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LA SEGUNDA TRANSICIÓN CHILENA

Los argumentos del general

El Ejército, numerosos empresarios y ciudadanos beneficiados por la bonanza económica, entre sus más firmes apoyos

El general Rafael Villarroel, último vicecomandante en jefe del Ejército con Pinochet, está convencido de que el ex dictador "va a demostrar lo que hay que hacer para ser senador. Les va a dar una clase magistral a todos". Quien así habla es un buen ejemplo de los más fervientes partidarios de Pinochet, a los que cuesta creer que el jefe ya no tiene las riendas del país. Villaroel, que ayer estaba en la tribuna de invitados del Senado, tiene que corregirse a sí mismo cuando pronuncia la palabra general, "quiero decir, senador". Falta de costumbre.El nuevo senador contará en su nueva etapa con el inquebrantable apoyo del estamento militar y de la derecha representada por los partidos Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), que defiende el paso del general del cuartel al Parlamento como una legitimación democrática que no tuvo jamás como jefe del Estado. "Es un general victorioso", repetía ayer a quien quisiera escucharlo el diputado de la UDI Iván Moreira.

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El modelo chileno

Los defensores de Pinochet se aferran como un clavo ardiendo a la Constitución de 1980 para defender la figura de los senadores designados y vitalicios, que acaba de estrenar el ex comandante en jefe del Ejército. La Carta Magna chilena, redactada en pleno régimen militar a beneficio del dictador, legitima al senador Pinochet, insisten sus. partidarios.

Orden, crecimiento económico y plenas garantías para los inversores extranjeros son la clave del éxito del modelo neoliberal en vigor desde el establecimiento de la dictadura. La chilena es hoy una de las economías más libres de América Latina -según el Banco Mundial, es uno de los países con un nivel de ingresos más alto- Pero no es menos cierto, que en términos de distribución de dicha riqueza, Chile ocupa un lugar entre los colistas.

La figura más controvertida de la historia reciente de Chile tiene detrás a más empresarios que intelectuales. Nunca la cultura fue una de sus grandes preocupaciones. Muchos ciudadanos dicen estar cansados de que Pinochet sea el eterno centro de atención. Los 3,5 millones de jóvenes, que apenas habían nacido cuando el golpe de 1973, representan mejor que nadie el "cansancio" que produce la figura del anciano ex dictador. En las clases todavía hoy no se explica lo que ocurrió durante el Gobierno de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende y pocas menciones se hacen al golpe. Se considera una cuestión todavía conflictiva por el Gobierno de la Concertación (de centro-izquierda).

La paradoja del Chile actual es que el antipinochetismo es más bien subterráneo, como lo ha puesto de relieve la baja participación en las protestas de estos días. "El mundo es más antipinocheista que nosotros. La CNN, los diarios extranjeros le han dado mucho más duro que nuestra televisión nacional", dice el cineasta Marcos Enríquez, hijo de Miguel Enríquez, líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), muerto en un enfrentamiento en 1974. Marcos no había nacido cuando se produjo el golpe y confiesa su impotencia ante "la división de mi país" y al comprobar que "nosotros somos menos, como se ve aquí en el Senado. Es una derrota política, ética y estética".

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Aunque el mundo comprueba hoy cómo se ha repudiado a Pinochet en las calles de Valparaíso y de Santiago, el general ha conseguido lo que pretendía: llegar al Parlamento, en el que nunca creyó. Sus adversarios trataron de hacerle una vida difícil en el Senado, pero la opinión pública chilena no parece muy dispuesta a secundar grandes campañas contra el dictador reconvertido. Son muchos los que le niegan el derecho a seguir siendo el chileno más conocido fuera de sus fronteras.

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