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51º FESTIVAL DE VENECIA

Recital de Rosie Pérez y Harvey Keitel en un 'thriller' sentimental

El actor Al Pacino, llega a la Mostra para recibir un León de Oro honorífico

ENVIADO ESPECIALNo se estilan últimamente las películas románticas sin barreras de pudor y miedo al ridículo, las que los franceses llamaron de amour fou. El amor loco ha sido sustituido por la violencia sanguinaria a palo seco. Pero el norteamericano Alexander Rockweu quiere, y logra en Somebody to love, mostrar que violencia y sentimentalismo no son (como no lo eran en las tradiciones clásicas) incompatibles, sino complementarios, cuando los combina una sensibilidad afinada. Buena y humilde película, en la que Rosie Pérez y Harvey Keitel nos regalan un recital de sí mismos. Mientras, Al Pacino engrosó el desfile de estrellas en los escaparates de la Mostra.

Alexander Rockwell es conocído en España por In the soup, una curiosa obra del marginalismo neoyorquino, de presupuesto mínimo, completamente cutre, pero en la que se percibían despuntes de un estilo. Era un filme primerizo y torpón, que sirvió de aprendizaje a su director, cosa que se nota mucho en Somebody to love aquí en concurso. En ella, Harvey Keitel es el maestro de siempre y, por encima de él, la puertorriqueña Rosie Pérez -a la que hace unos meses la blandenguería de la Academia de Hollywood birló en oscar a la mejor intérprete secundaria por Sin miedo a la vida, para concedérselo disparatadamente a la niña de El piano- alcanza una gran creación, sin esfuerzo y a través de un personaje nada fácil de componer y hacer creíble. La película, aunque está lejos de ser perfecta, es un paso adelante en la carrera de este minimalista neoyorquino, capaz de hacer cine contra la corriente y con cuatro dólares. En una de sus escenas enloquecidas, Rockwell deja suelto ante la cámara al viejo Sam Fuller interpretándose a sí mismo. No parece casual esta presencia, pues el joven cineasta impone a su cámara algo de la mirada, al mismo tiempo airada y tierna, de su maestro. También aparece en la pantalla Quentin Tarantino, pero no haciendo de sí mismo, sino de camarero charlatán, cosa que entra naturalmente en una película que refuta sutilmente la moda impuesta por este cineasta triunfante, en una secuencia de relleno pero cargada de mala uva. Tarantino y Fuller andan por aquí empinando el codo y, junto a sus numeritos personales, pueden verse, en los pasillos del Palazzo y el Excelsior, los de Meg Ryan, Michael Douglas, William Friedkin, Danny de Vito, Penny Marshall, Jack Nicholson, Harrison Ford con la familia al completo, Giorgio Armani, Oliver Stone, Chaz Palmintieri, Maximilian Schell, Tom Hanks, Wini Wenders, que se ha traído un soso cortometraje titulado Alisha, destinado a la televisión; Peter Greenaway, que ha venido con otro ejercicio pictórico televisivo titulado Stairs 1 Ginebra; y el fantasma del pobre Rainer Werner Fassbinder, de cuyas cenizas han resucitado -infortunadamente, pues la cosa no lo merece su telefilme Martha, realizado en 1973.

'La Biblia' de la RAI

Para la pantalla pequeña es también el comienzo de la serie de la RAI sobre La Biblia, cuyos dos primeros capítulos, 'El Génesis' y 'El Diluvio', fueron realizados hace dos años por el raro cineasta y más raro ciudadano Ermanno Olmi, que jamás acude a un festival. Sus dos telefilmes tienen destellos del talento profundo, sereno y preciosista que dio lugar a tres obras maestras: Il posto, El árbol de los zuecos y La leyenda del santo bebedor. Pero sólo eso, destellos.Con las manos en los bolsillos, llegó Al Pacino, convocado por la Mostra para recibir un León de Oro por toda su carrera, cosa injusta pues en la filmograrla de este exagerado ítalo-neoyorquino abundan los efectismos de ba a estofa antes j

de que Francis Coppola sacara de debajo de su piel, según cuentan a latigazos, el equilibrio entre gesticulación retórica y explosión dramática de que hace gala en los tres formidables Padrinos.

Y, junto a Pacino, el honorable Gillo Pontecorvo -un viejo comunista de quien la prensa italiana de izquierda dice ahora que es un hombre sin honor, mientras desde Polinesia Marlon Brando se despacha acusándolo de "pistolero y racista", pues "daba mejor de comer a los blancos que a los negros en el rodaje de Queimada "- ha condecorado con otros dos leones honoríficos a Ken Loach, al que no se espera; y Suso Cecchi d'Amico, guionista italiana, que ya está aquí.

La vieja escritora exhibe sus canas paseando con su genial colega Tonino Guerra, formidable poeta y escritor de maravillosas películas. Para entendernos: Guerra es el verdadero creador del universo de Amarcord, y de su generoso ingenio chuparon Antonioni y Fellini a destajo.

Es sin duda para compensar la elección del dedo de apretar el gatillo de Pontecorvo, cuya pistola apuntó a Cecchi d'Amico, por lo que el Sindicato ' de Escritores Cinematográficos italiano secuestró de su retiro en Rímini a Tonino Guerra y le otorgó el premio alternativo Pietro Bianchi.

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