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"La situación radiactiva en el sarcófago de Chernóbil ha empeorado", afirma su director

El futuro de la central nuclear será tema prioritario en la próxima reunión de la UE

Pilar Bonet

Inquietantes procesos que los científicos no controlan ocurren debajo de los miles de toneladas de hormigón, plomo, arcilla y vertidos que sepultan el bloque averiado en el accidente de la central nuclear de Chernóbil. Así se desprende de las declaraciones a EL PAIS de VIadímir Tokarevski, el director general de El Refugio (Ukritye), el actual nombre del sarcófago que protege el cuarto bloque de la central, escenario, en abril de 1986, del peor accidente nuclear de la historia. "La situación radiactiva en el interior del sarcófago ha empeorado", dice Tokarevski. Chernóbil será tema prioritario en la próxima cumbre de la Unión Europea en Corfú y en la reunión del G-7 a principios de julio en Nápoles.

Cerrar o no cerrar Chernóbil, que abastece el 60% de la energía eléctrica de Kiev, depende de la posibilidad de reunir los millones necesarios para desarrollar otras fuentes compensatorias. El regateo internacional está en marcha, y cada parte utiliza sus argumentos. Los problemas de abastecimiento de petróleo ruso han elevado la contribución nuclear al balance energético de Ucrania del 25% al 40% del total en invierno, señala Tokarevski.VIadímir Tokarevski, un doctor en ciencias físicas y matemáticas, querría ver cubierto El Refugio por otro nuevo -El Refugio 2-, concebido como un organismo hermético que funcione como una fábrica de procesamiento de material nuclear. La falta de hermeticidad del sarcófago se debe al procedimiento de urgencia con el que fue construido. "El proyecto estaba pensado para 30 años, pero los análisis efectuados en 1988 y 1989 demostraron que no se corresponde con la idea original. No se puede decir cuánto durará, aunque ahora se estima que la vida de El Refugio es de ocho a diez años".

Al científico le preocupa la circulación de aire entre la atmósfera exterior y el interior del bloque, donde la temperatura ha pasado de los 1.000 grados tras el siniestro a los 50 grados en la actualidad. Este enfriamiento ha tenido, sin embargo, su contrapartida en un gran aumento de la humedad en el interior del bloque siniestrado, donde hay, dice, "entre 2.000 y 3.000 metros cúbicos de agua, según diferentes estimaciones". El agua, que procede de la condensación de la humedad y de las filtraciones de lluvia a través del tejado, favorece la reacción en cadena para ciertos isótopos radiactivos. Arrastrado por el agua, el polvo radiactivo se concentra en los niveles más profundos del bloque siniestrado, donde permanece sin filtrarse a la capa freática, según asegura Tokarevski.

Peligro de explosión

"En el curso de los últimos seis años el contenido de uranio en el agua se ha incrementado mil veces", afirma el director de El Refugio. Según éste, la concentración de material radiactivo puede provocar calentamientos locales que aumentan la reactividad de los neutrones. "Si este proceso ocurre muy deprisa, tendríamos una explosión; si no, nos encontramos ante un hervor semejante al de una tetera. En teoría, es posible pensar que una evaporación rápida de parte del agua podría producir una energía cinética capaz de derribar parte de las construcciones de protección y provocar una contaminación extra del territorio ya siniestrado en l986".Las variantes de lo que puede ocurrir en el interior del cuarto bloque son infinitas dada la conjunción de uranio enriquecido, plutonio y agua, según afirma Tokarevski. Hoy por hoy, cuando está a punto de fallarse el concurso de la VE sobre la viabilidad de un nuevo envoltorio para Chernóbil, la situación en el interior de El Refugio escapa a la percepción de los científicos.

"El mayor nivel de radiactividad en el interior es de 5.500 roentgen por hora en una de las piscinas de almacenamiento de combustible usado. La radiactividad oscila entre lugares limpios la varios miles de roentgen por hora en otros lugares donde hay combustible, como en la sala central del reactor", afirma Tokarevski. "La sala central del reactor es una tierra incógnita cuyo estado no conocemos"', añade. "El mayor quebradero de cabeza para nuestra organización es comprender lo que sucede en la sala central y cuánto combustible nuclear hay allí", afirma.

Cuando sucedió el accidente, en el cuarto bloque había 192 toneladas de uranio, y de esta cantidad unas 10 toneladas se esparcieron por la atmósfera en forma de distintos isótopos radiactivos. Entre siete diez toneladas están en forma de polvo que impregna el suelo de la central.

"Según los datos disponibles actualmente, algo menos de la mitad del combustible que permaneció en la central está debajo de la galería del reactor, y algo más de la mitad está en la sala central, cubierto por los materiales del vertido". "Debajo de la galería del reactor se ha formado una lava que ha descendido varios pisos en la construcción subterránea", afirma el científico. "En junio de 1990, en uno de los espacios se observó un gran aumento de la emisión de neutrones y, aunque no podemos decir que hubiera un comienzo de una reacción en cadena, esta explicación es plausible, ya que hay suficiente combustible para que pueda suceder este proceso".

Tokarevski está tranquilo en lo que se refiere a la situación radiactiva en las inmediaciones de la central. Las fugas de radionúclidos son del orden de 0,3 curies al año, y están formadas sobre todo por cesio y una magnitud de plutonio mil veces inferior, señala. Según el científico, estas fugas "no ejercen ninguna influencia en la situación radiactiva del entorno", donde el fondo radiactivo es de algunas décimas de milirroentgen por hora. En el interior de la central, al ocurrir el accidente, había unos 500 kilos de plutonio, sobre todo plutonio, 239.

En Chernóbil trabajan hoy unas 4.000 personas, de las cuales unas 700 se dedican a mantener El Refugio, y funcionan dos de los cuatro bloques existentes, después de que el segundo bloque sufriera una avería electrotécnica en 1992.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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