacionalidad o evolución de su carácter. El aventurero tiene existencia propia en la de su hacedor, un dudoso pasaporte chipriota, y, en ocasiones, es la prolongación novelesca de los anhelos de Mutis, no su álter ego. El Gaviero gravita sobre un intelectual que escribió poesía durante 40 años, y a los 63, en 1986, su primera novela: La nieve del Almirante. 'Siempre tuve la certeza de seguir trabajando con los elementos, los sueños, el ámbito personal de las certezas y desesperanzas que me acompañaron durante mi intento de ser poeta'.
Devoto también de Miguel de Cervantes, mitad Quijote mitad Sancho él mismo, el colombiano se muere de risa con cada lectura de la obra cumbre, pero también toma conciencia de la condición humana, de sus muchas debilidades, presentes en el hidalgo y en su escudero. Sostiene que Don Quijote no estaba loco, ni mucho menos, y que eso lo sabía Cervantes. El de La Mancha combate contra los molinos de viento, contra los gigantes, 'contra la realidad plana que nos ataca cada día, ahora por Internet, por e-mail y por todos esos sistemas espantosos'. Agonizando el caballero andante, Sancho Panza, la realidad misma, cambia de bando y pide a su señor seguir en los sueños, rechazar la fea realidad, soñar para cambiar el mundo. 'Lo que Colombia necesita, por ejemplo, es que la saquen de esa realidad y regresar a los sueños'. Mutis detesta la política, casi una maldición, nunca ha votado, y habla de ella cuando se le pregunta. Cree que el presidente venezolano, comandante Hugo Chávez, abusa de la figura de Simón Bolívar, sobre quien el ganador del Cervantes escribió una novela de casi 300 páginas.
El libertador americano adquiría en ellas el perfil diseñado por la documentación histórica sobre su comportamiento: fue un político inmaduro, lego en la conducción de hombres, y nada sagaz en el cálculo. 'Pero era adorable, un romántico perdido'. El caso es que no le gustó el manuscrito y lo quemó en la chimenea de casa. Su buen amigo Gabriel García Márquez habría de retomar la idea y al prócer en El general en su laberinto. 'Los populismos abusivos acaban finalmente con más pobres, más desorden, y más miseria, moral también. Chávez no sabe de qué está hablando', piensa Mutis.
Sorprende la jovialidad, la arrolladora simpatía de un hombre espantado por la demencia y depredación de la que son capaces sus semejantes. 'Es que lo mejor es dejar que pase la vida. No tratar ni de arreglar, ni de cambiar las cosas. Van a venir desventuras, van a venir momentos gratos, y ya. Siempre ha sido así'.
-Sabrá usted que algunos de sus seguidores consideran una boutade su fervorosa adscripción monárquica, gibelina y legitimista.
-Nada de boutade, por Dios. Tengo grandes sospechas, y cada vez más justificadas estos días, en la democracia, y el rechazo más absoluto a la dictadura, que finalmente es una democracia disfrazada porque popularidad igual a la de Perón, en la Argentina, y a la de Franco, en España, pues no hablemos de eso...
-¿Y el voto?
-No hablemos del voto popular. Acuérdese de aquello que decía Ortega y Gasset: 'Cuando muchos creen en una cosa es para una idiotez o una bellaquería'. En cambio, el régimen monárquico, por lo menos, tiene una referencia a algo que nos trasciende. Hoy día, pensar en la monarquía es un poco fuera de lugar, pero, sin embargo, tenemos en España, y digo tenemos, una monarquía ejemplar.
-Más parece anarquista que monárquico
-Le voy a contar lo siguiente. Un amigo francés, mi traductor en francés, un antiguo trotskista, cuando le decía yo todo este rollo de la monarquía, me dijo: 'Oye, tú lo que eres es un anarquista'. 'No, nunca, yo no pongo una bomba'. 'No, no estoy diciendo eso, pero eres un anarquista'. Tal vez lo sea como lo pueda ser Maqroll también.
Presente en todas sus novelas el aliento poético, Álvaro Mutis ha sido mucho más además de posible anarquista, o monárquico, confeso enamorado de España y de los cafetales colombianos, y autor de una inmensa producción poética. ¿Le hubiera gustado hacer alguna de las burradas de Maqroll? Se ríe. 'Yo hubiera hecho el negocio de las alfombras en Marruecos, un poco mejor para no caer en manos de la policía en Marruecos, aunque yo caí en manos de la policía aquí y me salvé de milagro'.
Álvaro Mutis, ganador de los premios Príncipe de Asturias y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, es hijo de diplomático, un dichoso caballero, y huyó de la dictadura del general colombiano Gustavo Rojas en 1956 perseguido también por una audacia digna de El Gaviero: siendo ejecutivo de Esso, escamoteó fondos de esa multinacional petrolera y cumplió 16 meses de prisión en la penitenciaría mexicana de Lecumberri. La experiencia fue terrible, y fecunda. Aquel presidio arrumbó definitivamente su flanco frívolo, al joven consentido y caprichoso. 'Nunca juzgo, porque todos tenemos algo de lo que juzgamos'. Escribió entonces el testimonio Cuaderno del Palacio Negro.
El rescate del pasado es una constante. Al abundar sobre sí mismo, sobre Los emisarios, o sobre los poemas Crónica regia y Alabanza del reino, Álvaro Mutis dice explorar, no sin dificultades, titubeos y ráfagas de duda, una nueva manera de contar lo mismo, lo de siempre, lo único que ya para él es contable: 'Los fantasmas que, desde mis ávidas y desordenadas lecturas de adolescente en la finca de café y caña de azúcar que había fundado mi abuelo materno, me visitan con asiduidad'.
Su pugilato con las palabras y las ideas es a brazo partido. 'El trabajo siniestro de escribir'. Durante muchos años fue locutor de radio, relaciones públicas de la aerolínea Lansa, gerente de ventas de la Twentieth Century Fox, y de Columbia Pictures, y prestó su voz a la serie Los Intocables. Alguna vez ha dicho que hubiera querido morir en Coímbra, desterrado por el Conde Duque, alejado de la Corte y ya muertos sus viejos amigos. Le sirven los últimos deseos del señor Mariscal: 'Dadme un sitio seco, un ataúd de pino, las plegarias de un monje y una mortaja de lino'. Pero la poesía, apuesta, nunca morirá. 'Morirá el último hombre y seguirá habiendo poesía'.
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