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Terror en el trabajo

Cuando todavía la máxima preocupación en España son los accidentes físicos en el trabajo, la accidentalidad se dobla en el mundo, español y extranjero, con lo que se llama el "acoso moral", una psicopatología suplementaria de los empleos modernos.En los últimos años, en la realidad y en el cine, en los periódicos y en las novelas, se ha tipificado el acoso sexual en el mundo laboral, pero existe una presión más amplia y diversificada relacionada con la tortura que el jefe puede infligir a un subordinado o que la organización del trabajo impone sobre la plantilla en general. Las amenazas larvadas, los aislamientos físicos o psicológicos, la asignación de tareas vacías de sentido con el fin de provocar la dimisíón, los tratos vejatorios, los requerimientos excesivos fuera del horario y los días contratados, etcétera, etcétera, han configurado en la actualidad una batería de opresiones que se traduce en nuevas y crecientes dolencias laborales y sociales.

Hace poco más de un año se publicó en Francia un libro de Marie-France Hirigoyen (Stop au harcèlement moral! Editions Syros) del que se vendieron pronto casi 200.000 ejemplares y que ha sido reeditado en bolsillo para ser traducido, además, a quince lenguas. El problema del "acoso moral" (harcelément moral) en el trabajo representaba a esas alturas de 1998 algo más que un indicio particular de un sector y de algunas empresas aisladas. Sólo en Francia el año pasado se registraron una docena de protestas públicas, plantes y huelgas, en firmas desde la hostelería a la informática, desde la auditoría a los hipermerecados, a cargo de empleados que se oponían al carácter de su régimen laboral. En la Asamblea Nacional, el diputado comunista George Cage afirmó el 30 de junio de 1999 que mientras mejoran hoy las condiciones físicas para el ejercicio de una función "está aumentando la carga moral sobre los ciudadanos trabajadores".

En Suecia son conscientes de este fenómeno desde 1977 y, desde entonces, existen disposiciones para sancionar las violencias psicológicas de los empleadores. Otra cosa es que esta normativa haya procurado un efecto preventivo, porque el caso es que las enfermedades generadas por acosos morales ha crecido hasta en un 80% para las trabajadoras y en un 120% para los trabajadores durante el periodo 1996-1998. La actual legislación sueca define el acoso moral como "la sucesión de acciones repetidas reprensibles o netamente negativas que se dirigen contra determinados empleados de una manera ofensiva y que pueden conducir a su apartamiento de la comunidad en el lugar de trabajo". Otra definición, más directa, de Michèle Drida, uno de los presidentes de la docena y pico de asociaciones combatientes que ya existen en Europa, es la de "sufrimiento infligido en el lugar de trabajo de una manera prolongada, repetitiva o sistemática".

En estos casos y otros, se utiliza como instrumento de presión la propia ordenación interna de las labores, la manera de requerir resultados o incluso la invocación a la llamada "cultura de la empresa" asimilable al terror. En consecuencia, unos empleados lo soportan y otros no, y como ha empezado a reconocerse ya en tribunales norteamericanos y europeos, algunos han llegado a suicidarse (caso Chapet en 1997) por efecto de la actitud culpables de sus jefes.

La morbildad laboral se nutre por tanto de esta sevicia activa de segundo grado que antes no había alcanzado el protagonismo fomentado por el talante de la nueva economía. Las oleadas de reducción de plantillas o jubilaciones anticipadas, el juego de los salarios a la baja ante la debilidad de la amplia población parada, la explotación de los jóvenes y mujeres, la propagación del trabajo temporal y los empleos precarios, han favorecido esta coercitiva obtención de plusvalías mediante el ejercicio de un tormento invisible y de porte sutil, tan silencioso y cruel como un modo de nuevo sojuzgamiento.

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