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OPERACIÓN RELÁMPAGO EN LIMA

"Tratamos de no mirar"

El ex rehén Jorge Gumucio, embajador de Bolivia en Lima, relata el rescate

Juan Jesús Aznárez

Diez minutos antes de la violenta irrupcion de las Fuerzas Armadas en la residencia del embajador japonés en Lima, la mayoría de los 72 rehenes fue advertida. A algunos no les llegó el soplo. No ha trascendido públicamente la identidad de la persona que avisó al embajador de Bolivia, Jorge Gumucio, y a sus compañeros de cautiverio sobre la inminencia de una operación de rescate, pero el caso es que siguieron las instrucciones al pie de la letra, y tomaron precauciones. Con la primera explosión, se tumbaron boca abajo. "Tratamos de no mirar". No tuvo suerte el magistrado de la Corte Suprema, Carlos Giusti, que recibió un disparo en la femoral y se desangró. En declaraciones a diversos medios informativos, Gumucio recuerda que evitó la mirada de los guardianes del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), sorprendidos por el asalto, y corrió hacia la salida cuando los militares le dieron la luz verde.No pudo ver cuándo Giusti fue alcanzado, pero sí a la gente del MRTA, enfrentada a bombazos y tiros con las fuerzas especiales. "Inmediatamente después de la primera explosión empezó el tiroteo. Luego hubo otras. Rápidamente ingresaron los comandos por el segundo piso", relata el diplomático de Bolivia, país donde cumplen prisión cuatro militantes del MRTA, procesados por el secuestro de un empresario. "Nosotros estábamos en el suelo y tratamos de no mirar para evitar que nos vieran o nos identificaran. Los emerretistas lanzaron algunas granadas e intercambiaron balas con los efectivos que entraron". Gumucio cree que en ese intercambio de disparos cayeron los dos oficiales del grupo castrense. Sostiene que si la operación no hubiera sido un éxito, Cerpa Cartolini y sus hombres les habrían matado. Prefiere no identificar a la persona que avisó sobre el comienzo de la operación. "El presidente Fujimori puede hacerlo", replica lacónico.

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"Hace unas cinco o seis semanas que el señor Cerpa, para levantar la moral y no aburrirse, decidió organizar campeonatos de fútbito", explica el diplomático. "El partido de ayer [por el martes] comenzó a las tres de la tarde. Estaban todos jugando; dejaron sólo tres guardias arriba, en sus lugares de operación [habitualesl". Precisa que los emerrefistas no siempre jugaban a la misma hora, pero en los últimos días lo solían hacer por la tarde.

Gumucio recuerda que los diplomáticos japoneses se encontraban en el segundo piso. "Fue una decisión de Cerpa. Cuando se vio que había túneles pensó que era para sacar a los japoneses que estaban en elprimer piso. Entonces los subieron al segundo piso".

Así estaban distribuidos los rehenes en el momento del asalto: en la parte norte de la casa había un salón grande donde estaban todos los diplomáticos japoneses, la sala de los magistrados y un dormitorio reservado para Cerpa, en cuya puerta había un guardia. En otro dormitorio doble se hallaban los diplomáticos y los congresistas, y en otra estancia se agrupaban los policías y militares secuestrados.

"Unosminutos antes [del asalto a la residencia] se pasó la voz de que estaba a punto el operativo y que nos tirásemos a suelo. Durante todo el combate estuve en mi dormitorio. Cuando salí corriendo no miré hacía allí, hacia la izquierda, hacia el corredor donde estaba Giusti", puntualiza el diplomático boliviano. "Hace dos días que veníamos esperando y deseando una incursión porque sabíamos que las negociaciones se iban alargando. Veíamos que Cerpa estaba acorralado. Por eso no fue a la última reunión y decidió mandar a uno de sus lugartenientes, que era el más duro: Tito. Yo creo que aunque el mismo Cerpa hubiera deseado negociar, no lo dejaban negociar. La situación se iba arrastrando indefinidamente".

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Gumucio cree que hubo problemas entre los miembros del comando del MRTA: "Las decisiones tenían que ser colectivas; no aceptaban una jefatura total de Cerpa".

Pocas horas después de ser liberado de un cautiverio de 126 días, el embajador de La Paz en Lima lamentaba la muerte de sus secuestradores. "Eran gente joven y humilde, muchachos de la selva, que fueron reclutados de forma artera, engañados en sus ilusiones. No tenían un gran conocimiento del mundo moderno. Tenían una percepción un poco infantil de la vida, estaban rrianipulados". Sin embargo, admite que los guerrilleros no habrían vacilado en matar a los rehenes. "Eran ellos o nosotros. Creo que no habría habido ningún tipo de contemplación". Apenas hubo acercamiento entre los rehenes y sus captores. Tan sólo algún cruce de palabras con los jefes del comando. "Cerpa no quería que los muchachos tomaran ningún tipo de contacto con nosotros porque temía un trabajo psicológico nuestro para desarmarlos. En los últimos dos meses prácticamente cortaron los contactos, fundamentalmente con las chicas [dos miembros del comando del MRTA eran dos mujeres casi adolescentes], a quienes los rehenes les hablaban de que tenían esposas, compañeros, hijos, y entonces las chicas lloraban. Entonces las bajaron y nunca más las vimos".

Gumucio también recuerda el enfrentamiento que tuvo con los secuestradores. "Por las mañanas ellos hacían gimnasia, cantaban sus himnos, y pronunciaban gritos de lucha y de guerra, y hacían flexiones con sus fusiles y ametralladoras. Nosotros los oíamos pero no los veíamos. Un día, un sábado de marzo, a las 6.30 de la mañana empezaron a gritar contra Bolivia, y contra su Gobierno. Me molesté, salí a la puerta, y le dije al guardián, un chico cuzqueño, que no fueran maricones porque en Bolivia no les iban a escuchar desde tan lejos y que aquí me tenía a mí, que no les tenía miedo".

"A Salvador, que era el comandante más tremendo que había en el grupo", prosigue el diplomático boliviano, "le había molestado que yo les llamara maricones, y dijo que me iba a matar. Yo le dije que me matara, que no le tenía miedo. Me encañonó. Después, Cerpa me echó un discurso. 'Esta vez es la última vez que le voy a aguantar', me dijo".

Cuando Gumucio salía de la habitación se escuchó el himno del Perú, cantado por primera vez por todos los rehenes peruanos. Los militares del grupo de cautivos parecían estar listos para un ataque y fueron encañonados por todos los emerretistas. "Pero ahí quedó todo", recuerda el diplomático.

"¿Que por qué no fue posible un acuerdo? Estoy convencido de que no habría terminado nunca; no había una voluntad de llegar a una solución pacífica en la medida en que era posible para el comando que había tomado la Embajada de Japón. Yo he conocido guerrilleros, he sido amigo de ellos, y tenían unos objetivos políticos claros. Estos muchachos no los tenían", concluye su relato el embajador de Bolivia en Perú.

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