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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos superlativos

"Era una muchacha fascinante y además, aunque ignorante y sin cultura, no era estúpida, sino simplemente una persona tan abrumada por sus intensos sentimientos sobre el mundo y tan dividida entre sus conflictivos estados de ánimo que con frecuencia no conseguía expresarse de forma coherente". En su Memoria personal 1920-1975, Gerald Brenan, uno de los hombres que más, y más conflictivamente, amó a esa peculiar mujer cuyos "cabellos de maíz y brillantes e inquietos ojos azules" tanto atrajeron al escritor Lytton Strachey, hace este retrato casi imparcial. Y la retratada no es otra que Dora Carrington, pintora, tumultuosa, indecisaamante, atenazada por fantasmas familiares, deseada por muchos hombres.Homosexual convicto, excelente biógrafo, frecuentador del grupo de Bloomsbury y mundano fustigador del mundo victoriano, Strachey, el autor de Elizabeth y Essex, vivió con Carrington una relación de 17 intensos años de la que estuvo ausente todo atisbo de sexo y en la que ambos mantuvieron su vida sexual con terceros. Es la suya, qué duda cabe, una historia de amor completamente extraña. Pero no por ello menos torrencial o asfixiante: sólo siete semanas después de la muerte de Strachey, Carrington se disparaba un tiro con una escopeta de caza y moría desangrada, colofón trágico de unos amores entre el desvarío y la ruptura de la norma.

Carrington

Dirección: Christopher Hampton. Guión: C. Hampton, según el libro Lytton Strachey, de Michael Holroyd . Fotografía: Denis Lenoir. Música: Michael Nyman. Reino Unido-Francia, 1995. Intérpretes: Enma Thompson, Jonathan Pryce, Steven Waddington, Rufus Sewell. Estreno en Madrid: cines Bristol, Callao, Vergara, Ciudad Lineal y Renoir (V.O.).

Interesado como guionista en obras y personajes señeros en la historia de la literatura -Las amistades peligrosas, Total eclipse, sobre los amores entre Rimbaud y Verlaine-, poseedor de un respetado currículo como dramaturgo, Christopher Hampton hace su debú como realizador con Carrington. Y aunque no se libre del todo de la sombra tutelar de James Ivory, es bien cierto que logra un notable resultado artístico (obtuvo el premio especial del jurado de Canhes).

La apuesta de Hampton es simple, pero efectiva, y en cierta manera opuesta a la que preside su guión de Total eclipse: no dejarse dominar por la importancia histórica que parecen evocar los nombres de las criaturas, circunscribir la acción a unos pocos personajes, interrogarse por las razones que hacen de Carrington -mucho más que de Strachey, un personaje más brillante y, por tanto, dramáticamente más agradecido- un ser excepcionalmente complejo. Este crítico duda de que, finalmente, lo que emerja del filme sea un retrato completamente acabado y sin sombras del personaje. Pero, en todo caso, no se puede negar que la película se sumerge en un mundo de amores extraños sin perder nunca su norte, y sin hacer sensacionalismo barato.

Y como ocurre con otros filmes británicos contemporáneos, lo cierto es que todo el filme reposa sobre un trabajo excepcional, obra de dos actores verdaderamente inspirados, de dos profesionales que, a base de oficio, parecen incluso un calco físico de los personajes históricos que interpretan: Emma Thompson y Jonathan Pryce. A ellos debemos una matizadísima caracterización que, a pesar de sus escuelas diferentes, de sus carreras profundamente disímiles , Hampton logra acoplar a entera satisfacción, entre otras cosas, porque a ambos les sobra talento

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