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Los últimos 'marines' salen de Mogadiscio a la carrera

Alfonso Armada

ENVIADO ESPECIAL ¡Out", gritó el sargento Albert Smith, un corpulento negro de Virginia, y los últimos seis marines norteamericanos que protegían las entradas al puerto de Mogadiscio echaron a correr perseguidos tan sólo por una escuálida camada de periodistas. Fue un final nada glorioso comparado con el estelar desembarco del 9 de diciembre de 1992, bajo el foco de las cámaras. Entonces, la Operación Devolver la Esperanza hizo creer a muchos que la intervención de EE UU iba a traer la paz a Somalia, un país desangrado por la lucha de clanes.

No hubo ayer ni flashes ni conexiones en directo con las principales cadenas de televisión de Estados Unidos. Era una hora perfectamente inútil y africana. A las 16.20 (14.20, hora peninsular española), con cielo despejado y mar en calma, el crucero de pasajeros Vergina, con los últimos 1.500 cascos azules paquistaníes de la operación de las Naciones Unidas en Somalia (Onusom) en la toldilla y en las entrañas, hizo sonar su sirena y soltó amarras.Era la señal. Los marines que protegían el muelle de contenedores comenzaron a retroceder, de espaldas y con el fusil de asalto en ristre. En las almenas de la vieja prisión, sus colegas hicieron lo propio. Pero en cuanto doblaron el chaflán donde hacía guardia el soldado Chris Sergeant, echaron a correr sin mirar atrás. En cuanto los blindados tomaron el camino de la playa para volver a las barcazas que les habían devuelto por unas horas a la inhóspita arena de Somalia, una fuerza de policía local pagada hasta ayer por la ONU y armada don escasos fusiles, palos y sospechosas bolsas de plástico azul, comenzó a tomar posiciones en el muelle. El pitido de sus silbatos afónicos no logró disuadir a los asaltantes más madrugadores.

Las milicias del general Mohamed Fará Aidid, el hombre de la guerra que domina casi todo el sur de Mogadiscio y que el miércoles se hizo con el aeropuerto tras el repliegue de los cascos azules, había movido bien sus piezas. Varias technicals (furgonetas con ametralladoras pesadas soldadas en la parte trasera, también conocidas como Mad Max), cuajadas de jovencísimos e impulsivos milicianos, protegían las principales entradas del puerto. Con el control de las dos principales vías de comunicación e ingresos de Mogadiscio, Aidid está ahora en una posición de fuerza para negociar con su archienemigo, que manda al norte de la ciudad, Alí Mahdi, autoproclamado presidente interino de Somalia en 1991, cuando estalló una guerra civil que rompió el país en mil pedazos.

"Se acabaron los buenos salarios, ahora hay que volver a disparar". Abdi Omar, de 39 años, antiguo coronel del Ejército de Siad Barre y recién licenciado de su labor de supervisor portuario de las Naciones Unidas, lo tiene claro y sonríe mientras contempla cómo su fuente de ingresos de los último dos años se aleja por el océano índico. El Vergina va camino de Pakistán. Los últimos soldados norteamericanos e italianos abandonaron a la una de la madrugada entre bengalas y balas trazadoras la cabeza de playa ganada hace tres días para regresar a la flota multinacional de 18 navíos que, bajo mando norteamericano, quebré durante unas horas la monotonía de la bella costa somalí.Somalia queda atrás. Y ayer mismo empezó a desaparecer de las imágenes del mundo. Aquellas imágenes que en 1992, gracias a una feroz sequía, los experimentos agrícolas y los ajustes salvajes inspirados por el Fondo Monetario Internacional y el fervor bélico de los clanes, desencadenaron una hambruna bíblica.Las Naciones Unidas lanzaron entonces una operación inédita: humanitarismo a la fuerza. Aunque la hambruna se palió en parte, los principales problemas que aquejaban a Somalia no fueron solucionados por la intervención de 30.000 cascos azules de 28 naciones. Ni la reconciliación nacional ni un cese el fuego definitivo entre los múltiples clanes y subclanes en que está fragmentado este país de nómadas enclavado en el Cuerno de África han avanzado un metro con la operación. Atrás dejan un río de oro vertido en el desierto: más de 3.000 , millones de dólares (400.000 millones de pesetas).El error más trágico

Pero acaso el error más trágico lo cometió la ONU cuando, tras la muerte de 58 cascos azules en un enfrentamiento en junio de 1993, proclamó a Aidid "enemigo de la especie humana" y puso precio a su cabeza, con lo que la organización internacional acabó por convertirse en una facción más en un pais de facciones. Aidid esquivó con éxito un acoso encabezado por EE UU y ganó fama mundial. La muerte de 13 soldados norteamericanos en octubre de 1993 fue para Washington un coste demasiado pesado y le llevó a su retirada.Muchos temen que la guerra de todos contra todos vuelva a sus peores días. Los clanes y sus líderes tienen ahora la palabra, aunque llevan mucho tiempo acostumbrados a hablar por la boca de sus fusiles. Los clanes somalíes son tan intrincados que es preciso un minucioso árbol genealógico para internarse en sus frondosas ramas. Curiosa paradoja de un país en buena parte desértico y que, a diferencia de buena parte de los nuevos países trazados en África por el cartabón de las potencias coloniales, está formado por una misma etnia, que habla un mismo idioma y practica una misma religión, la musulmana, aunque sujeta a diferentes grados de fanatismo.

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Somalia es hoy un Estado desarticulado, sin gobierno, sin policía, sin orden ni ley. La única ley es la que imponen los grupos armados. Ningún blanco puede aventurarse por sus calles y carreteras sin haber pagado antes la protección armada de un grupo de entusiastas guardaespaldas pegados a un Kaláshnikov. Somalia disfruta del dudoso récord de ser el país menos seguro del mundo.

[El Gobierno español ha accedido a la petición estadounidense para utilizar las bases de Morón y Rota para esta operación de retirada de Somalia].

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