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46º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Concha de Oro, entre abucheos, a la insignificante "El viento se llevó lo que"

El español Fernando León obtiene la Concha de Plata por su trabajo de dirección en "Barrio"

Hubo al final sorpresa, para unos con sabor a susto y para otros de chiste. En lugar de una de las cuatro importantes películas que destacaron sobre sus competidoras en el concurso, el jurado que elaboró la lista de premios otorgó ayer la Concha de Oro, máximo galardón de este festival, al filme argentino, escrito y dirigido por Alejandro Agresti, El viento se llevó lo que. La sala del hotel María Cristina donde el jurado leyó su decisión, atestada de informadores, estalló, al oír el título de tan insignificante filme, y tras un instante de estupor incrédulo, en un coro unánime de abucheos y rechiflas.

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Escenas de bronca colectiva como la presenciada ayer en la sala donde el jurado de esta edición del festival dio a conocer su decisión, hacía tiempo que no ocurrían en un festival de la envergadura del donostiarra. Este cronista lleva décadas asistiendo a todos los festivales europeos importantes y no recuerda, desde hace ocho años en el de Berlín, un abucheo tan clamoroso. El fallo fue recibido por los centenares de informadores (apiñados en la estancia o fuera de ella, ante monitores de Canal +, que retransmitió en directo el acto), con todas las gamas imaginables de la burla y la rechifla, de forma que la incredulidad y la indignación dejaron pronto paso a la expansiva emoción de los asistentes de sentirse testigos presenciales de un divertido, por enorme, disparate.Los jurados, cuya función arbitral les pide ser todo lo contrario, se convirtieron en protagonistas, desplazando a los cineastas y sus películas. Nadie hablaba ayer aquí, tras el acto, de la película ganadora, que es agradable pero de corto alcance, sino de qué alambiques mentales han permitido a profesionales del cine de tanta experiencia como el director polaco Jerzy Skolimovski, la actriz italiana Valeria Golino y su colega mexicana Patricia Reyes, firmar un acta que sanciona a una trivial película hinchada, resultona e insignificante, prototipo de las que engañan a los cinéfilos poco expertos o incautos, como superior a filmes del riesgo y el fuste del estadounidense Dioses y monstruos; los franceses Finales de agosto, primeros de septiembre y De todo corazón; y el español Barrio, que son abrumadoramente superiores al canonizado ayer aquí.

No es por tanto raro que se oyeran gritos enigmáticos, pero de concreción vitriólica, de "¡Basquiat! ¡Basquiat!", alusivos al único filme de Julian Schnabel, prominente esteta miembro del jurado y autor, en ese aludido filme, de uno de los más perfectos modelos de analfabetismo cinematográfico de que hay noticia.

Tras consumar su tropelía, que daña gravemente a la credibilidad del festival donostiarra, el jurado se curó en salud concediendo un doble Gran Premio Especial, con toda la pinta de coartada balsámica, a Dioses y monstruos y De todo corazón, obras cinematograficas importantes, adultas. Y añadió más de los mismo al dar otro Premio del Jurado a Don, otra genial concreción de la pasión realista que está convirtiendo a la pobreza material del cine de Irán en fuente de riqueza moral y artística.

El incompetente jurado no se atrevió a no conceder un lugar en la lista de premios a la película española Barrio, pero pretender aislar, dentro de la fortísima unidad interior de un trabajo colectivo sin fisuras, un único aspecto, la dirección de Fernando León, por esencial que sea, es una manera de simplificar con torpeza la verdadera identidad de esta grave, compacta e introceable obra.

Sagacidades

Dar el premio a la mejor actriz a Jeanne Balibar, una de los dos protagonistas de Finales de agosto, primeros de septiembre, da muestras de parecida sagacidad. Si se hubiera elegido a su otra actriz, Virginie Ledoyen, se hubiera acertado igualmente. Es como meter la mano sin mirar en un tarro de exquisitas esencias, que al tacto seguro que sale bien perfumado, lo que dice poco de la capacidad de riesgo mostrada por el conglomerado de premiadores que ayer, como los malos árbitros de fútbol, protagonizó un partido que no jugaba.Además de los citados, componían el jurado el productor británico Jeremy Thomas, el escritor español Manuel Rivas y la realizadora y montadora chilena Valeria Sarmiento, que con sus colegas de estropicio consideraron mejor fotografía a la del mexicano Rodrigo Prieto en Un embrujo, que es ciertamente estupenda, pero convencional si se la coteja con el prodigio de tenebrismo visual de la japonesa Última vida; e hicieron un alarde de vista digno de linces al considerar mejor actor al británico Ian McKenllen, decisión tan arriesgada como decir que aquel tipo estrafalario del bombín, un tal Chaplin, hacía reír.

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