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FIN DE UNA ERA EN ORIENTE PRÓXIMO

El último adiós al presidente sirio

Los ciudadanos muestran su dolor en la calle en vísperas de un funeral con modesta representación internacionalDamasco, impaciente, ensayó durante todo el día de ayer en la calle su último adiós al presidente sirio Hafez el Asad, fallecido el pasado sábado tras una larga enfermedad. Centenares de manifestantes convergieron espontáneamente desde primera hora de la mañana en el centro de la capital para dar gritos de dolor por la desaparición de su líder, mientras las ventanas y balcones se cubrían con banderas y crespones negros. Es el contrapunto de las exequias oficiales que se celebrarán hoy y a las que está previsto que asista una escuálida representación internacional, muy por debajo, en calidad y en cantidad, de la que acudió hace más de un año a Ammán para despedir al rey Hussein de Jordania."Nunca había visto tanto dolor en las calles de Damasco", balbuceaba ayer en el centro de la ciudad un joven estudiante de Derecho mientras agitaba en el aire un inmenso retrato del presidente Hafez el Asad. Incapaz de contener por más tiempo el dolor y la tensión, el muchacho irrumpió en sollozos que poco a poco fueron contagiando al resto de sus compañeros, que habían acudido al centro de la capital a bordo de una vieja camioneta.

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Las escenas de dolor se repitieron como una oleada durante toda la mañana, sobre todo en los aledaños del barrio residencial de Mezzeh, donde tienen sus sedes las principales embajadas occidentales y muy cerca de donde se encuentra, inaccesible y rodeado por un hermético cordón de seguridad, el Palacio del Pueblo, convertido en las tres últimas décadas en la residencia presidencial y donde hoy por la mañana se celebrará el duelo y la despedida oficial.

Todo eso sucedía en las calles de Damasco, mientras los termómetros apuntaban hacia arriba amenazando con llegar a los 35 grados a la sombra y los mohecines desde lo alto de los minaretes de las mezquitas salmodiaban monótonamente, incansables, las suras del Corán. Los rezos difundidos a través de los altavoces se solapaban y entrecruzaban formando una tupida alfombra de religiosidad y piedad, impropia de un país que histórica y constitucionalmente se define como laico.

"Hafez el Asad, el amado de Alá", repetían también infatigables los manifestantes mañaneros mientras se adueñaban de unas calles semidesiertas, sin apenas circulación, flanqueadas de comercios cerrados, oficinas clausuradas, con banderas a media asta, cumpliendo estrictamente las consignas oficiales emanadas de los despachos del Gobierno, que han decretado 40 días de dolor e inactividad. Éstos fueron los prolegómenos de la despedida emotiva que el pueblo de Siria dará hoy a Hafez el Asad, y que se iniciarán en la capital a primera hora de la mañana para continuar luego en su localidad natal de Kardaha, a unos 400 kilómetros de Damasco y a unos 15 del puerto mediterráneo de Lataquia, donde será definitivamente enterrado el líder lejos de las ceremonias oficiales que planifica desde hace tres días una comisión interministerial presidida por el hijo del fallecido y nuevo hombre fuerte del régimen, Bachar el Asad.

Las manifestaciones de ayer en Damasco, que se engordarán hoy con importantes aportaciones humanas extraídas de todos los rincones del país y transportadas en autobuses oficiales fletados por el Gobierno y por la administración del partido gubernamental Baaz, intentan servir de contrapunto a la escuálida y magra despedida oficial en la que está previsto que acuda como un cojefe de Estado occidental el presidente francés, Jacques Chirac. También irá el nuevo presidente turco, Ahmet Necdet Sezer y el argelino, Abdelaziz Buteflika. Marruecos enviará al presidente de la Cámara de Representantes, Abdeluahed Radi.

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"Damasco no es Ammán", aseguraba resignado un diplomático occidental, veterano observador del proceso de paz, desde el despacho de su cancillería, recordando la despedida multitudinaria e internacional que los grandes líderes occidentales, con el presidente Bill Clinton a la cabeza, dieron al rey Hussein de Jordania hace aproximadamente un año y medio. Ésta es la última reprimenda que la diplomacia occidental ha programado contra el presidente Hafez el Asad, por negarse a participar plenamente en el proceso de paz oponiéndose a una rendición o a una entrega sin condiciones en la mesa de las negociaciones con Israel. El acto de venganza de esta diplomacia no ha pasado inadvertido a los países árabes, que han anunciado ya que desembarcarán con todos sus efectivos y bagajes en la capital.

El presidente egipcio, Hosni Mubarak, encabezará el duelo de los países árabes, junto al joven monarca Abdalá II de Jordania. El presidente iraní, Mohamad Jatamí, ha anunciado también su presencia. Pero por encima de todos gravitará la presencia del presidente palestino Yasir Arafat, al que la historia devolverá a Damasco después de un largo exilio y a pesar de que en este país se encuentran albergados sus más enconados opositores. Para todos éstos, el entierro de Asad será una manifestación de duelo por un proceso de paz que agoniza mientras desaparecen sus principales protagonistas.

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