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ÓPERA - 'LAS BODAS DE FÍGARO'

Jorge Semprún salpica con sus recuerdos de la guerra civil la versión de 'Troyanas' que estrena en Sevilla La obra, producida por el CAT, está protagonizada por María Galiana y Roberto Quintana

Margot Molina

El escritor Jorge Semprún ha salpicado su versión de Troyanas, de Séneca, con palabras pronunciadas durante la guerra civil española y que todavía le resuenan en los oídos. "Paz, piedad y perdón" dirá Agamenón con palabras prestadas de Manuel Azaña en el estreno de mañana, en el teatro Central de Sevilla. El montaje, que permanecerá en cartel hasta el próximo día 27, es un grito contra la guerra y pretende sacudir las conciencias público "demasiado habituado a contemplar la violencia a través de los medios de comunicación", comentó ayer la consejera de Cultura, Carmen Calvo.

La obra, coproducción del Centro Andaluz de Teatro (CAT) de la Consejería de Cultura y del Festival de Teatro Clásico de Mérida, está dirigida por el francés Daniel Benoin y protagonizada por María Galiana (Hécuba) y Roberto Quintana (Agamenón).El escritor y ex ministro de Cultura Jorge Semprún aceptó encantado el encargo de enfrentarse, por tercera vez en su carrera, a una versión para el teatro, especialmente porque se trataba de un texto en español. "A menudo se olvidan de que soy un escritor español. Debe ser por el exilio y por haber publicado tanto en francés. Esto me viene bien para reivindicar que, a fin de cuentas, este idioma no me es del todo extraño", bromeó ayer Semprún durante la presentación de la obra en Sevilla.

Troyanas, que permanecerá en el teatro Central desde mañana hasta el próximo 27 de este mes y podrá verse el 31 de julio en el festival de Mérida, es la mayor apuesta del CAT para esta temporada. Al recientemente reconocido prestigio de Maria Galiana -que no cesa de recibir premios por su papel en la película Solas, de Benito Zambrano-, se suman el valor del texto de Semprún y la trayectoria de Daniel Benoin, director del centro dramático nacional Comédie de Saint-Étienne desde 1978. Sobre el escenario estará una docena de actores, entre ellos Chema del Barco (Ulises), Berta Gómez (Andrómaca) y José Manuel Seda (Pirro).

"Se trata de revelar, con uve, las formas de violencias seculares en sus nuevos formatos para provocar la rebelión, con be, de la conciencia del público", explicó la consejera de Cultura, Carmen Calvo, para justificar la elección del texto del cordobés Séneca.

"María Serra, mi abuela, madre de 10 hijos, algunos muertos en la guerra y otros encarcelados, fue una Hécuba extraordinaria. No gritaba nunca y apenas lloraba, ella misma se asombraba de seguir viva con todo lo que estaba sufriendo. Ella ha sido mi modelo para este papel", afirmó Maria Galiana. "Daniel me ha quitado todo posible énfasis y exceso. Mi Hécuba vive el dolor hacia dentro, a pesar de ser una mujer desbaratada y fuera de sí no grita de dolor", asegura la actriz que el año pasado recibió un Goya a la mejor actriz de reparto por su papel en Solas.

Benoin, obsesionado por reflejar los conflictos norte-sur que asolan al mundo especialmente desde principios de los noventa, ha jugado con los acentos para presentar a los dos bandos del montaje. Mientras que los griegos, vencedores, dirán su textos en castellano; los troyanos, vencidos, sacarán a relucir todo su acento andaluz. "Antes del estreno me resulta imposible hablar de la obra", asegura Benoin.

"Cuando un actor se enfrenta a un clásico, casi se arrodilla delante del texto y enseguida aparece la grandielocuencia y el tono demasiado formal. Eso no ocurre en Troyanas porque el texto se nos ha acercado a los actores", comentó Roberto Quintana.

