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"Estoy aburrido de la novela difícil", afirma José Donoso

Enfrenta las dos Américas en 'Donde van a morir los elefantes'

Carlos Fuentes está furioso con José Donoso, su amigo de infancia: no acepta que, en Donde van a morir los elefantes, su última novela (Alfaguara), Donoso asesine a Marcelo Chiriboga, el escritor del boom que Donoso creó en El jardín de al lado y del que Fuentes escribió en El naranjo. De modo que Fuentes lo va a resucitar. "Para mí era indispensable matar a Chiriboga, dice Donoso en Madrid: "Amenazaba con devorarme".

Quien pasado mañana cumplirá 71 años sigue llevando la contraria, como siempre: "La salvación no está desde luego en la técnica, sino en Rilke." También en Donde van a morir los elefantes, Donoso, le lleva la contraria a su propia obra, habitualmente considerada una de las más complejas y exigentes del castellano moderno. Aunque se mantienen los viejos temas del extrañamiento y una conmovedora soledad, característicos de Donoso, esta vez la narración es límpida y clara. "Estoy aburrido con la novela difícil post Calvino y post Perec", dice, "y por tanto, cabreado con El obsceno pájaro de la noche [su obra más prestigiosa], que es una novela muy de época".Donde van a morir los elefantes cuenta la historia de un profesor de literatura latinoamericana, el más importante chiriboguista del mundo, de visita en una de las universidades norteamericanas del medio oeste, prestigiosas pero previsibles como la conversación en una peluquería hasta el punto de que por eso se dice que a ellas van a morir los elefantes: allí acuden muchos profesores, a veces con talento, a enterrarse en vida en la escritura de libros a menudo retóricos, pero necesarios para su currículo.

Novela de campus, está sin embargo vista desde la óptica de un periférico del imperio. El corrosivo resultado ha sido respaldado por el público latinoamericano y por la crítica, y también ha tocado el hígado de algún profesor del norte: con escaso humor ha prometido que le va a romper la cara al escritor chileno.

Agresividad

Es posible que parte de su agresividad se, deba a que Donoso se sonríe en su novela de algunos de los tabúes del pensamiento políticamente correcto, muy sólidamente implantado en Estados Unidos: en particular, los gordos, el feminismo, la mala conciencia de lo étnico, y las sordas rivalidades latentes en la convivencia entre clanes académicos, no sólo anglosajones y latinos sino hispanistas y latinoamericanistas. En la conversación, Donoso dice caer en la cuenta de que su interés por los gordos -llegó a seguir gordas por todo Washington durante la gestación del libro- tiene probablemente su raíz en una madre siempre preocupada de que "sobrara y no faltara" en la mesa, y que sin embargo se dejó morir en un proceso anoréxico "de raíces políticas".Por lo demás, Donoso, que con sus ojos azules y chaqueta de tweed podría pasar por un profesor de Princeton, y cuyos dos primeros cuentos fueron escritos en inglés, es un reputado experto en literatura inglesa del siglo XIX. Él aclara que es un "criollo absoluto", de 15ª generación: el primer Donoso llegó a Chile en 1581.

Como en otras de sus obras, la novela alude de diversas maneras al boom, desafortunado mote de un formidable grupo de escritores del que Donoso no sólo forma parte sino que es el único que ha teorizado sobre él y, que no está peleado con ningún miembro. "El boom me interesa críticamente", dice. Sin embargo, es un fenómeno que no se ha vuelto a producir. Hace unos anos, la literatura latinoamericana era continental. Hoy está atomizada en provincianas literaturas nacionales "por culpa de la estrategia comercial de algunas editoriales, sin nada que ver con la cultura".

Aunque en efecto tiene los modales y amabilidad de un viejo criollo, a Donoso no le extraña, sin embargo, la constante del distanciamiento que atraviesa todas sus novelas: "Yo tengo una visión terribilista del mundo", dice. "Me parece absurdo hablar de progreso, por ejemplo, como se habla hoy: la salvación no está en la tecnología, sino en Rilke". Otro ejemplo, las universidades norteamericanas: pese a que son los reductos de una gran cultura, pero al tiempo se desvirtúan cuando eso mismo se convierte en competividad y poder, cuando se convierte en una carrera, como se satiriza en su novela.

Entonces se produce una confusión: A la pregunta de si no cree que la novela no muere, pero agoniza, Donoso responde: "Claro que es una larga agonía. Toda novela refleja la personal agonía de su creador. La agonía de tener que escribir es terrible. Sentir que eres hueco, que eres poca cosa, una mierda como persona, sin nada que contar... Sólo entonces uno se da cuenta de que escribir sobre un tenedor puede ser interesante. Basta leer a Chéjov".

Obsesionado como pocos por la literatura -desde los doce años no hace otra cosa que leer y escribir-, Donoso ha decidido cerrar y entregar dos libros este año: una compilación de sus artículos, y Conjeturas sobre la memoria de mi tribu, recuerdos fabulados en la frontera entre realidad y fantasía.

A Donoso le irritan sobremanera los abusos de la literatura accesible, con la que los jóvenes se puedan identificar. "Leer lo que a uno le refleja sólo conduce al narcicismo", dice. "Y los profesores que hacen que los niños lean esa literatura son unos canallas".

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