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El Gobierno francés cede ante Chirac y renuncia a autorizar la clonación terapéutica

Jospin decide evitar el polémico asunto ante las elecciones presidenciales del año que viene

Dado que las elecciones presidenciales del 2002 enfrentarán muy probablemente a Lionel Jospin y Jacques Chirac, el primero no ha querido facilitar al segundo un asunto de debate tan conflictivo. 'Cuando se trata de temas tan delicados, hay que dejar que el debate público tenga tiempo de producirse'. En otras palabras, Jospin temía defender una posición que no contase con las simpatías de la mayoría de los electores y no ha deseado convertir cuestiones de ética científica en armas arrojadizas dentro de una campaña política.

Las dos grandes modificaciones que adopta el proyecto de ley gubernamental se refieren a los embriones humanos concebidos a través de fecundación in vitro y que se conserven congelados. Son los embriones denominados supernumerarios. Estos supernumerarios crean, en opinión del Consejo del Estado, un 'embrollo inextricable' cuando se abordan temas relacionados con la herencia. La conservación de embriones congelados más allá del tiempo de vida del donante, es decir, de embriones huérfanos, da pie a imaginar situaciones legales complejas y en contradicción con el ordenamiento vigente.

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Los embriones supernumerarios, es decir, los que no tienen una familia que espera para adoptarles, sólo podrán utilizarse científicamente con un objetivo: el de favorecer la elaboración de técnicas que hagan posible la creación de células madre, capaces de transformarse en cualquier tejido útil para trasplantes. Es una vertiente científica admitida. En cambio se niega toda legalidad a la clonación terapéutica -es decir, a lo mismo de antes, pero partiendo de un embrión clonado a propósito, y no de uno congelado- y también a las prácticas orientadas a mejorar la eficacia de la procreación asistida.

No podrá, pues, constituirse un embrión a partir de la transferencia de un núcleo sacado de la célula de un organismo adulto a un ovocito femenino al que previamente se le habrá privado de su propio núcleo.

La prudencia francesa sigue dejando a los británicos y estadounidenses -en este caso, siempre y cuando no intervengan fondos federales- la oportunidad de avanzar en solitario en el terreno de las biotecnologías o las ciencias de lo vivo. El sector despierta el interés de los grandes fabricantes farmacéuticos, de toda una industria muy ligada a la investigación. El gobierno de Jospin puede contar, sin embargo, con recuperar parte del tiempo perdido en la discusión parlamentaria. Entonces, con la ayuda de una opinión pública mejor informada, puede que sea factible recuperar algunas de las iniciativas ahora aparcadas.

En Alemania, el canciller Gerhard Schröeder ha propiciado la aparición de un Comité de Etica -el modelo seguido es el francés- que pueda orientar a los diputados y ayudarles a vencer sus temores, en el caso germano asociados al pasado nazi.

Para el ejecutivo de Jospin se trata de 'encontrar el equilibrio entre la protección de los derechos fundamentales de la persona y el no perjudicar los progresos de la investigación'. La actitud pionera de querer legislar sobre cuestiones de bioética -que 'algunos temían frenase el avance de la ciencia mientras para otros introducía la ley en un terreno demasiado íntimo, individual y moral como para aceptar su intrusión'-, queda pues ratificada en la medida en que 'es la primera vez que se legisla sobre la cuestión', al tiempo que matizada al reducirse de manera importante el área de trabajo de los científicos.

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