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Cuarto día de emergencia ambiental en México

La contaminación duplica en dos semanas la demanda de atención médica

Ciudad de México entró ayer, por primera vez en su historia, en el cuarto día consecutivo de emergencia ambiental. Y las autoridades preparan un plan para controlar la contaminación desbocada que ha convertido a la metrópoli en una cámara de gas. En secreto hacen también rogativas para que venga la lluvia. Las primeras gotas cayeron el jueves. Los ecologistas ya lo han advertido: esta crisis pide a gritos algo más que medidas de parcheo.

Todo es de color gris. Los ojos escuecen. La garganta está seca. Cada vez se ve más gente por la calle con mascarillas. Un locutor de televisión presentó anoche un artilugio de plástico, con un filtro de carbón, que se coloca en la boca y sirve para tragar un aire menos sucio. Los colegios tienen prohibido sacar a los niños al aire libre.

"Lo mejor que puedes hacer es salir de aquí". Esta recomendación, en boca de un experto en temas medioambientales, no es alentadora, pero sí sensata.

Hace tiempo que la bella definición del Valle de México como "la región más transparente" quedó para el recuerdo. El área metropolitana tiene hoy algo más de 17 millones de habitantes, 30.000 industrias y cuatro millones de vehículos. Cada día se queman (y se queman mal, porque el oxígeno es escaso a 2.240 metros de altitud) más de 44 millones de litros de combustible.

Los capitalinos manejan con soltura términos tan extraños como contingencia, hoy no circula (cada vehículo deja obligatoriamente de transitar un día a la semana) o Imeca (índice metropolitano de calidad del aire): esta medida de los contaminantes, según dice maliciosamente el poeta y ecologista Homero Aridjis, fue inventada por el Gobierno en 1986 para hacer imposible la comparación de la contaminación mexicana con la de otras ciudades, donde se dan las cifras en partes por millón.

La contingencia (que obliga a fuertes restricciones en la circulación, fábricas y gasolineras) se declara cuando el nivel de ozono alcanza los 250 Imecas, es decir, dos veces y medio por encima del máximo tolerable recomendado por la Organización Mundial de la Salud (0, 11 partes por millón). Si bien este tipo de situaciones se han dado en años anteriores, nunca antes se había llegado a los niveles de contaminación que se sufre actualmente.

Varios factores se han combinado en esta ocasión: las emisiones de vehículos y fábricas, ya habituales; la prolongada sequía, los incendios que arrasan todo el país, las emanaciones del cercano volcán Popocatépetl y el polvo que traen los vientos de las zonas desforestadas que rodean la capital.

Diversos estudios relacionan el incremento en las concentraciones de partículas (sobre todo las más pequeñas, menores a 2, 5 micras) con un repunte de las tasas de mortalidad en niños y adultos con problemas respira torios. Pocos científicos dudan de que la exposición constante a estos niveles de contaminación reduce la esperanza media de vida. Y la demanda de atención médica se ha duplicado en estas dos últimas semanas.

Mientras tanto, numerosos grupos sociales acusan al Gobierno de la capital de haber reaccionado con una tardanza desmedida. "Las autoridades esperan a que estemos en la crisis para tomar medidas, con la esperanza de que un viento o la lluvia hagan olvidar la contingencia, pero el problema es de fondo", dice Aridjis. Y concluye: "Nos estamos convirtiendo en mutantes".

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