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Reportaje:

Picaresca guerrillera en la confusa Angola

En el campo de Andulo, buena parte de los desmovilizados parece no haber matado una mosca en su vida

Alfonso Armada

ENVIADO ESPECIALDicen que son los temibles guerrilleros del Gallo Negro, pero vistos de perfil pasarían por un pelotón de campesinos desharrapados. Joáo Manuel es uno de ellos. Confiesa 18 años, aunque aparenta 15. Viste un pantalón hecho trizas, una camiseta reventada y nada en los pies, que se confunden con la tierra. Ni el más mínimo rastro de indumenta o coraje militar. "Creo en la paz, no quiero volver a combatir nunca más", dice mientras examina con curiosidad el equipo que acaba de recibir de la ONU: un par de zapatos, dos camisas, dos calzoncillos, dos camisetas, dos pares de calcetines, una toalla, un cubo, un plato, cubiertos, una colchoneta y material de aseo. Un pequeño ajuar que nunca tuvo ni acaso soñó.

Todo es amabilidad en el entoldado de recepción del campo de acantonamiento levantado por la ONU en Andulo, en el Planalto angoleño, corazón de UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola), el movimiento guerrillero de Jonás Savimbi que lleva desde 1966 metido en batallas. Un teatro idóneo para entender las triquiñuelas del proceso de paz angoleño y un campo de maniobras de la picaresca. Los funcionarios internacionales detallan los gramos de comida que recibe, cada soldado acantonado, los útiles de aseo, la ropa y las provisiones para sus familias. Los mandos de UNITA, desconfiados, se quejan de que su hospital no trabaja los fines de semana y de que deben compartir una lata de sardinas entre 16 guerrilleros.

Cartulinas y gráficos primorosamente rotulados dan cuenta de la batalla contra la guerra: a fecha de ayer, los presuntos soldados de UNITA acantonados eran 1.074, de ellos 410 llegados, con armas y 674 desarmados. De las armas entregadas, 351 eran personales (fusiles Kaláshnikov en su mayor parte) y 24 de apoyo a infantería, morteros sobre todo. Para el capitán Leonardo Mariscalço, brasileño de Minas Gerais, encargado de la recepción de armamento, el 80% de: las armas entregadas hasta ahora pueden considerarse como operativas (capaces de matar).. Sin embargo, Mariscalço relata que hace dos días recibió un cargamento de armas de la comandancia local de la guerrilla: un pequeño arsenal de fusiles Kaláshnikov perfectamente inútiles. Reposaban en el fondo de un arcón y estaban empapados en petróleo. Brillaban bajo la lluvia.. Un sargento brasileño, de la compañía de fuzileiros de montanha(fusileros de montaña), ironiza sobre el sentido de echar petróleo a unas armas incapaces de disparar un tiro.

Pedro es un peruano de Lima que ya trabajó para las Naciones Unidas en Mozambique, la otra gran colonia portuguesa en África, que en 1994 celebró unas elecciones democráticas que pusieron fin a una contienda civil alimentada por la guerra fría y que dejó el país arrasado. Si allí triunfó la paz, Pedro, que no quiere dar más señas, cree que también puede ocurrir lo mismo en Angola. El 40% del personal internacional de Andulo procede de Mozambique. "Queda todavía mucha desconfianza por vencer, pero esto es como una bola de nieve: una vez puesta en marcha, es difícil de detener. Angola es mucho más grande que Mozambique; allí los campamentos de acantonamiento eran como máximo de 1.500 hombres y aquí son de unos 5.000. En Mozambique también entregaban muchas armas inútiles, y muchas fueron ocultadas en esconderijos [escondrijos], para ver cómo iban las cosas. Nadie se fiaba al principio". También la munición que aportan los guerrilleros que llegan a Andulo es mínima para explicar una guerra sin fin. Los mandos de UNITA acercan la oreja para ver de qué se habla a sus espaldas. Según las estadísticas elaboradas por el personal de laONU en Andulo, sólo el 30% de los guerrilleros inscritos declara algún deseo de llegar a formar parte como militares del futuro ejército conjunto.

Pedro admite que ellos no están capacitados para comprobar quiénes de los que llegan al campamento asegurando que son guerrilleros buscan salir de la miseria y quiénes son campesinos "persuadidos" por UNITA para hacer creer que cumplen con el acuerdo de acuartelar a sus 63.000 combatientes, cifra que Savimbi rebaja notablemente como paso previo para desmovilizar a la mayoría de una guerrilla que deberá aportar 25.000 hombres al futuro Ejército angoleño, cuando la paz sea firme. El 29 de abril -meses después de lo previsto- comenzaron a llegar los primeros guerrilleros al campo, apenas unos días antes de que expirara el mandato de Unavem III (la Misión de Verificación de las Naciones Unidas), y de que Butros Butros-Gali (secretario general de la ONU) reprochara públicamente a UNITA sus continuas dilaciones e incumplimientos del protocolo de paz firmado en Lusaka en noviembre de 1994. El incombustible líder Jonás Savimbi, que se alió hasta con los gobiernos racistas surafricanos para mantener vivo su movimiento, no aceptó su derrota en las elecciones de 1992, y el regreso de su gente a las armas inauguró la fase más brutal de una guerra civil que encharcó el país de sangre, sobre todo desde 1975, cuando los portugueses concedieron la.independiencia a Angola.

En el área de recepción de Andulo los supuestos guerrilleros son sometidos a un somero cuestionario. Hay cuatro ordenadores para grabar, los datos de los aspirantes a volver a la vida civil, como Julio, que musita 20 años pero aparenta 12 y no tiene aspecto de haber empuñado un fusil en su vida. Un funcionario de la ONU que quiere permanecer en la sombra no se guarda en la boca los peores adjetivos para las maniobras de UNITA y su carácter criminal: "Está claro que en la parte del Gobierno hay muchos corruptos, pero los de UNITA están jugando continuamente con el proceso de paz y con la paciencia internacional. Qué más quieren que les demos". En la zona de recepción se produce un pequeño rifirrafe entre los mandos del campo y los de la guerrilla sobre la comida que reciben y la atención a las familias de los milicianos, que comenzaron a llegar al campo antes de lo previsto. El teniente coronel Molongongo, trazas de campesino astuto, vestido de oliva y con boina roja, se queja de las raciones escasas que reciben sus hombres y de que el vídeo y la música prometidos no acaban de llegar. Pero a la pregunta de si están mejor en el campamento que en el mato (la selva), admite: "Estamos mejor aquí".

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