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Tribuna:CINE EUROPEO: EL ESTADO DE LAS COSAS
Tribuna
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¿Cómo estás, cine francés?

¿Cómo estás, cine francés? "Mal", responde el coro de profesionales. Pero como llevan diciendo lo mismo prácticamente desde la proyección en Le Grand Café el 28 de diciembre de 1895, nadie debe creer de repente a un gremio que, más que el del cine, parece de la crisis. Hasta ahora, el diagnóstico es el de un paciente débil, pero sano, con radiantes accesos de dinamismo.Este dinamismo se basa en la categoría especial, casi única, del cine francés. Este edificio está construido sobre tres pilares. El primer pilar es la existencia de una industria cinematográfica amplia y bien organizada, a pesar de numerosas disensiones internas, apoyada por un conocimiento técnico y económico y dotada de un fuerte instinto de supervivencia. Él segundo pilar es la importancia que el Estado da al cine: durante más de cincuenta años se ha considerado un bien nacional, tanto en términos económicos como culturales. Esto se traduce en una gran cantidad de leyes y regulaciones establecidas y puestas en práctica por una administración específica que depende del Ministerio de Cultura: el Centro Nacional de Cine (CNC). Entre otras tareas, el CNC administra los considerables fondos recaudados para apoyar el cine -dinero que, a diferencia de lo que se cree muy a menudo, no procede de un impuesto público, sino que se recauda entre los consumidores de cine, aficionados, canales de televisión y distribuidoras de vídeo-. Esta atención al cine por parte de las autoridades nacionales también puede surgir de la movilización de los políticos (entre ellos, el presidente y el primer ministro) cuando este medio parece en peligro, como durante las negociaciones del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). El tercer pilar es el valor cultural que se concede al cine. Cultivado en el fértil terreno de la crítica artística, ha hecho que las películas no sólo se consideren un medio de entretenimiento, sino también obras de arte. La enorme cantidad de festivales, de revistas, cineclubes, los vínculos desarrollados con artistas de otras disciplinas, el lugar reconocido que ocupa en el sistema de educación nacional, etcétera, han dotado al cine de un valor espiritual muy reconocido.

El cine francés actual, dista de estar en expansión. En la década 1982-1992, la audiencia bajó de 200 millones de espectadores al 15 millones (estabilizándose, al parecer, entre los 125 millones y los 130 millones desde entonces). De 1985 a 1994, el porcentaje de cine francés en el mercado nacional bajó del 44% al 28%, mientras que el porcentaje de cine norteamericano subió del 39% al 60%.

Lo que quedan son. proyectos de superpresupuesto y obras de arte. En lo relativo a los superpresupuestos, siguen siendo bajos para competir con los norteamericanos en ese terreno y salvo muy pocas excepciones (Luc Besson y quizá el nuevo director estrella Mathieu Kassovitz, cuya La Haine tuvo un gran éxito nacional en mayo y junio de 1995), los directores franceses parecen incapaces de competir en el campo de películas espectaculares de acción. Así que encuentran un estímulo diferente en otro campo: la cultura. Las adaptaciones a gran escala de novelas, muy conocidas (Jean de Florette; Germinal, de Claude Berri; Cyrano, de Jeán-Paul Rappeneau; El húsar sobre el tejado, muy esperada como "la mejor película francesa del año", que se estrenó el 20 de septiembre; El coronel Chabert, de Yves Angelo; La reina Margot, de Patrice Chereau), y las evocaciones históricas (Todas las mañanas del mundo, de Alain Corneau; La vida y nada más, de Bertrand Tavernier; Indochina y Una mujer francesa, de Regia Wargnier; muchas películas de Claude Lelouch...) forman esta gran clase relacionada tanto con grandes presupuestos como con grandes temas. Entró los éxitos hay que añadir las comedias, como Los visitantes, dirigida por Jean-Marie Poire, que con 13,6 millones de espectadores batió el récord del último cuarto de siglo. Pero aunque algunas comedias (hace poco, Felpudo maldito, de Josiane Balasko, y Un indien dans la ville, de Hervé Palud) atraen grandes multitudes, casi ninguna de las otras consigue sacar de casa al público. Y estas películas también son a menudo producciones de elevado presupuesto. Hay que añadir, además, que esta gran clase de cine tiene considerables dificultades para crear una nueva generación de estrellas que contribuya a, estabilizar el éxito del género más allá de los intentos película a película. Gérard Depardieu, Catherine Deneuve e Isabelle Adjani siguen siendo, desde hace décadas, los mejores vehículos hacia la gloria que nadie pueda esperar encontrarse en la cartelera. Pero ninguno de estos pocos nombres constituye una garantía en sí mismo.

