Luis Miguel, el último dios de la música latina
El cantante actúa cinco noches en España con todas las entradas agotadas y 100.000 discos vendidos
Lo anunciaban tres camiones grandes de la policía aparcados junto a la puerta del Casino de Madrid. Allí no iba a llegar un cantante normal, ni siquiera un divo. Lo que iba a llegar allí era un dios. Rubio, bajito, de sonrisa medio angelical, medio perversa. Pero un dios al fin y al cabo. Aunque lo cierto es que había casi más policías que cazaautógrafos y fans pero éstos eran verdaderos profesionales del acoso internacional, como la boliviana que presumía de que el día anterior había tocado al Príncipe (Felipe) en Ciudad Real. Tras 50 minutos de espera allí estaba Luis Miguel, hijo del desconocido cantante español Luisito Rey, adolescente prodigio y hoy, a los 28, rey de las Américas (cuatro grammys le contemplan) y las Españas (100.000 cajas de la trilogía Romances vendidas en apenas un mes). El cantante actúa desde mañana hasta el día 4 en Madrid y el día 12 en Barcelona. Las entradas se agotaron en dos horas. Ha llegado por fin, entre dos gorilas negros de peso pesado, un aparato de prensa descomunal y con su look particular: la pelambrera rubia peinada estilo pájaro loco que toma tranquilizantes , los dientes Profidén, aspecto de recién llegado de la Buchinger y con una nota de prensa de dos folios a espacio simple que resume por qué este chico no es un cantante cualquiera: el cantante latino mejor pagado en Las Vegas, el intérprete de la canción principal de la película El jorobado de Nôtre Dame, segundo premio en San Remo 85, dos antorchas de plata en Viña del Mar 90, el Wolrd Music Award latino en ese mismo año, el premio Ronda en Venezuela, el mejor cantante no inglés en los premios de Corea, el primer latino en llenar el Madison Square Garden, y el único en vender dos millones de ejemplares en Estados Unidos cantando en español.
Aparte de otras muchas hazañas imposibles de citar aquí, Luis Miguel tiene un sitio en el corazón de al menos 30 millones de personas en el mundo. Y cualquiera que vea el lujoso salón real del Casino abarrotado con 200 periodistas de todos los medios y condición se preguntará la clave del éxito de este rechulo renovador del bolero. ¿Serán esos arreglos a lo Luis Cobos?, ¿serán esos fondos de violines y suaves chaschaschas enlatados?, ¿será ese arrastrar la voz y marcar las uves y sesear mucho y esa voz inconfundible estilo música de ascensor?
«El único secreto es trabajar, hacer las cosas con las que te identificas, ser de verdad, ser auténtico y tener el apoyo de la gente. ¿Se siente el embajador de México en el mundo? «Es un título precioso y honorífico porque doy una imagen positiva y bonita que lleva el amor y un mensaje de armonía a la gente». Llevaba seis años sin venir a España, ¿qué ha hecho estos dos días de estancia? «Nada, he estado viendo la televisión española, tratando de identificarme y de tomar la temperatura del país».
Sí. La rueda de prensa había empezado. Luis Miguel había sido saludado a la americana por los periodistas, había mostrado su pronunciado escote y había admirado las pinturas de Sotomayor y Romero de Torres. Lo que siguió fue puro surrealismo y simpatía y algunas frases inconexas que recordaban al Julio Iglesias más encantador: «He forjado, como persona, una identidad clara, una forma de ser que la gente identifica enseguida». «No, no me he casado». (Ovación del auditorio). «Estoy encantado de haber venido a España, me gusta tanto que igual me quedo a vivir». (División de opiniones). «Qué bueno que esté disfrutando tanto España al oír mis Romances como yo al cantarlos». «Prefiero trascender a través del idioma español porque tiene muchas formas de decir te amo y te quiero». (Otra ovación). Y se fue como un auténtico dios.
Babelia
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