"Los historiadores prefieren la televisión a los archivos", afirma Herbert Lottman
El biógrafo de Camus, Flaubert y Verne publica "La dinastía de los Rothschild"
Herbert Lottman debe ser el hombre que más ha escrito sobre la historia reciente de Francia, quien mejor ha conciliado el respeto de los hechos con una cierta capacidad para novelizarlos, para convertirlos en continuidad narrativa. Y en esa Francia contemporánea juegan un papel básico Pétain, la depuración una vez acabada la ocupación nazi, la guerra fría o los intelectuales. "En Francia, los historiadores prefieren los platós de televisión a los archivos", dice Herbert Lottman. Pero el escritor ha cortado con todo eso y se ha centrado en La dinastía de los Rothschild -publicado en España por Tusquets Editores- y en una biografía de Julio Verne. "Estaba harto de ocuparme de traidores y cobardes".
"A través de los Rothschild cuento el nacimiento del capitalismo moderno en Francia y el papel que ha jugado el antisemitismo estos dos últimos siglos. A diferencia de lo que me ocurría al preparar otros de mis libros, en esta ocasión no todos los protagonistas están muertos. Con Pétain, Colette, Flaubert o Camus me enfrenté a historias cerradas, trayectorias vitales acabadas, mientras que los Rothschild, la familia, sigue ahí, y el banco, aunque haya perdido mucha importancia, también sigue existiendo".Así es, y Lottman comienza con Meyer Amschel Rothschild, en el gueto de Francfort, y llega hasta hoy, con David, Edmond o Evelyn Rothschild dirigiendo sus sociedades financieras desde París, Londres o Ginebra.
El motor Lottman se alimenta de curiosidad. "Cuando comienzo la investigación sobre un tema o un personaje es porque quiero aprender sobre la cuestión. Me comporto como un lector que se hace preguntas continuamente". Que sea un anglosajón el que se las formule y no un francés le parece que puede explicarse "porque la tradición cultural gala es de otro tipo. Un francés, antes de ponerse a investigar, ya sabe lo que quiere encontrar, sólo necesita datos que confirmen su teoría; los anglosajones no aceptamos los apriorismos".
Explicado así, como un problema de método intelectual, el comentario tiene un tono distinto que cuando Lottman cuenta que "he sido el primero en pedir permiso a los archivos nacionales para mirar ciertos documentos sobre Pétain. Cada día, antes de ir a mirar legajos polvorientos, me metía en el bolsillo de la chaqueta un cargamento de servilletas de papel, porque allí no había nada para lavarte las manos. Quizá es por eso, porque hay tanto polvo, que muchos historiadores franceses prefieren acudir a los platós de televisión en vez de encerrarse en los archivos".
A través de sus libros cree "escribir una historia social y cultural de Francia", trascender los personajes o los hechos que sirven de punto de partida. En La caída de París se interroga por el destino de toda una ciudad, "por el cómo cada cual tenía que definirse respecto a un acontecimiento dramático".
Hablando de Camus descubre "un personaje del que los franceses sabían muy poco. Él era muy púdico y sus amigos desconocían muchos datos de su vida, desde la miseria de sus orígenes hasta el hecho de que si dejó el partido comunista en Argelia fue porque él defendía a los árabes". El inventario de la depuración evidencia la confusión inicial entre justicia y venganza, sustituida después por otra: ocultamiento para proteger Estado y Administración. "En Gallimard, donde Camus trabajó durante tantos años, apenas sabían de su vida. Interesarse por la vida de la gente, por los datos en vez de las interpretaciones, era considerado casi como un acto de mala educación. Hoy las cosas han cambiado".
Admite que le gustaría hacer un libro sobre el franquismo y la transición española, pero que aún le gustaría más ocuparse de los últimos tiempos de Mussolini. "Son temas que me e interesan. Creo que los momentos de cambio de una sociedad son apasionantes, pero sé que no me ocuparé de ellos porque yo sólo escribo donde están los documentos y los testigos, donde aún existen las casas en las que vivieron mis héroes. Soy incapaz de recoger datos durante dos meses y luego instalarme en mi casa, en otro lugar, para escribir durante un año".
Su apartamento -un quinto piso sin ascensor, en Montparnasse- está situado en un inmueble que acoge muchos talleres de artistas. Picasso, De Chirico, Rodin o Rilke vivieron allí. Muy cerca está el hotel Istria, el de Man Ray, Duchamp, Aragon o Triolet, y todo queda entre La Closerie des Lilas y La Coupole, una geografía idónea para los trabajos de Lottman.
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