Don Amadeo
Cuando se tiene verdadero talento, no es necesario pregonarlo a los cuatro vientos ni remover Roma con Santiago para que te lisonjeen: las obras de arte hablan por sí solas. Doña Francisquita sigue hoy tan exultante como hace 75 años, cuando se estrenó en 1923 en el Teatro Apolo de Madrid. Amadeo Vives fue un artista de una cultura excepcional, no sólo en lo musical, sino también en lo literario.Si sus óperas y zarzuelas nos descubren a un compositor que conoce todas las claves de su oficio, sus escritos y conferencias compilados en Sofía y Julia nos sitúan frente a un fino prosista, a un sagaz observador del alma humana y a un lector voraz. Su música se beneficia, claro, de todo ello y, cuando la sirven intérpretes de talla, nos deslumbra con su perfección.
"Doña Francisquita", De Amadeo Vives
Dirección musical: Antoni Ros-Marbà. Dirección escénica: Emilio Sagi. Con María Bayo, José Bros, Cecilia Díaz, Santiago S. Jericó y Mariano Viñuales. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Producción propia. Teatro de la Zarzuela, 23 de junio.
Nada tiene que envidiar Doña Francisquita a obras escénicas de mayor renombre, aunque las tropelías cometidas a menudo con la partitura hayan hecho muy poco por situarla en el lugar que merece. Uno de nuestros mejores directores líricos, si no el mejor (Antoni Ros-Marbà), un experimentado conocedor y amante del género (Emilio Sagi), dos cantantes jóvenes que disfrutan ya de la gloria internacional (María Bayo y José Bros) y una orquesta aún bisoña en estas lides pero en plena fase de autoafirmación (la de la Comunidad de Madrid) son las piezas que han encajado sobre el escenario del Teatro de la Zarzuela para brindarnos la obra de Vives desde el rango que nunca debería abandonar.
Ros-Marbà ha llevado recientemente al disco Doña Francisquita y conoce cada recodo de la partitura, limpia de errores e incongruencias desde que Miguel Roa la revisara y dirigiera en este mismo teatro en 1985. Sabe de sus sutilezas armónicas, de los pivotes que van engarzando magistralmente la trama, de las diversas manos que participaron en la orquestación.
Los mejores momentos
En Doña Francisquita hay muchísimo que concertar. Salvados algunos desajustes con el coro, Ros resuelve los mejores momentos de la obra -la escena inicial, los finales de los dos primeros actos, el Quinteto- de modo impecable y aúna siempre, cargando el peso en uno u otra, brío rítmico y efusión lírica.La Orquesta de la Comunidad de Madrid no está siempre a la altura de la batuta, pero sus progresos no escapan a nadie. Andaba más que necesitada de estímulos así y, por lo oído anoche, después de estas funciones alguien debería otorgarle varios créditos, como a los alumnos de Doctorado.
Emilio Sagi parece empeñado en remozar el género con una muy cuidada puesta en escena, alejada por igual de pintoresquismos hueros y de traslaciones vanguardistas. Ayudado por unos decorados estilizados, casi monocromos, de Ezio Frigerio, que transforman leves cambios de iluminación, Sagi apuesta por una sencillez engañosa en la que tengan cabida eficacia y vistosidad. Su concepción no pierde tampoco de vista que el origen del libreto está en una típica comedia de enredo de nuestro Siglo de Oro y se aprecia el esfuerzo de los cantantes por moverse con tino y por decir teatralmente sus partes habladas.
Alegra comprobar, en fin, que entre ópera y ópera, entre Londres y Salzburgo, José Bros y María Bayo encuentren tiempo para cantar en Madrid zarzuelas como ésta. Sus voces, ágiles y eminentemente líricas, y su juventud son justo lo que reclaman los personajes de Fernando y Francisquita. La soprano navarra estuvo irreprochable, por voz y por su muy estudiada composición de una cándida maliciosa. Cecilia Díaz encarnó una Beltrana desvaída de voz y carácter, al contrario que Mariano Viñuales, un Don Matías convincente y nada histriónico. Las muchas tablas de Santiago Sánchez Jericó y Mª Carmen Ramírez se hicieron notar en más de una ocasión.
En estos días de espejismos y lámparas de Aladino, asistir a estas representaciones de Doña Francisquita -música grande de un gran compositor- se antoja para más de uno asignatura obligada.
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