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El Gobierno quiere expulsar a un centenar de los amotinados en Ceuta

El jefe de la Unidad de Intervención Policial hizo sonar el silbato a las cinco en punto de la tarde y habló así a los 132 inmigrantes africanos que, pese a no haber intervenido en los disturbios del miércoles en Ceuta, permanecían retenidos ayer en una nave del muelle: "Desde este momento están ustedes en libertad. Podrán salir de aquí cuando quieran. Pero no se lo recomiendo. La población quiere pelea".

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Se produjo un aplauso cerrado que llenó de envidia la nave contigua, donde los 168 africanos restantes, sospechosos de intervenir en la refriega, serán divididos hoy en dos grupos. Un centenar será distribuido por centros de detención de extranjeros de la Península en virtud de una autorización judicial solicitada ayer por la Delegación del Gobierno en Ceuta.Justicia e Interior intentará en 40 días, plazo máximo previsto por la ley de Extranjería, devolverlos a sus países de origen. El resto pasará a disposición judicial.

El ministro de la Presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba, afirmó ayer que la situación exige a todas las administraciones "prudencia" y "diálogo", y la solución definitiva sólo puede venir del cumplimiento de las leyes españolas sobre entrada y residencia.

El ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, insistió a su llegada a La Gomera, donde se celebra la reunión de ministros comunitarios, en. que "todo el mundo tiene que tener serenidad. También los alcaldes", informa Julio M. Lázaro. "El ministerio tiene que adoptar medidas; no las impuestas a plazo por un señor alcalde, sino aquellas que sean razonables y sensatas para resolver un problema grave", añadió.

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En Ceuta, Charles Goodluck, un liberiano de 36 años, fue el primero en recobrar ayer la calle después de quedar en libertad el grupo ajeno a los disturbios. Había un motivo para Goodluck: era el día de su bautismo para convertirse en mormón. De este colectivo, ocho pueden ver cumplido su sueño y pasar en los próximos días a la Península. Han sido avalados por organizaciones no gubernamentales de Cataluña y Andalucía, que les ayudarán a conseguir trabajo.

No lejos, el presidente alcalde de Ceuta, Basilio Fernández López, volvía a la carga: "Los africanos se irán. Aunque a mí me cueste la cárcel". Luego optó por lavarse las manos: "No soy responsable de lo que pueda pasar. Los ciudadanos están muy crispados". No mentía. Incluso se quedó corto. También algunos de los policías nacionales que cargaron el miércoles contra los africanos mantenían ayer su animadversión.

Uno de ellos, muy nervioso, aprovechó el desmayo de un inmigrante para increparle: "¡Teatro, teatro. No tienes nada, sólo buscas las fotografías de los periodistas. Sois todos igual de mentirosos!". El detenido tiritaba sobre una manta. Se intentó incorporar. Volvió a desmayarse y tuvo que ser evacuado al hospital por una ambulancia de la Cruz Roja que tardó más de 20 minutos. Sólo la actuación de los 50 agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de Sevilla y los 100 guardias civiles -ayer se incorporaron otros 50 para vigilar la frontera- ha serenado los ánimos.

La ciudad está desbordada y dividida. Hay vecinos que no se cortan en mostrar su racismo -"a los negritos, otra vez a ver a los negritos, ¿no?", preguntaba ayer retador un camarero-, y otros que no entienden cómo en un lugar donde conviven en armonía cuatro culturas -cristiana, musulmana, hebrea e hindú- pueden producirse nuevos incidentes.

Las grabaciones de vídeo todavía no han desvelado quién disparó e hirió de gravedad al policía Antonio Arrebola, pero sí destapar algún dato revelador: entre los agresores había una muestra muy surtida de la sociedad ceutí. Policías, guardas jurados, taxistas, respetables padres de familia y hasta periodistas de medios locales que todavía ayer declaraban orgullosos su contribución.

Todos, por supuesto, respaldados por Basilio Fernández, su alcalde: "Insisto. Los ciudadanos de Ceuta actuaron en legítima defensa. Si no llega a ser por ellos, los africanos machacan a la policía".

La policía obtuvo ayer un éxito y un fracaso. El éxito: localizar a unos 50 sospechosos entre los 300 detenidos. Tarea difícil por la diversidad de países de procedencia y la dificultad con el idioma. El fracaso: encontrar la pistola que hirió al policía nacional. Agentes de la policía científica seguían buscándola en uno de los pozos ciegos de las Murallas Reales.

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