Frustración popular en Bélgica por la separación del juez del 'caso Dutroux'
El Tribunal Supremo de Bélgica no se ha dejado tentar por el populismo ni influir por el clamor de todo el país en favor del juez Jean-Marc Connerotte, instructor del caso Dutroux. El alto tribunal decidió ayer separar de la instrucción a este juez, que había cometido la torpeza de compartir un plato de espaguetis con los familiares y amigos de las presuntas víctimas del acusado y aceptar el modesto regalo de una pluma. La separación del juez ha provocado una honda frustración popular.Este país parece maldito. Cuando la justicia belga se pone por fin en marcha; cuando se dirige en volandas hacia el esclarecimiento de un caso que ha conmocionado a toda la nación; cuando un juez se había encaramado en el punto más alto de la popularidad, todo se ha derrumbado.
El Tribunal de Casación (Tribunal Supremo) se ciñó ayer a la letra de la Ley, con mayúsculas, y dejó de lado el espíritu, con minúsculas. El juez Jean-Marc Connerotte ha sido separado de sus funciones de instructor del caso Dutroux para velar por el buen nombre de la Justicia y asegurar al principal acusado, Marc Dutroux, una instrucción imparcial.
Las manifestaciones del domingo pasado, las patéticas amenazas de un puñado de ancianos ex combatientes, las llamadas a la "imaginación" y la "creatividad" lanzadas por todo el arco político para presionar a los jueces al tiempo que se llenaban la boca elogiando la independencia judicial y la separación de poderes, la presencia de cientos de bruselenses jaleando el nombre de Connerotte, ayer mismo, a las puertas del palacio de Justicia, no han evitado el sacrificio del juez instructor, aunque sí han logrado que el caso siga en el juzgado de Neufcháteau, lo que no es baladí porque evita el reinicio de la instrucción y, sobre todo, permite seguir en la investigación al otro hombre del año en Bélgica, el fiscal Michel Bourlet.
El juez Connerotte ya fue apartado en 1994 del caso Cools y dos años después vio cómo sus colegas y rivales de Lieja reabrían el caso siguiendo sus mismas pistas. Ahora ha sido su propia candidez la que le ha llevado al fracaso al identificarse con las víctimas de quien aún no ha sido juzgado. El Supremo ha destacado que un juez no deja de serlo en su vida privada, y que la cena con una asociación de apoyo a las víctimas del pederasta puede ser interpretada como una toma de partido en contra del acusado.
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