La prueba del concertanteLas bodas de Fígaro De W. A. Mozart sobre un libreto de Lorenzo da Ponte. Intérpretes: Manuel Lanza, Regina Schörg, María Bayo, Gilles Cachemaille, Petia Petrova, Anne Howells, Kwangchul Youn, Eduard Giménez, Francisco Vas, Olatz Saitua y Orazio Mori. Orquesta Sinfónica y Coro del Gran Teatro del Liceo. Dirección musical: Bertrand de Billy. Dirección escénica: Robert Carsen. Teatro del Liceo. Barcelona, 8 de mayo.

Como la del algodón con la suciedad irreductible del baño, también las óperas de Mozart tienen una prueba propia para valorar su estado de higiene: la prueba del concertante. Por concertante se entiende en música un diálogo entre solistas y conjunto, tanto instrumentales como vocales: una integración de volúmenes no homogéneos. En ópera, el concertante se identifica de manera general con escenas colectivas de muy variadas medidas: dúos, tríos, cuartetos, quintetos, etcétera. Entre las óperas de Mozart, ya de por sí ricas en el género, una destaca por encima de las demás: Las bodas de Fígaro. Armonizar esos dos planos es una tarea ímproba, la prueba del concertante definitiva de Las bodas de Fígaro, a partir de la cual puede enjuiciarse una representación. Pues bien, gaudeamus; en las Bodas que ofrece el Liceo ese finale funciona como un maravilloso reloj. Sea el primer mérito para Bertrand de Billy, titular de la orquesta. Sin perder el diseño de la catedral entera, conseguía subrayar en suspensión incluso los apartes, las acotaciones marginales de los personajes. Bravo De Billy, ese es su repertorio.

Vayamos a las voces, por orden de aparición. Un conde de Almaviva muy bien entendido, el del santanderino Manuel Lanza; aplomado, que no pesado, pues ello le hubiera impedido pasar con la agilidad con que lo hizo desde la ira del dúo con su mujer a la gravedad con que se reviste para decidir quién se casará con Fígaro, pasando por la sombra de ridículo que se ciñe sobre su cabeza cuando Susanna aparece en el armario en lugar del amante de la condesa que él esperaba encontrar.

La Susanna de María Bayo, muy aplaudida también, pura sed de teatro. Ingenua, casi lírica, cuando sale del armario; insinuante cuando confunde al conde; cargada de buen sentido cuando aconseja a Fígaro.

En cuanto al Fígaro de Gilles Cachemaille, correcto, pero sin desbordar: entre la chulería de su entrada y el desconcierto que le causa la aparición de un papel que no controla.

Muy plausibles la Marcellina de Anne Howells, el Basilio de Eduard Giménez y el Antonio de Orazio Mori y excelente el Bartolo de Kwangchul Youn (nuevo desliz fuera de guión: estupenda su vendetta del acto primero).

Sólo un personaje de relieve no aparece en el finale, o si lo hace es por ausencia: el paje Cherubinoque va perdiendo papeles comprometedores. Petia Petrova lo hizo más con intención que con recursos, pues su voz no parece adecuarse del todo a un papel tan lírico, fuera de la realidad, como es éste. Olatz Saitua hizo, por su parte, una Barbarina desinhibida y vivaz, que es de lo que se trataba

En cuanto a la puesta en escena, novedad en el Liceo: por primera vez en mucho tiempo, la aparición del responsable de escena en los saludos no se salda con abucheos o indiferencia, sino con encendidos aplausos. El trabajo de Robert Carsen es especialmente brillante en lo que se refiere a la dirección de actores; el finale se convierte en sus manos en un mosaico de excepción en el que cada movimiento se halla finamente diseñado.

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Sobre la firma

Margot Molina
Ha desarrollado su carrera en El PAÍS, la mayor parte en la redacción de Andalucía a la que llegó en 1988. Especializada en Cultura, se ha ocupado también de Educación, Sociedad, Viajes y Gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otras, la guía de viajes 'Sevilla de cerca' de Lonely Planet.

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