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LA LIDIA - MÉXICO

Y Enrique Ponce toreó

El valor, la entrega, el donaire y el dominio con que Enrique Ponce Toreó (así, con mayúscula) al sexto de la tarde, transmitieron emoción a los tendidos y los, 45.000 espectadores se pusieron de pie para vitorearlo.Poco pudo hacer Manolo Mejía con el huidizo que Abrió plaza. Destacó en un quite por valientes chicuelinas y con los palitroques escuchó diana. Aunque el animal no humillaba, en su trasteo pudo engarzar armoniosos pases por ambos lados.

Por lo brusco de la embestida con que salió el tercero, Mejía no se acopló con el capote, pero se lució en quites con unas chicuelinas antiguas. El medio recorrido y los derrotes del adversario no lo amedrantaron y con la muleta se quedó quieto. Dio series por bajo con temple y mando. En el quinto, que salió con patas, sobresalieron una artística larga cambiada y tres espectaculares pares de banderillas. Con la panosa inició su labor por estatuarios y sólo por su férrea voluntad hizo que el acobardado y endeble cornúpeta embistiera, A sus tandas de muletazos les imprimió suavidad en el temple. Inexplicablemente regaló el sobrero y lo único digno de narrar es la larga cambiada de hinojos con que lo recibió. Ni el genio del burel ni el aire le permitieron lucimiento alguno.

Mimiahuapam / Mejía, Ponce

Siete toros (uno de regalo) de San Miguel de Mimiahuapam, irreprochables excepto el 5º débiles, correosos, peligrosos.Manolo Mejía: abucheos; silencio; silencio; palmas. Enrique Ponce: petición y salida al tercio; aviso y silencio; vuelta.Monumental Plaza México, 12 de febrero. Lleno de o hay billetes.

Enjundia y señorío

El segundo de la tarde puso en aprietos a Enrique Ponce al capotearlo. Con enjundia y señorío realizó su tarea y, aunque el bicho no tenía recorrido, le enjaretó naturales y derechazos en los que hubo peligro. A la hora de la verdad realizó la suerte de frente, dando el pecho, haciendo la cruz y viendo el morrillo.El valenciano recibió al cuarto con quietud y esculpió emotivas verónicas que remató con esculturales largas. Su labor con la sarga fue intrascendente pues como el morlaco era gazapón, lo trasteó con demasiada precaución y esto deslució su vitola.

Pero el hispano se sacó la espina en el sexto al cual le instrumentó bellas verónicas cargando la suerte. En el último tercio su toreoTue con esencia. Burló con elegancia las secas acometidas del astado e hizo que éste fuera por donde el juego de su muñeca mandaba la franela. Giró la cintura con garbo y señorío al rítmico temple con que supo medir la movilidad del burel. Sus pases cambiados y los ayudados por bajo fueron relajados, con gusto y precisión. Los impecables naturales y los derechazos tuvieron armonía y más que ligados pare cían trenzados. Aunque perdió los trofeos por pinchar en tres ocasiones en todo lo alto, el público lo despidió efusivamente.

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