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Tribuna
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Un valiente

El último gran libro de Pere Gimferrer se llama Mascarada y fue escrito en una fiebre fría de 23 días de otoño del año 1995. Su título y la cita de Aragon que lo encabezaba, Mon autre au loin ma mascarade, no servían de nada: la fusión entre el yo y el yo poético del autor dejaba reducido a puros andrajos cualquier velo de preceptiva literaria o social, cualquier atisbo de ironía. Con una intensidad desconocida en la literatura catalana, unas decenas de versos respondían a la muerte, atrapando la historia de amor y posesión, de esclavitud y deseo que el autor había compartido con su mujer, la pianista Maria Rosa Caminal. Ella, gravemente enferma entonces, la Maria Rosa "Semper eadem / Moesta et errabunda" (Siempre tú misma / triste y errabunda), desencadenaba el poemario. Lo hacía, además, con una violencia inusitada, extrapoética. El presente de la mujer en peligro era también el presente de náusea del socialismo agonizante: "Quincalleria sevillí / Govern de roba venturera" (Quincalla sevillí / Gobierno de ropa alquilada), zanjaba el poeta, que establecía, además, un paralelismo entre este tiempo ("este nuevo tiempo del menosprecio") con el de la crucifixión franquista, "temps de soldadesca garrepa" (tiempo de avaricia soldadesca). En su respuesta a la muerte, con una excéntrica altivez poética, Gimferrer llegaba hasta el mismo "ángel de la coprofilia". El desafío le valió, y le valdrá, muchas bromas cortas. Pero en esos versos tiembla la verdad, esa rareza literaria.

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Gimferrer y yo

Punto de inflexión

Mascarada supone un punto de inflexión decisivo en la poesía de Gimferrer. No sólo porque su catalán se libera casi totalmente de la escayola y purpurina que la ornaron en otras épocas o porque este poemario escupa sobre su presunta imagen de poeta de Corte. El punto de inflexión es Maria Rosa y su incorporación a la poética gimferreriana.L´agent provocador, su último libro, tiene también a su mujer en el centro de la escritura. Elevada, incluso, a portadora de la palabra revelada: será ella la que en el curso de una conversación trivial a principios de los setenta pronuncie descuidadamente paranys (trampas, en catalán) y ese sonido lleve al poeta a su lengua después de sus años de experiencia en castellano. Se trata de un brevísimo texto en prosa. Un libro menor, subsidiario de Mascarada, donde sobresale una prosa muy esforzada, pero cuyo vuelo y cuyas posibilidades no son puestas a prueba, ni por razones estructurales ni argumentales. Incluso cabe lamentar que Gimferrer haya decidido su publicación sin atender a la posibilidad de que los fascinantes temas que contiene pudieran haber sido desarrollados de una forma más profunda y musculosa. A pesar de ello, el librito presenta a un escritor dispuesto a todo. A un escritor de talento, pero también a un valiente. A alguien que lucha por los otros: que a través de un ejercicio muy peligroso los enseña a mirarse y tal vez a reconocerse.

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