Al servicio de la obra pública
José Luis Catón terminó sus estudios en 1971 y ocho años más tarde entró a trabajar como arquitecto de la Diputación de Álava. Su último proyecto, el Artium, llega tras años de incertidumbre sobre la ubicación de un museo que estaba previsto desde hace casi 25 años.Con el nombramiento del director del Museo Artium de Vitoria, lo que tenía apariencia de obra fantasma comienza a adquirir esa presencia ciudadana con la que las construcciones públicas dan fe de su existencia meses antes de su inauguración. El edificio, que aún presenta un aspecto ciertamente esquelético, rompe con la tendencia de las últimas aportaciones a este género arquitectónico y procura dar más importancia a la habitabilidad del contenido que al impacto del continente, en una apuesta más de riesgo de su autor, el arquitecto José Luis Catón (Vitoria, 1948).
El técnico responsable de Arquitectura de la Diputación de Álava sabe bastante de estos aspectos característicos de la obra pública. No en vano lleva 22 años trabajando para la institución foral y es autor de algunas de las edificaciones significativas de la ciudad en el cambio de siglo, con todo lo que ello implica de respuesta de sus habitantes.
Ninguna ha sido tan polémica como la sede del Departamento de Hacienda de la Diputación, ubicada en plena manzana de viviendas del ensanche de Vitoria, con una resolución que le mereció un premio del Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro, al mismo tiempo que la censura de ilustres personajes de la ciudad. Otros proyectos, como el Archivo del Territorio Histórico de Álava, se han resuelto sacando de donde no hay, en una parcela 'con forma de salchicha de Frankfurt, con las dificultades lógicas que presenta un terreno de esas dimensiones', recuerda el propio Catón.
No hay que dejar de citar las obras de restauración de edificios históricos, como el palacio de Bendaña, que alberga ahora al Museo de Naipes, o la Casa Díaz de Mendivil, que acoge a las Juntas Generales. Y, como reseña final, las más estimadas por el propio arquitecto ya que son sus últimas aportaciones: el pabellón Fernando Buesa Arena y el edificio de entrada al Museo de Bellas Artes, un pabellón de jardín de reminiscencias nórdicas.
'Ésta es, por ahora, mi obra más querida. Tengo claro que será recibida con discrepancias, pero creo que mi presencia en el Paseo de la Senda no podía ser de otra manera', comenta Catón. En esta amplia avenida de casas unifamiliares del centro de Vitoria en las que se entremezclan estilos para todos los gustos (incluida Ajuria Enea, la residencia del lehendakari), el arquitecto de la Diputación ha optado por una construcción de jardín, inspirada en el crematorio del cementerio de Estocolmo, de Eric Gunnar Arplund.
Con esta obra, de aire naturalista, que ha incorporado incluso uno de los árboles del parque, el autor ha procurado 'despojar a la arquitectura de cualquier indicio de conformismo o decorativismo', en claro contraste con el palacio de Agusti, que presenta todos los excesos de las construcciones de principios de siglo XX.
Mientras espera la inauguración de esta pequeña antesala al Museo de Bellas Artes de Vitoria, Catón ya va ultimando los últimos momentos del Artium, que albergará la colección de arte contemporáneo de la Diputación, como base para otras aportaciones de la creación actual. 'En este proyecto, hay muchas menos referencias, porque he tratado más de vaciar la ciudad en ese espacio que de llenarla de contenido arquitectónico', explica el arquitecto alavés.
El Artium, de este modo, no sigue la senda de otros museos que se están construyendo en los últimos años. 'Sólo hay que tener en cuenta que las salas de exposiciones están por debajo de la superficie, y sólo el edificio principal, con el vestíbulo como espacio más importante, ofrece una imagen diáfana y luminosa', explica Catón, quien ha optado por diseñar en la parte posterior un edificio adecuado para el uso que se pretende, las oficinas, que trata de incorporarse, sin sobresalir pero con personalidad, al conjunto de viviendas de la zona.
'Aunque esta voluntad funcional parezca una cuestión de sentido común, no se cumple en bastantes de los museos inaugurados últimamente. Puede parecer obvio, pero todas las salas de este edificio están preparadas para cualquier acción artística, ya que cuentan con puertas de 3,30 metros de altura, tomas de luz, audio, vídeo y red informática, salida de agua y desagüe, etcétera', explica el autor, quien concluye: 'No creo que se pueda separar el diseño del edificio de su uso posterior'.
Aquella parcela que albergaba la estación de autobuses de Vitoria (y que luego casi se convierte en centro comercial con aparcamiento hasta que quebró la empresa constructora) está a punto de dar a luz un museo, en el que se mantiene el citado aparcamiento. Este doble uso del espacio no conlleva ninguna contradicción para Catón. 'Cuando se me encargó este proyecto ya me encontré con tres plantas de garaje. Mi única labor al respecto ha sido la de separar tajantemente las dos construcciones, sin que tengan nada en común, y con una seguridad especial para aquellos tabiques que puedan comunicar ambos espacios'.
Y es que la existencia de un aparcamiento bajo un museo no tiene por qué influir en la vida del centro de arte. 'Es más, hasta puede ofrecer un servicio a los visitantes que acudan desde fuera de la ciudad', comenta el responsable de una edificación que incorpora todas las necesidades de la museística actual, en respuesta a la demanda de los técnicos del Museo de Bellas Artes de Vitoria.
Es la última de toda una colección de proyectos institucionales que ha realizado Catón en 22 años de trayectoria profesional al servicio de la Diputación de Álava. Y después de tantas edificaciones, muchas veces dispares, siempre diferentes, el arquitecto vitoriano reflexiona y resume las características de la obra pública: 'Es una relación con el proyecto para toda la vida; además, siempre estamos obligados a unos usos concretos: no es lo mismo un centro ocupacional para minusválidos, que un museo o unas oficinas o un archivo'.
A partir de estos presupuestos funcionales, urbanísticos y formales, el arquitecto va creando una obra heredera del movimiento moderno, en la que se mantiene como norma común una reflexión sobre la dimensión moral de la arquitectura, por encima de su proyección espectacular. Así lo ha querido, al menos, para el nuevo museo de arte contemporáneo de la capital alavesa.
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