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Crítica:CLÁSICA: TAMAS VÁSÁRY
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Todo un director

No siempre un instrumentista ilustre puede convertirse en un director importante. Pero tal mudanza se da en Tamas Vásáry (Debrecen, Hungría, 1933), formado junto a dos personalidades tan fuertes como Ernest von Dohnanyi y Zoltan Kodaly. Si tantas veces aplaudimos el toque pianístico de Vásáry, la delicadeza de su Chopin o la hondura poética de su Schumann, ahora sus conciertos con la Sinfónica de Budapest confirman a un maestro de categoría.Denominamos maestro, sobre todo, a quien hace músicas con pasión, rigor y orden mental capaz de transmitir los mensajes artísticos con claridad para dictar lecciones en las aulas o en las salas de concierto. Así es Vásáry, cuya versión del Concierto para orquesta (1944), de Bartok, será difícil olvidar.

Orquesta Sinfónica de Budapest

Universidad Complutense. Director: Tamas Vásáry. Solista: T. Mork, violonchelista.Obras de Kodaly, Dvorak y Bartok. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de marzo.

Cuando la música se entiende desde sus mismas raíces son posibles interpretaciones verídicas; si se aborda exteriormente, se corre el riesgo de excederse en la elocuencia. Cada compositor tiene la suya y Bartok no es excepción siempre que la consideremos como algo añadido más que voluntario. Vásáry y los sinfónicos húngaros nos transmitieron un Bartok fresco, vivísimo, crujiente en sus ritmos, cadencias y colores, hijos de la tradición popular o ensimismado en los pasajes más dramáticos.

El concierto es obra resumen de un artista y un hombre que se acerca al final de su existencia con cierto sosiego espiritual para evocar sus diversas vivencias. Vásáry comparte el sentimiento bartokiano y domina su estilo y su lenguaje de modo que el resultado es una suma de emotividad y perfección, de potencia y vuelo ligero.

Páginas sinfónicas

Antes, las Danzas de Galanta de Kodaly nos acercaron al acervo popular transfigurado en una sucesión de fascinantes páginas sinfónicas. Otro artista relevante, el violonchelista noruego Truls Mork, protagonizó el Concierto en sí menor de Dvorak.Posee uno de los sonidos más hermosos que nunca hayamos escuchado, y si su instrumento Montagnana de 1723 vale mucho, el lutier veneciano agradecería a Mork cuanto de él extrae y comunica, la temperatura de su fraseo, la firmeza de su ritmo, la amplitud de su arco y, en suma, la conjunción de magia y razón. El triunfo del solista fue inmenso, tanto como el de esta orquesta heredera de todo un pasado tan problemático como significativo desde que en 1947 la fundara Janos Ferencsik, hasta el presente, bajo la titularidad de Vásáry. Una propina del solista y tres de la orquesta demuestran el éxito de la jornada.

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