Enterrado el enigma del muerto chino
La policía concluye que es "normal" que en Madrid sólo hayan fallecido 13 orientales en cinco años
El enigma de los muertos chinos ha sido enterrado. Se trata del hasta ahora inexplicable misterio de la escasísima mortalidad china en Madrid. Un fenómeno que ha pulverizado en los últimos años cualquier lógica estadística. Por ejemplo, en 1994 sólo un ciudadano de esta nacionalidad falleció en la capital de España. Algo que roza lo imposible cuando la comunidad china afincada en Madrid ronda los 3.000 habitantes y la tasa de mortalidad se cifra en nueve muertes al año por cada mil habitantes. Es decir, cuando por puro cálculo deberían haber muerto 27 orientales en 1994. Este rompecabezas, que durante años ha propiciado todo tipo de cábalas sobre el destino oculto de los cadáveres extraestadísticos, parece haber dado con quien lo resuelva. O al menos con quien cree haberlo logrado.La policía, tras una investigación de un año, ha concluido que no hay tal enigma y que la baja tasa de mortalidad de los chinos, si bien es "sorprendente", también es atribuible a causas naturales, como la extrema juventud y lozanía de esta población inmigrante, su deseo de fallecer en tierra natal o su instintiva desconfianza hacia la medicina occidental. Así lo establece un informe elaborado por el Grupo III del Brigada Provincial de Extranjería y Documentación.
El estudio, al que este periódico ha tenido acceso, se abre con un reto: explicar por qué no existe correspondencia real entre el número de residentes chinos y su índice de mortalidad. Los policías también se muestran dispuestos a aclarar si el enigma está relacionado con alguna trama mafiosa dedicada a utilizar la documentación de los fallecidos para vendérsela a inmigrantes chinos introducidos ilegalmente en España.
Una vez establecido el problema, los policías, como relata el informe, se pusieron manos a la obra. Y empezaron la ronda de consultas. Acudieron en busca de información al Colegio Oficial de Médicos, al departamento municipal de Estadística, a la Empresa de Servicios Funerarios, al Instituto Nacional de Estadística, a los registros de los cementerios, a los archivos de la policía y también a "fuentes anónimas chinas".
El primer resultado de esta investigación confirmó el núcleo del enigma. En la región morían realmente demasiados pocos chinos, en concreto, en cinco años sólo habían fallecido 13 orientales (según el cálculo estadístico deberían ser 135). No fue un dato fácil de conseguir. Los policías, para establecer esta cifra de muertos, se tuvieron que adentrar en un esquinado laberinto: la burocracia. Allí, en su afán investigador, descubrieron que, dependiendo del organismo consultado, el número de fallecidos chinos oscilaba más que una montaña rusa. Por ejemplo, en el mismo periodo de tiempo, mientras el Instituto Nacional de Estadística no había registrado ningún fallecimiento de orientales, el departamento municipal de Estadística había contabilizado cuatro.
Ante esta disparidad, los agentes acudieron a los archivos de los cementerios y rastrearon con especial dedicación las secciones de incineración -"por ser lo más común en esta comunidad"-. En el camposanto de La Almudena descubrieron que 10 orientales habían sido reducidos a cenizas y que -nuevamente la burocracia- sólo uno de ellos había sido registrado también por el departamento de estadística municipal. En los cementerios de Alcorcón y de Alcalá de Henares por su parte, no constataba ninguna entrada de chinos. De esta peripecia por el tortuoso mundo de la burocracia, los investigadores sacaron en limpio la citada cifra de los 13 chinos fallecidos en los últimos cinco años -la fuente que valida este resultado no aparece citada en ningún momento en el informe-.
Una vez con este dato en la mano repasaron los archivos informáticos para averiguar si las identidades habían sido utilizadas posteriormente al fallecimiento. El resultado fue negativo. El siguiente paso consistió en esbozar la conclusión.
Un momento trascendental al que en el informe se le otorga incluso una introducción del siguiente tenor: "El índice de mortalidad de los chinos en Madrid es muy bajo, por lo que salvo ocultación dolosa de algún fallecimiento y la posterior desaparición del cadáver, cosas ambas si no imposibles, sí difíciles e improbables, se puede afirmar con escaso margen de error que la escasa mortalidad corresponde con la realidad y que no ha se ha registrado utilización de los documentos después de muertos". Tal cual.
Acto seguido, el texto de los agentes policiales pasa a ofrecer sus tres conclusiones. La primera nace de la constatación de que, a diferencia de países como Francia, Holanda o Alemania, el arraigo de la comunidad china en España es muy reciente y que no se remonta más allá de los años ochenta. Este hecho explica, según la policía, la baja mortalidad de esta población. "La mayoría es joven, con edades comprendidas entre los 20 y los 40 años y viene a buscar trabajo. Además, por su filosofía y régimen de vida (no hacen trabajos peligrosos) no están expuestos a los mismos accidentes y enfermedades que los españoles".
Una afirmación que contrasta con la repetida denuncia, efectuada por la propia policía, de que los inmigrantes orientales trabajan en condiciones infrahumanas y cercanas a la esclavitud en talleres de confección clandestinos.
La segunda conclusión intenta despejar las incógnitas sobre cómo escapan del paso del tiempo y de las enfermedades mortales los chinos afincados en tierras de la ribera del Manzanares. "Los enfermos graves o los mayores", dice el estudio, "deciden voluntariamente volver a sus países de origen para ser tratados de sus males, en parte por su desconfianza de la medicina occidental o bien para morir 37 ser enterrados en tierra natal junto a sus familiares".
Queda así, a juicio de los investigadores policiales, aclarado el misterio de la escasa mortalidad de los chinos en la comunidad de Madrid. Un enigma para el que, además, auguran una corta vida: "Esta tendencia cambiará con el paso de los años", reza el informe. Las nuevas generaciones van adquiriendo arraigo y formarán nuevas familias y romperán vínculos con sus países de origen".
Esta gradual españolización de la comunidad oriental tendrá, en opinión de los agentes policiales autores de la investigación, un resultado satifactorio en el plano estadístico: "Conducirá inequívocarriente a que vayan envejeciendo, y, por consiguiente, a que los fallecimientos comiencen a ascender de forma notable".
Será entonces cuando el misterio, junto con sus portadores, quede definitivamente enterrado.
"Los enfermos graves deciden voluntariamente volver a sus países de origen"
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