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BALONCESTO SEMIFINALES LIGA ACB

El Barcelona dinamita al Real Madrid

Los azulgrana logran su mayor triunfo ante los blancos en la historia del campeonato

Robert Álvarez

Cuestión de equipo y de apetito. El Barcelona actuó con solidaridad, sincronía y hambre, mientras que el Madrid se perdió en la anarquía y dio síntomas de empacho, como si la Liga Europea le hubiera saciado por completo. El Barcelona marcó el paso de la eliminatoria desde, el primer minuto del primer partido. Al descanso (50-34), incluso ya mucho antes (24-12), el Madrid apelaba a su carácter camaleónico y trataba de aprender la lección y aprovisionar fuerzas para el resto de los partidos. Obradovic sentó junto a él a Antúnez y renunció, ya entonces, a prestar mayor atención al correctivo que estaba sufriendo su quinteto titular. Se dedicó, simplemente, a adoctrinar a su base titular mientras que Lasa inyectaba un decilitro de oxígeno (29-22) a los suyos.Por deficiencias físicas o por la oposición del cuarteto de pívots azulgrana, Sabonis dio sensación de apatía. Y pese a ello, el Madrid se obcecó en su propensión a agarrarse del lituano. Sin el alimento de sus puntos, sus rebotes, su intimidación e incluso su dirección, sus compañeros fueron claudicando por inanición. Mal día para ello.

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Fue el día en que el Palau Blaugrana no se acordó de Epi como redentor. Fue el día en que Xavi Fernández le suplantó. Fue el día en que el Barcelona metió sus cinco primeros intentos triples. Fue el día en que Crowder se reveló como una bomba andante, inasequible en defensa, el día en que Aíto disfrutó con el festival de su colectivo y adquirió su máxima expresión el juego fantasioso pero serio, intenso pero deshinibido que propugna.

Salva Díaz interpretó el compás adecuado para que los azulgrana tararearan su baloncesto. Cuando la melodía subía de tono -triples, contraataques-, Antúnez desafinaba con un sólo que, en el Palau Blaugrana, conducía a la cacofonía.

El Madrid no encontraba tampoco en esos momentos el asidero de la soberbia defensa que interpretó en la final four de Zaragoza. Bien es cierto que el Barcelona actuó con una paciencia suprema cuando el Madrid intentó cerrarse a cal y canto.

Las acciones fueron delatando el desolador panorama madridista. El Barcelona le clavó un triple en una de esas jugadas en que se había conjurado para que al rival se le agotaran los 30 segundos de posesión sin tener siquiera opción al lanzamiento. Sabonis intentó otro triple, pero en una acción que demostró su soledad y su impotencia. Lo lanzó porque no vio ni a quien pasar ni cómo hacer jugada.

El Barcelona rozó la perfección y difícilmente tendrá delante un Madrid tan expuesto al suicidio. Pero también logró algo que trascendió a la mera victoria: arrancó la eliminatoria con una autoridad moral incontestable y que algo puede pesar sobre el resto de los partidos. Pocas veces el Madrid se ha mostrado tan endeble en el rebote -38 capturas azulgrana por 22 madridistas-, tan reducido a lo hiciera Sabonis.

Obradovic le dio un breve descanso de cinco minutos al pívot lituano en la segunda parte y el Barcelona batió récords pasando del 63-43 al 77-44. Su ventaja máxima fue de 36 puntos, 94-58, a 38 segundos para el final. Se redujo algo a la conclusión del partido. Pero no lo suficiente como para impedir que el Barça marcara un registro histórico: su victoria más amplia sobre el Madrid en los 39 años de campeonato.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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