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Vázquez Montalbán: "En 'El premio' hago una sátira del mundo literario, yo incluido"

Carvalho vuelve para resolver la muerte del mecenas de un premio millonario

Manuel Vázquez Montalbán vuelve al territorio Carvalho con El premio, una novela que es una inmersión a fondo en los ambientes literarios y en el Madrid de los financieros arribistas, de los numerosos dossiers y de los políticos en transición. El premio del título está dotado con un millón de pesetas por Lázaro Conesal, un financiero metido en literatura ante la necesidad de lavar su imagen. El problema surge cuando Conesal muere precisamente la noche de la concesión del premio. El detective Carvalho se convierte, por supuesto, en figura estelar.

"Cada novela es como un viaje a uno de mis mundos", explica Manuel Vázquez Montalbán. "En Asesinato en el comité central me sumergí en el ámbito del partido comunista y ahora lo hago en el literario. En este caso, además, se trataba de dar una mirada al entorno de los premios literarios, a esos otros héroes contemporáneos que son los financieros, que encuentran en el premio una coartada para limpiar su imagen".Vázquez Montalbán, que añade al cóctel de El premio una serie de reflexiones sobre arquitectura literaria y novela policiaca, ha incluido también divertidas caricaturas de escritores, de editores terminator y de personajes con nombres y apellidos, como Leguina, el Duque de Alba, Carmen Alborch y un premio Nobel español que cobra por asistir a los actos.

Es una sátira en la que me incluyo a mí mismo, que aparezco como Sánchez Bolín", matiza. "Dicen que los escritores siempre se están lanzando puñaladas, pero es lógico que se las den. Los que viven de exhibirse, como los escritores o los artistas, tienen una gran tendencia al narcisismo. En una reunión de escritores siempre se juega a ver quién la dice más gorda, pero es un juego inocente en el fondo. Si el escritor mata, al fin y a la cabo, mata con la palabra. Son mucho más peligrosos los financieros y los políticos, ya que lo único que buscan los escritores es que se les tenga aprecio".

Carvalho, que en las primeras novelas se movía a caballo entre la parte baja de Barcelona y los altos de Vallvidrera, vuelve en El premio a Madrid, ciudad que ya visitó 15 años atrás en Asesinato en el comité central. Casi ya sin secundarios (Charo se largó a Andorra y Biscúter tiene una aparición fugaz), solo y cansado, el detective pasa 48 horas en un Madrid frenético, encerrado en un hotel de diseño con 500 invitados.

"En esta novela la acción transcurre en Madrid porque los crímenes importantes pasan en Madrid, como capital de Estado que es", razona Vázquez. "Y también porque Madrid es el caldo de cultivo de la actual situación política y allí es donde se libran las batallas tribales mediáticas, políticas y judiciales. La duda que plantea El premio es qué tribu ha matado al mecenas, si los políticos, los literatos o los financieros".

Vázquez Montalbán se enfrenta en El premio a una estructura distinta, en la que se cabalgan dos acciones con 24 horas de diferencia y en la que Carvalho queda un tanto diluido. "Es una novela más coral, en la que todo transcurre en dos días. Ya había recurrido al flash-back en otras novelas, pero en ésta lo hago de un modo distinto. La idea es la de la continuidad, la de la serpiente que se muerde la cola".

Todavía reciente el Premio Nacional de las Letras que le otorgó el Ministerio de Cultura el pasado diciembre, Vázquez recuerda como muy lejanos aquellos tiempos en que estaba considerado como "un bastardo de la escritura, un mestizo", por el hecho de escribir novelas policíacas. "Por suerte", reflexiona, "se ha hundido para siempre la dictadura estética de los setenta. Entonces, o escribías según los cánones establecidos o no entrabas en ninguna selección de escritores, ni siquiera en la sub 21. Pasé años y años en los que ni se me mencionaba como escritor. Por suerte todo ha cambiado".

Ganador del Premio Planeta en 1979 con Los mares del sur, confiesa Vázquez que algunas anécdotas de aquella experiencia las ha incluido en El premio. "Recuerdo que una crítica que entonces tenía un cierto prestigio me preguntó con una mueca gansteril por cuánta pasta gansa me había vendido", explica. "Diecisiete años después he incluido la frase en la novela". Añade, hablando de premios, que el editor José Manuel Lara le llamó para felicitarle por El premio. "Es tu mejor Carvalho", me dijo.

La gastronomía, la quema ritual de libros y la afición a la bebida no podían fallar en una novela de Carvalho. Vázquez no defrauda, aunque en esta ocasión se centra sobre todo en el whisky. "Después de unos achaques de salud", se justifica, "sólo me dejan beber vino tinto y whisky con contención. Por eso me entretengo al detalle en el tema del whisky".

25 años de un detective que se reciclará en espía

El detective Carvalho, que nació como personaje de novela experimental en 1972 (Yo maté a Kennedy), cumplirá 25 años en 1997. Habrá fiesta sonada, por supuesto, y se anuncia ya una Semana Carvalho en la que participarán especialistas internacionales. El personaje, sin embargo, anda un tanto mosqueado con su autor, quizá porque Vázquez Montalbán anunció hace tiempo que, tras El premio, el ciclo terminaría en una novela titulada El milenio. En un reciente monólogo estrenado en Viena, Antes de que el milenio nos separe, Vázquez y Carvalho dirimen sus diferencias."En el monólogo", explica Vázquez Montalbán, "Carvalho se rebela contra mí porque afirma que no le dejo actuar como él quisiera y reclama su derecho de vivir en el próximo siglo. Es probable que te-nga razón y he pensado que no voy a dejarlo morir de momento. Quizá la solución sea convertirlo en el primer espía posmoderno, en una especie de espía privado contratado por el Cesid de la Generalitat, que recurre a él como ex agente de la CIA que es".

Entre los casos posibles del espía Carvalho, Vázquez Montalbán improvisa: "Quizá podría resolver un litigio con Aragón por el agua del Ebro, o solucionar el problema de dónde instalar los vertederos industriales (¿en ayuntamientos socialistas o convergentes?), o la intriga sobre el césped del Camp Nou".

Antes, sin embargo, Carvalho solucionará un caso en Buenos Aires y resolverá los problemas que le plantea la Barcelona actual. "Tras escaparse a Madrid en El premio, volverá a Barcelona", afirma Vázquez, "pero tengo el problema de volver a saber qué es Barcelona. Tenía la ciudad más o menos controlada hasta el 92, pero luego todo se complicó y hasta ahora no empiezo a saber por dónde va. Hay que buscar qué Barcelona literaria interesante ha quedado".

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