En el otro extremo del cine encontramos una amplia colección de auteurs que en cama la vitalidad del cine francés como expresión artística. Entre los cuatro supervivientes de los fundadores de la nouvelle vague, tres han mostrado una nueva. película durante el primer trimestre de 1995 (Haut bas fragile, de Jaques Rivette; Les rendez-vous de Paris, de Eric Rohmer, y JLG / JLC, de Jean-Luc Godard), mientras La ceremonia, de Claude Chabrol, la cuarta, se estrenó a finales de agosto. Todos estos directores siguen trabajando y siguen siendo creativos, como otra gran figura del film d'auteur, Maurice Pialat, cuya película Le garçu se estrenó en octubre. Alain Resnais está trabajando y Agnes Varda también. Entre los directores de la siguiente generación, André Techiné ha tenido un gran éxito en 1994 con Les rouseaux sauvages y Jacques Doillon adaptó la bonita Du fond du coeur, mientras destacados compañeros de ambiciones artísticas como Philippe Garrel, Jean-Marie Straub, Alain Cavalier, Chantal Akerman, Olivier Assayas, Claire Denis siguen su trayectoria particular. Y año tras año aparecen nuevos directores muy prometedores: Arnaud Deplechin, Xavier Beauvois, Cedric Kahn, Manuel Poirier, Laurence Ferreira-Barbosa; Noemie Lvovsky, Pascale Ferran, Jean-Francois Richet. La mayor parte de estos nombres y títulos no son famosos, pero su acumulación da testimonio de una verdadera vitalidad y diversidad.Este cine que busca nuevos estilos de el pasado mise en scene y nuevas historias tampoco está de momento a punto de desaparecer. Actualmente, muchos cineastas han construido un microsistema personal de producción, y algunas veces de distribución, que les asegura su supervivencia, pero les mantiene en un aislamiento que limita la fuerza creativa. El peor peligro es que, mientras siga aumentando el abismo entre esta clase de cine y el cine de la gran clase, podría llegar a convertirse en un gueto cultural, excesivaniente subvencionado y diseñado para un sector del público reducido y preseleccionado, y podría hacer desaparecer el fructífero movimiento entre las diferentes clases de cine. El importante pero ambiguo papel desempeñado por el canal de televisión cultural Arte forma parte de esa cuestión al coproducir la mayor parte de las películas artísticas y ofrecer casi la única oportunidad de ser vistas en la pequeña pantalla. Sin Arte, muchas de estas películas simplemente no se harían. Con él como único compañero corren el riesgo de convertirse en películas-fórmula de su clase.

Y excepto unas cuantas personalidades importantes como Lelouch, Claude Sautet, Bertrand Tavernier o Jean-Jacques Beineix, el llamado cine comercial depende cada vez más del de Hollywood, independientemente del lugar en el que se ruede la película y del idioma original en el que se grabe. Si esta evolución se mantuviese, seguiría habiendo cine en Francia. Pero entre productos del gueto cultural y los de tipo americano, el cine francés podría desaparecer perfectamente como entidad creativa y autónoma.

Jean-Michel Frodones especialista de cine del diario francés Le Monde.

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