_
_
_
_
CRISIS DEL SISTEMA EN MÉXICO

Salinas, la caída de un mito

Una brutal crisis económica y un misterioso asesinato apagan la estrella del ex presidente mexicano

F. O. Con la misma energía de antaño, pero sin el poder de un presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari, el político hábil y astuto del México de los noventa, representante otrora de un país en cambio y ejemplo a seguir hace tan sólo dos años en toda América Latina, salía el miércoles en defensa de la inocencia de su hermano Raúl, acusado por el Gobierno de Ernesto Zedillo de ser el autor intelectual del asesinato del que fuera secretario general del Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Francisco Ruiz Massieu.Pero esta vez Salinas, un economista de 46 años recientemente contratado por la casa matriz del Wall Street Journal como asesor editorial, no tenía consigo el apoyo de aquellos que en su día le adularon e, incluso, se beneficiaron de su amistad para obtener prebendas, sino todo lo contrario. Prácticamente solo, aunque asistido por los ayudantes que el Estado Mayor Presidencial le de . a de por vida a los ex presidentes mexicanos, Salinas pasaba de la radio al televisor, y viceversa, para comprobar personalmente qué estaba pasando con él en su propio país, el mismo que no hace mucho le aclamaba por la calle.

"Mire, Pepe", sorprendía Salinas al periodista José Gutiérrez Vivó en una llamada espontánea al noticiero de radio más importante de la capital mexicana. "Yo quería hacer una declaración sobre la investigación del licenciado Ruiz Massieu, pero, en virtud de que está en curso, no podré contestar preguntas. No obstante, quiero señalar que me parece inverosímil que alguien de la familia Salinas haya estado en contra de su progreso político. Ruiz Massieu era un modernizador dentro del programa de modernización que yo impulsaba".

Carlos Salinas, excelente comunicador durante su mandato, destrozaba la tesis del fiscal del caso, el subprocurador Chapas Bezanillas, que momentos antes en ese mismo informativo había asegurado que Raúl Salinas había ordenado matar a Ruiz Massieu porque estorbaba en el cambio político que se estaba produciendo en el país.El fiscal, la misma persona que el día anterior anunció la detención del hermano de Salinas, era llamado a capítulo y la propia Procuraduría lo desautorizaba con un lacónico y corto comunicado: "El móvil del crimen aún no ha sido determinado".

Salinas ganaba un salto creando la duda a la opinión pública sobre la tesis del fiscal Chapas Bezanilla, pero se había equivocado de contrincante porque, al fin y al cabo, lo que se estaba produciendo en el país con la inculpación y detención de su hermano Raúl era, además de la evidencia criminal, una ruptura absoluta en el sistema que puede traer como consecuencia nuevas reglas políticas.

Era, como titulaba el martes su primera página el diario Reforma, la ruptura definitiva entre Zedillo y Carlos Salinas de Gortari. O lo que matizaba el prestigiado politólogo local Lorenzo Meyer: el fin de reglas no escritas, como la del presidente que respeta el entorno de su antecesor para garantizarse él mismo, en el futuro, un retiro pacífico y exento del acoso de la ley.

El presidente Zedillo, debilitado y desgastado a, los tres meses de su mandato por la aparatosa crisis económica que sufre México, necesitaba un golpe de efecto importante para ganar la credibilidad de su opinión pública, muy confusa porque la economía no consigue despegar, pese a las inyecciones internacionales, y porque el giro dado al conflicto de Chiapas, más que crear orden, está provocando desórdenes tanto dentro como fuera del país.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El golpe de efecto de Zedillo, paradójicamente un hombre que le debía hasta ahora a Salinas no sólo la presidencia de la República, sino prácticamente casi toda su carrera política, no se hizo esperar y, basándose en sus promesas de comienzo de mandato acerca de una justicia transparente y que le ofreciera confianza a los mexicanos, permitió que se hurgara en la familia del anterior presidente para descubrir que uno de sus hermanos era el responsable de uno de los crímenes políticos más abominables cometidos en el país.

Carlos Salinas, desde ese momento, ya no es el mismo. Golpeado duramente en estos tres últimos meses, a raíz de que un sector de la sociedad le culpa de haber sido el causante directo de la devaluación por haber antepuesto su ambición personal a los intereses del país, el domingo último vio cómo un grupo de ciudadanos convocaba un referéndum en el Distrito Federal para enjuiciar su trabajo político. El resultado de esta consulta simbólica no le pudo ser más desfavorable: prácticamente el 97% de las 630.000 personas que se acercaron a las urnas determinaron su culpabilidad.

Salinas, que el martes abandonó sus aspiraciones a dirigir la Organización Mundial de Comercio (OMC), se ha defendido estos días y ha señalado al Gobierno de Zedillo como responsable único y absoluto de lo que pasa en México, dando a entender que la brusca devaluación del peso del mes de diciembre fue un error de los que hoy están en el Gobierno. Aun siendo cierto, en un país como México, donde el ciudadano dejó de creer hacia arriba hace mucho tiempo, nadie apuesta ya por el ex presidente. Atrás quedó la gloria y el mito de sus hazañas políticas, entre ellas el Tratado de Libre Comercio o el restablecimiento de las relaciones con la Iglesia católica. Y es que hoy Carlos Salinas está más cerca del banquillo que de quedar inmortalizado en la historia de su país.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_