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Tribuna:LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO REMODELA LA POLÍTICA
Tribuna
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Un nuevo mapa de Europa se traza en Afganistán

Timothy Garton Ash

La guerra lo cambia todo. La guerra contra el terrorismo, hoy una guerra caliente en Afganistán, tiene una cosa en común con la guerra fría: que afecta a todas las partes del mundo y remodela su política. ¿Cómo va a remodelar a Europa? En las últimas tres semanas he estado en ocho países europeos, intentando responder a esa pregunta por medio de conversaciones con líderes políticos, intelectuales, jefes de la guerrilla en las montañas de Macedonia y gente de la calle en Madrid, Varsovia, París y otras capitales. He aquí unas cuantas cosas que pueden cambiar:

La posición de Gran Bretaña. Tony Blair juega a ser Churchill mientras Bush hace de Roosevelt. La guerra confirma una vez más esa relación tan especial que los británicos tienen con los pueblos angloparlantes 'del otro lado del charco', como solemos decir de forma reveladora, reduciendo así el Océano Atlántico a algo más estrecho aún que el Canal de la Mancha. Más aún, el sentimiento es hoy recíproco en muchos estadounidenses, lo que no ha sido siempre el caso. (El ex canciller alemán Helmut Schmidt dijo una vez bromeando que la relación especial era tan especial que sólo una parte sabía de su existencia). ¿Pondrá esto una mayor distancia entre Gran Bretaña y el continente europeo, confirmando todas las viejas sospechas gaullistas acerca de que los británicos siempre ponen a EE UU por delante de Europa? Creo que no. He encontrado un número asombrosamente bajo de suspicacias, incluso en París. Por el contrario, probablemente incrementará el peso diplomático del primer ministro británico en Europa, y su capacidad para actuar como 'puente' entre Europa y EE UU. Además, él mismo intenta claramente que al gancho de izquierda le siga uno de derecha. Tras haberse comprometido plenamente con EE UU en esta guerra, tiene la esperanza de utilizar su acrecentado prestigio para introducir a Gran Bretaña más plenamente en Europa, y especialmente en la unión monetaria europea.

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La posición de Rusia. Vladímir Putin es otro político europeo que ha aprovechado la oportunidad que le brinda la historia. Muchos esperaban que, como respaldo a la guerra contra Bin Laden y tipos como él, exigiría el visto bueno occidental para la guerra 'antiterrorista' rusa en Chechenia, y que la ampliación de la OTAN a los Estados bálticos fuera más lenta. En vez de eso, ha utilizado este apoyo como trampolín de lanzamiento de una campaña estratégica para conseguir que Rusia sea aceptada como miembro de pleno derecho de Occidente y de Europa. El secretario general de la OTAN, lord Robertson, lo comprobó en su reciente reunión con Putin. El presidente ruso dejó claro que, aunque sigue sin gustarle la idea de que los Estados bálticos se unan a la OTAN, no iba a hacer ningún intento por impedirlo. Putin parece estar incluso exagerando retóricamente la amenaza del terrorismo como nuevo enemigo común para poder situar más firmemente a Rusia en Occidente. Hay muchas cuestiones espinosas para Ocidente en esta senda (la principal es hasta qué punto debemos arriesgar nuestros criterios para animar a Rusia a seguir el rumbo adecuado), pero sin duda es la dirección correcta.

La ampliación de la OTAN al Este. En una reunión, celebrada en Sofía el pasado viernes, lord Robertson garantizó categóricamente a los jefes de Estado de todos los países que han solicitado su admisión en la OTAN que la crisis actual no la retrasaría. Y también lo hizo el presidente Bush en un mensaje. Me parece creíble. Esta guerra ha demostrado qué es la OTAN y qué no es. Por una parte, por primera vez se ha invocado el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte. El ataque contra uno de los Estados miembros es considerado formalmente como un ataque contra todos ellos. Por otra parte, vemos que dicho artículo no significa que todos los miembros envíen al frente fuerzas militares estrechamente coordinadas: significa simplemente que los Estados miembro harán lo que puedan y estén preparados para hacer cuando el Estado afectado se lo pida, si se lo pide. Si el terrorismo internacional es la nueva gran amenaza, una alianza transatlántica más amplia aunque algo más deshilvanada tiene hoy todavía más sentido que antes.

