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La aorta, ese gran árbol

Para comprender la importancia de la monitorización intraopeatoria, aplicada a la cirugía cardiovascular, debe imaginarse la aorta, que es la arteria más gruesa y larga del cuerpo humano, como una manguera de la que, como si fueran ramas, nacen otras arterias menores. Normalmente, cada una de estas vías conduce la sangre hasta un órgano. Pero, en el caso de la médula espinal, que es como otra gran manguera o árbol lleno de ramificaciones, la sangre llega por múltiples conductos.

Si para corregir una lesión de la aorta debe eliminarse un trozo de la misma, es muy probable que, en esa supresión, se seccionen también arterias fundamentales que alimentan de sangre a la médula.

La monitorización permite saber qué arterias deben ser respetadas y cuáles podrían ser suprimidas para que en ningún caso el paciente sufra paraplejia (los sensores conectados a la corteza cerebral están avisando continuamente de las acciones del cirujano y si éstas están originando una isquemia medular). Así que, en cierto modo, los sensores colocados en las terminaciones nerviosas son las alarmas que se adelantan a la acción del cirujano, para que éste, cuando vaya a cortar una arteria, sepa en todo momento qué es lo que puede suceder si finalmente realiza la sección arterial.

Un varón mayor que tenía la aorta torácica (la aorta a su paso por la región torácica) prácticamente inservible, y un chico joven con esta misma arteria rota tras un accidente han sido los primeros pacientes que el cirujano Ramón Montes, con 24 años de experiencia, ha intervenido bajo los "ojos sensores" de la monitorización. Con él trabajaron, durante 11 horas de quirófano, 13 personas: tres cirujanos, un neurofisiólogo, dos anestesiólogos, un perfusionista, cuatro enfermeras y dos auxiliares.

En el lenguaje críptico de la especialidad, cabe decir que el by-pass practicado fue extracorpóreo, con la ayuda de una bomba centrífuga que trasladaba la sangre de una parte a otra del corazón. Montes cataloga la situación que se plantea en esos actos quirúrgicos como "un desafío" en el que "hay que mantener muchas constantes en absoluto equilibrio" para que el paciente no muera o sufra graves lesiones medulares. De ahí sus satisfacción por el resultado.

La tecnología utilizada por el neurofisiólogo Chaparro -en esta doble ocasión, por primera vez- ya la había empleado, sin embargo, en otras intervenciones quirúrgicas de cirugía medular o para la eliminación de ciertos tumores cerebrales y también en traumatología. De hecho, Chaparro ha pasado de participar en siete actos quirúrgicos en todo el año 1997 a más de treinta en los seis primeros meses de este año. "Son muchas las especialidades que demandan ya nuestro apoyo", comenta.

Y Ramón Montes concluye: "Queremos dejar claro que esto no es una novedad ni un avance científico. El objetivo es divulgar el éxito de un proceso quirúrgico para que los españoles que padecen algún tipo de dolencia cardiaca o vascular sepan que se está ampliando el campo de posibilidades para su curación y, en todo caso, para tener más calidad de vida".

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