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Ravinia muestra la enérgica vitalidad del modelo americano de festival musical

Tres meses de conciertos y recitales de todo tipo, con 24 actuaciones de la Sinfónica de Chicago

El Festival de Ravinia en Highland Park, a 25 millas al norte de Chicago (Estados Unisos), tiene muy poco que ver en estilo y planteamientos con sus parientes europeos. En Ravinia conviven, durante los tres meses de verano, todo tipo de músicas -clásica, pop, jazz, country, blues, étnicas-, aunque la médula dorsal son los 24 conciertos de la extraordinaria Sinfónica de Chicago, orquesta oficial del festival desde 1936. Unos 145 conciertos atraen hasta septiembre a más de medio millón de espectadores, y hacen de Ravinia un modelo de energía cultural.

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En el Pavilion para 3.500 personas, en el recoleto teatro Martín para 850, o al aire libre, en unas imponentes praderas con capacidad para más de 10.000 personas, se puede escuchar este verano, bajo las estrellas, y entre otros, a la Filarmónica de Nueva York, la Sinfónica de Chicago, Bobby Mc Ferrin, Caetano Veloso, Cuarteto de Tokio, Buddy Guy, Alicia de Larrocha, Yo-Yo Ma, Thomas Quasthoff, Tony Bennett, Gil Shaham o Peter, Paul and Mary. A los americanos les encanta escuchar música en verano sintiendo la proximidad de la naturaleza, sea en Tanglewood, cerca de Boston, en el Hollywood Bowl de Los Ángeles, en el Central Park de Nueva York, en la Ópera de Santa Fe y, por supuesto, en el parque natural de Ravinia.

El Festival de Ravinia está dirigido con mucho dinamismo por Zarin Mehta, Christoph Eschenbach y Jean Oelrich, que se ocupan respectivamente de las áreas gerenciales, musicales y de marketing. Los datos del festival hablan por sí solos del equilibrio financiero. En 1998, los gastos ascendieron a 13,5 millones de dólares, recuperándose alrededor de un 60% por ingresos en taquilla y un 40% por aportaciones de empresas e instituciones. En términos absolutos, asistieron 186.249 espectadores de sala, por así decirlo, y 291.068 de césped; en total, 477.317, que aumentarían a 575.872 si se incluyen los conciertos gratuitos. Dos tercios de los ingresos proceden de los espectadores de sala, y un tercio, de los de césped. El índice de ocupación superó el 80% en los conciertos de la Sinfónica de Chicago y fue mayor en los conciertos populares. Las ventas por Internet suponen un 7,1% del total.

Los orígenes

El Festival de Ravinia celebra este año su edición número 64 de forma continuada. Ha tenido únicamente en esta fase tres directores musicales: Seiji Ozawa (a partir de 1964), James Levine (entre 1971 y 1993: tenía solamente 27 años cuando le ficharon, cuatro antes de ser nombrado director de la Metropolitan Opera de Nueva York, MET) y, actualmente, Christoph Eschenbach (desde 1994). Los orígenes de Ravinia se remontan, en cualquier caso, a 1904, y están asociados a la promoción de una línea férrea. Era, entonces, un parque de atracciones con campo de béisbol, una fuente luminosa, un teatro y un edificio con restaurante y sala de baile. De 1905 a 1910 ofrecía sus conciertos, en el pabellón al aire libre (para 1.420 localidades), la Sinfónica de Nueva York. Los ingresos no fueron suficientes y hubo que cerrar. Duró poco el silencio. Al año siguiente, un grupo de propietarios de la zona se hizo con el control de Ravinia, iniciando una segunda fase que duró hasta 1931 y estuvo marcada por el esplendor de la ópera, especialmente a partir de 1919. Ravinia se convirtió en la capital de verano del arte lírico en Estados Unidos y allí acudían todas las estrellas del MET para sus veraneos de trabajo.

Tras el periodo de cierre como consecuencia de la gran depresión, Ravinia volvió a abrir en julio de 1936 con un concierto dirigido por Ansermet, con la presencia ya permanente de la Sinfónica de Chicago. La galería de invitados desde entonces es espectacular. Como muestra valgan los nombres de Bernstein, Rubinstein, Casals, Gershwin, Heifetz, Pete Seeger, Janis Joplin, Duke Ellington, Mitropoulos, Klemperer, American Ballet, Skhwarzkopf, Victoria de los Ángeles, Pavarotti, y ya a principios de esta década, Plácido Domingo, precisamente como Sansón. Orson Welles fue uno de los espectadores habituales.

El Pavilion se reformó en 1970, ampliándose a 3.500 espectadores. El escenario fue diseñado por Balanchine. Un hecho importante fue la creación del Steans Institute para la formación de nuevos músicos en 1988. En la primera década ya habían recibido sus enseñanzas 384 instrumentistas y cantantes de 30países diferentes. La edición actual ha intensificado los conciertos didácticos, familiares y gratuitos. No faltan música de películas ni alusiones a Broadway, pero tampoco Mozart o Mahler. Los primeros conciertos de la Sinfónica de Chicago, de la Filarmónica de Nueva York y del Cuarteto Emerson (con una excelente versión del Cuarteto número 2 de la joven compositora americana Ellen T. Zwilich) mostraron cotas de altísima calidad. En todos ellos se impuso el rito mágico de una forma de comunicación artistas-público muy diferente a la que se percibe en los circuitos europeos. Muy americana, efectivamente, pero llena de interés.

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