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Defensa de impacto

Andrés Ortega

Estados Unidos no ha renunciado al sueño de la defensa casi total. Por el contrario, ha resucitado el antiguo proyecto reaganiano de 1983 de la guerra de las galaxias, aunque de forma más modesta como Defensa Nacional contra Misiles (NMD). En estos 17 años muchas cosas han cambiado, desde la tecnología a la proliferación de los misiles, capaces de portar armas nucleares, pero también biológicas o químicas. Si las pruebas de la NMD dan resultados, el presidente Clinton, de acuerdo con anteriores directivas, podría ordenar en junio el despliegue de los primeros sistemas. La oposición de muchos países europeos, Rusia y China parece importarle poco ante el amplio apoyo con que cuenta este proyecto en el Congreso. Varios altos mandos militares norteamericanos critican en privado la NMD pues consideran que, aun si funciona, lo hará de modo limitado y desestabilizador.La NMD se añade a cuatro programas en marcha para desarrollar nuevos, o mejorar antiguos, sistemas de defensa contra misiles ya no de largo alcance, sino los llamados por EEUU, de teatro, como los famosos Patriot que entraron en acción en la guerra del Golfo. La NMD está encaminada a proteger a EEUU de un posible ataque o chantaje con misiles equipados con cargas convencionales, nucleares, químicas o biológicas por parte de "Estados gamberros" (rogue States), entre los que en la Conferencia de Seguridad de Múnich el secretario de Defensa, William Cohen, nombró a Corea del Norte, Irak, Irán, y Libia. Pero, naturalmente, los rusos y los chinos se dieron por aludidos.

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Richard Perle, ex subsecretario de Defensa, y que ahora asesora a algún candidato republicano a la presidencia, creyó posible desplegar estos sistemas en barcos y utilizarlos para interceptar, por ejemplo, un misil indio que atacara a Pakistán, o al revés.

La tecnología ha avanzado desde los tiempos de Reagan. Su Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) pretendía basarse en complejos sistemas de haces de partículas o de láser para interceptar los misiles atacantes en vuelo. La idea no se ha abandonado, pues está en proyecto un primer ensayo de este tipo para el 2002 que permitiría atacar a los cohetes antes de que desplegaran antimedidas o señuelos. Pero, de momento, la NMD es más modesta, y se basa en el desarrollo de nuevas tecnologías para la localización de objetos en vuelo, contra los que se lanzarían misiles. En octubre, un primer ensayo logró, al menos aparentemente, interceptar un misil Minuteman a 7.000 kilómetros de distancia, sin usar para ello explosivos. Meramente, por impacto directo. En enero pasado, un segundo ensayo falló por 50 metros. La próxima prueba está prevista para mediados de mayo. Si fracasa, podría retrasar la orden de Clinton de que a partir del año próximo -ya no será presidente- comience la instalación de una plataforma subterránea de lanzamiento en Alaska de un sistema con un centenar de misiles antimisiles. Es también una forma de ayudar a la industria de defensa con un programa que tiene un presupuesto de 12.700 millones de dólares, unos dos billones de pesetas.

No se sabe si funcionará. Desde luego no ante una superpotencia en el terreno nuclear como Rusia, que podría saturar fácilmente cualquier sistema limitado, ni frente a actos terroristas que no vendrán del cielo. Pero, en el fondo, nadie fuera de EEUU está realmente seguro de que no funcione. Los europeos, ahora como en 1983, temen que se cree en la OTAN una seguridad de dos clases, como ha indicado el ministro de Exteriores alemán, Joschka Fischer, con la primera para Estados Unidos, claro está. Y que favorezca la proliferación nuclear (en abril se reúne la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear), especialmente después de que el Senado estadounidense haya rechazado la ratificación del tratado de prohibición total de armas nucleares.

El despliegue de la NMD requeriría denunciar o modificar el Tratado de limitación de misiles antibalísticos (ABM), suscrito entre EEUU y la URSS en 1972, por el cual ambos países limitaban estas defensas para crear un equilibrio basado en la vulnerabilidad recíproca, al que, por cierto, los chinos otorgan una importancia primordial aunque no sean parte. EEUU y Rusia discuten desde hace meses la situación, pero los rusos ya han advertido que si la NMD sigue adelante y EEUU renuncia al acuerdo ABM, no ratificarán el Tratado de desarme nuclear START 2. Pero no ratificar no significa no aplicarlo y llevar a buen puerto para 2003 una reducción de sus respectivos arsenales nucleares a un 80% de los que disponían en 1984.

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