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Una paz difícil de imaginar

El acuerdo no disipa la desconfianza cronica del pueblo frente al optimismo de los políticos

Los titulares de los periódicos locales fueron tan unánimes como las aclamaciones internacionales. Una edición especial del Belfast Telegraph proclamó: "¡Lo hemos logrado!" sobre una fotografía de Bertie Ahem y Tony Blair. El Irish News se congratulaba por "un nuevo comienzo para Irlanda del Norte hoy". Todos coincidieron: el acuerdo de paz alcanzado el Viernes Santo en Belfast fue histórico, en el sentido literal de la palabra. Pero ayer en las calles de la ciudad había pocos comentarios sobre la celebración: "No todavía, habrá que esperar", era la respuesta general. Había que indagar mucho para encontrar palabras de optimismo estos días."Si [el acuerdo] pone fin a los asesinatos, estará bien. Pero no creo que lo logre. El resultado final es que hay todavía tipos armados". "Estoy contento de que haya un acuerdo, pero la violencia continuará. Cuando las emociones son fuertes es como un polvorín". Estas dos reacciones, de un católico en Falls Road y de un protestante en Shankill Road son típicas del ánimo de la población.

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Cautela y esperanza en la prensa irlandesa

Políticos y comentaristas rivalizaban el viernes en el uso de superlativos. "Me tengo que pellizcar", "Es como la caída del muro de Berlín" y "No puedo creer lo que ha sucedido" fueron frases que los observadores y los participantes en la negociación transmitieron para expresar lo que estaba sucediendo. Sin embargo, hay otras personas que están aún interrogándose. Jayne y Kenny Knox quieren desesperadamente que el proceso de paz funcione. Jayne, una maestra de 35 años, no puede recordar la paz. "Lo encuentro difícil de imaginar", declara. Ambos decidieron dejar de escuchar la radio a medida que las conversaciones de paz se acercaban al clímax y los medios de comunicación calentaban la situación. "Nosotros siempre escuchamos las noticias en la radio cada mañana. Pero ahora estábamos hartos". La pareja compró ayer un montón de periódicos con titulares gigantescos para dárselos a su hijo, de 5 años, cuando sea mayor, "en caso de que se trate de un momento histórico". Pero ninguno de los dos apuesta fuerte de que así vaya a ocurrir.

El escepticismo era aún mayor en la fase final de las negociaciones. Viendo el telediario en un pub en el corazón del católico Derry el pasado jueves a la hora de la comida pensé que las noticias atraerían interés. Sin embargo, casi nadie siguió el programa. Un hombre dio un gruñido despectivo y miró hacia otro lado. En la protestante Portadown era la misma historia. Todo el mundo se burlaba cuando transmitieron el telediario de la noche. Algunos se mostraban despectivos y afirmaban que, incluso si se llegaba al acuerdo, "no va a conducir a nada".

El viernes por la mañana, cuando la noticia sobre un posible acuerdo de paz después de 30 años de violencia dominaba los informativos de televisión en todo el planeta, hubo una disonancia surrealista entre dos mundos casi irreconciliables. Parecía imposible no ser atrapado por el drama o la excitación al escuchar la radio en el coche o viendo las noticias en la televisión. Pero cuando se hablaba con la gente, el globo de la esperanza parecía deshincharse.

Una camarera protestante en Craigavon declaraba que todo el ruido que estaba haciéndose sobre el acuerdo era "un montón de basura". Sus comentarios, al igual que otros semejantes de sus compañeros de trabajo ("No habrá ninguna diferencia", "No se logrará la paz con eso") fueron recogidos en la misma página de mi cuaderno junto a los comentarios que anoté de la televisión pocos minutos antes: "histórico", "sin precedentes", "increíble". Es inquietante examinar juntas estas dos clases de reacciones, como uno de esos dibujos creados por ordenador que muestran una imagen enteramente diferente dependiendo de cómo uno concentre la vista.

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No todo el mundo se mostraba apagado. En la fieramente nacionalista Crossmaglen, en Armagh Sur, una anciana dueña de una tienda estaba tan pendiente de la cobertura que hacía la radio que apenas podía atender a los clientes. "Escucho, escucho y escucho. Es fantástico. Pensé que iba a ser un buen Viernes Santo, pero nunca tan bueno". Sin embargo, también ella confesaba un final pesimista: "Incluso si no es bueno para nosotros, lo será para quienes vengan después". Los acontecimientos de la semana pasada pueden convertirse en el momento definitorio para la paz futura. En ese sentido, las comparaciones con la caída del muro de Berlín son completamente válidas. Sin embargo, la reacción local no pudo ser más distinta. Mucha gente señala que el ambiente no fue siempre sombrío como en esta ocasión. Cuando el Ejército Republicano Irlandés (IRA) declaró su primer alto el fuego en 1994 fue un momento para atesorar. "Uno se sentía realmente jubiloso. Fue diferente entonces", confesaba ayer un hombre. Ahora, hay una delicada vulnerabilidad.

En el pequeño pueblo de Poyntzpass, cerca de Newry, el estado de ánimo continúa siendo muy sombrío tras el reciente asesinato allí de dos amigos, un católico y un protestante. No había habido violencia entre las dos comunidades antes. Muchos afirman que las muertes han acercado aún más a ambas. Sin embargo, también en este pueblo se cree poco en un futuro de paz. "Es todo paja y palabras. Ya lo hemos oído antes", manifiesta un lugareño con tristeza. Al igual que otras personas, su resistencia a creer en un nuevo amanecer se traduce en negarse a que su nombre sea citado. "De otra manera, alguien puede llamar a la puerta y decir: "¡Has hablado! ¡Pum!".

El pesimismo puede ser una forma de escudo protector para impedir una ulterior decepción. Una minoría parece todavía orgullosa de sentirse odiada. Otros parecen cautelosos en alimentar mucha esperanza para ver cómo se trunca una vez más. Pero los acontecimientos de estos días revelan que los pesimistas no siempre tienen razón. Según las encuestas, el 90%, opinaba que jamás se lograría un acuerdo.

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