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Ángel González, premio Nacional de Ensayo por su historia 'invisible' del arte

El historiador y profesor reflexiona en 'El resto' sobre el lado oculto de la creación

Aurora Intxausti

Sorprendido e ilusionado se mostró ayer el historiador y profesor Ángel González García (Burgos, 1948) cuando un alumno de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense de Madrid le comunicó que había resultado ganador del Premio Nacional de Ensayo, otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura, por El resto. Una historia invisible del arte contemporáneo. '¿Estás seguro de que es para mí?'. Le costaba reaccionar. 'Sabía que mi nombre sonaba, pero había muy buenos candidatos', indicó. Era su primer día de clase y había hablado a sus alumnos sobre el cubismo.

El título del libro -coeditado por el Museo de Bellas Artes de Bilbao y el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid- por el que Ángel González ha sido premiado anuncia, según dice su autor, 'el propósito de descubrir lo que falta, aquello que le ha sido restado a una obra de arte. En definitiva, esas cosas que suelen quedar en los vertederos, todo aquello que le ha sido restado y suele quedar arrumbado, y que resulta finalmente invisible'. El historiador y profesor asegura que su libro pretende 'buscar esos lugares ocultos. Lo más emocionante de una obra de arte es lo que nunca llegamos a ver, esos elementos invisibles que sólo en los buenos pueden llegar a ser visibles'. Lo dice con pasión, sin ocultar que es capaz de trasmitir la emoción que él siente cuando explica algunas obras de arte que considera excepcionales.

Está convencido de que en la creación artística, y de ello habla en los escritos que ha realizado en los últimos ocho años, hay un trasiego constante entre lo que se ve y lo que se esconde. 'Es un círculo gozoso en el que los papeles definitivamente no están definidos y todo es interminente, es un juego, una permanente oscilación. Mi experiencia con la obra de arte tiene mucho que ver con el efecto que produce el columpio. Ese balanceo en el que oscilas entre lo alcanzable y lo que no lo es. Percibir e intentar entender a un artista y su obra es como balancearse, con todo lo que ello conlleva de goce, de peligro'.

Los colores de Matisse

Para un explicación más clara, pone como ejemplo la obra del pintor francés Henri Matisse: 'Sus colores siempre te están solicitando, te absorben, pero para volver a expulsarte, porque no hay sitio en el cuadro. Ese entrar y salir de los cuadros de Matisse funciona maravillosamente y es muy similar al engranaje que tienen las máquinas de bombeo'. Añade que en la arquitectura esa sensación es fantástica: 'Te crea una experiencia física del espacio, la luz, la plenitud y el vacío, que la percibes casi sin darte cuenta. En la arquitectura te ves fisícamente involucrado y esa situación no es posible adquirirla en los cuadros. Si hay alguna manera de estar en la obra de arte es en la arquitectura', asevera.

Ángel González, catedrático de Historia del Arte, cree que El resto. Una historia invisible del arte contemporáneo refleja muy bien su trabajo. Es una antología de escritos y recoge buena parte de lo que ha trabajado en los últimos ocho años. El historiador considera que este libro no hubiese podido editarse sin la colaboración de Miguel Ángel García Hernández, responsable de la recopilación de los textos y de las más de 500 fotografías que figuran en el libro, y de Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

El jurado que ha premiado al historiador lo componían Fernando de Lanzas, Luis González Martín, Javier Echeverría, Eliseo Álvarez, Andrés Torres, Patxi Urkizu, Carles Miralles i Solá, Juan Mollá, Rafael Hernández, Ramón Acín, Javier Esparza, Héctor Subirats y Octavio Uña.

El premiado, que recibirá dos millones y medio de pesetas, cree que optó por escribir ensayo porque es un género 'muy agradecido'. Sobre arte existen tres grandes secuencias escritas; la académica, la crítica y el ensayo. González dice que en España no ha habido una gran tradición de ensayistas, salvo algunos historiadores que se dedicaron a cultivar este género entre los años veinte y treinta.

Ahonda en este tema para decir que, aunque él ha realizado crítica, el ensayo es una forma 'muy gozosa de entrar en la obra de arte'.

La crítica

Ángel González cree que la única crítica sobre arte que se realiza en estos momentos en España se refleja en los medios de comunicación y se hace con gente que intelectualmente está más preparada que hace 30 años. No oculta que a él le gusta escribir de artistas con los que tiene una fuerte vinculación personal y por ello, dice, a veces el ensayo se convierte en una reconstrucción legendaria del artista.

Como historiador y profesor, considera que para elaborar una buena crítica no es conveniente demasiada distancia y, por el contrario, es buena la proximidad. 'El crítico está limitado, pero también hace una sección instantánea de sus sensaciones, y en este sentido es muy valioso. Siempre me interesan más las cosas que dijeron de un artista sus coetáneos, los más próximos al arista, que lo que dice alguien ahora, por muy inteligente o brillante que sea. Esa falta de distancia no es perturbadora'. Aunque apostilla que 'es mejor aproximarse con prudencia, porque a veces pueden resultar brutales y no distinguirse entre el discurso artístico y el literario'.

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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