La ampliación de la Unión Europea. Desgraciadamente, puede retrasarse. Los ataques del 11 de septiembre han hecho que el tema de la seguridad interna, incluyendo la policía europea, los controles de fronteras, los acuerdos de extradición entre países miembros y otras cuestiones ascienda puestos en la agenda europea, impulsado especialmente por países como España, que afronta su propia amenaza terrorista con el movimiento vasco ETA. Como me señaló el ministro francés de Asuntos Exteriores, Hubert Vedrine, esto puede añadir otra serie de exigencias a la ya abrumadora lista que los países de Europa Central y del Este tienen que cumplir para poder incorporarse a la UE. Y serán unas exigencias muy difíciles de cumplir para unos países con fuerzas policiales y servicios judiciales y aduaneros débiles y a menudo corruptos. Se vislumbra la deprimente perspectiva de que la segunda ampliación al este de la OTAN llegue antes que la primera ampliación al este de la UE.

Los Balcanes. Es incontable el número de veces que me ha dicho la gente de los Balcanes: 'La comunidad internacional, es decir, EE UU'. Pero ahora EE UU tiene otras prioridades. Además, la tarea en un país como Macedonia es compleja, y no encaja fácilmente en la categoría de 'guerra contra el terrorismo'. Porque comprende negociar y mantener un acuerdo de paz con las fuerzas de la guerrilla albanesa, que en otros contextos se podrían definir como terroristas. Y, de hecho, así las describen los macedonios. Al explicar las medidas que se han tomado para amnistiar a los líderes guerrilleros albaneses, el presidente de Macedonia, Boris Traikovski, me dijo: 'Yo firmé un acuerdo con el secretario general y el representante del secretario general firmó un acuerdo con los terroristas'. Así pues, ¿asumirá ahora Europa la carga de esta tarea compleja, enredada y moralmente ambigua? Actualmente, un pequeño contingente de tropas alemanas apoya a los observadores, y el jefe de la política exterior de la UE, Javier Solana, está allí casi todas las semanas. Pero yo sigo dudando de que la UE sea realmente capaz de cuidar de su propio patio trasero y de que esté verdaderamente dispuesta a hacerlo.Sin embargo, una cosa está clara: es muy poco probable que EE UU siga sacando las castañas del fuego a los europeos, como hizo durante la mayor parte del siglo XX.

¿Una política exterior europea? Se pueden dar dos argumentos. Por una parte, los países árabes y musulmanes son 'el extranjero vecino' de Europa, donde, además, hay cerca de 20 millones de musulmanes. Por lo tanto, es de vital importancia para Europa señalar las causas subyacentes al descontento del que se nutre el terrorismo, entre otras, el problema de los palestinos, los kurdos o los argelinos. Esta crisis debería, pues, catalizar una acción coordinada en Oriente Próximo y el norte de África. Por otra parte, la idea izquierdista-gaullista de que Europa debería tener un enfoque muy difrente al de Estados Unidos, e incluso considerarse como una superpotencia, rival debe considerarse menos plausible y admisible en una época en que Occidente en su conjunto está siendo atacado. Si la consecuencia fuera una política exterior europea más activa, y que complementara en vez de contradecir el enfoque estadounidense -como ha hecho la diplomacia de Blair en la crisis actual-, tendríamos un buen resultado de un mal negocio.

Éstas no son más que algunas de las piezas de un caleidoscopio europeo que la guerra contra el terrorismo ha cambiado, y que puede que cambie aún más. Cuando le preguntaron sobre su opinión sobre África, Bismark dio una magnífica respuesta: 'Aquí está Rusia y aquí está Francia y nosotros estamos en medio. Éste es mi mapa de África'. El mundo ha cambiado desde que él dijo eso, y Europa ya no está en su centro. Hoy, el mapa de Europa está siendo trazado de nuevo en Afganistán.

Timothy Garton Ash es periodista y escritor británico, autor de Historia del presente.

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