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Tiraron cohetes

Torrealta / Cuatro rejoneadores

Toros despuntados para rejoneo de Torrealta, dieron juego en general. Joâo Moura: rejón caído y rueda de peones (vuelta). Antonio Correas: rejón bajo (silenciq). Luis Domecq: tres rejones muy traseros atravesados que asoman; pié a tierra: dos descabellos -aviso- y se tumba el toro (silencio). Antonio Domecq: rejón bajo; pie a tierra: descabello (vuelta). Por colleras: Moura-Correas, dos

pinchazos y rejón (vuelta). Luis y Antonio Domecq: rejón en lo alto (oreja).

Plaza de la Maestranza, 10 de abril. Segunda corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Transcurría ese triste episodio del rejoneo cuando tiraron cohetes y hubo gran alborozo. No tiraron cohetes por el arte del rejoneo pues, viéndolo, la concurrencia -silenciosa y mohína-, parecía seguir en la Semana Santa. Los forasteros creyeron que habían empezado las fallas, mientras los sevillanos conocían bien el fundamento de la cohetería: acababa de ganar el Betis, y se pusieron contentísimos. ¡Viva el Betis!El Betis ya se sabe que debe de vivir siempre, aunque pierda, pero si gana, con mayor motivo. Una victoria del Betis redime todas las penas. Una victoria del Betis vale para olvidar tardes vacías de arte y llenas de caballos. Conviene añadir: "En el incomparable marco de la Maestranza", que es la frase emblemática; porque si aquello llega a ser en remota placeja de ancha es Castilla, no habría remisión. Así que viva el Betis, y viva el espectador que gritó desde la solanera "¡Ahora: que no te ven!", con lo cual hizo reir a los miles de almas que sesteaban en torno.

No es que faltaran en la tarde pasajes meritorios o lances artísticos. Joâo Moura desarrolló algunos de ellos, y templó toreramente las codiciosas embestidas de su toro. Antonio Domecq aguantó con coraje las imprevistas arrancadas del manso que le correspondió, y aún lo retó en temerarias pasadas junto a las tablas. Luis Domecq banderilleó en el centro del redondel. Antonio Correas, florido en lo accesorio, estuvo escasamente acertado en lo fundamental. Quiere decirse que, para entonces, la afición, roncaba. Después, los cuatro rejoneadores perpetraron colleras y par de ellos -los Domecq- cortaron oreja.

Moura compuso una preciosa estampa: tomando en corto la embestida, quedaban toro y caballo ¡móviles, igual que estatuas. Luego, ejecutaba la suerte. La escultura se llamaría O cavaleiro y o terror dos mares, y la habría firmado Benlliure, especialista en el arte de esculpir tauromaquias.

En ocasión de que los jinetes se iban a cambiar el caballo, acaecía lo habitual: salía un peón, se ponía a pegar capotazos y la gente protestaba. Cree la buena gente que el peón pretende cometer una fechoría -por ejemplo, romper el toro, o llevárselo a casa- y defiende los intereses del rejoneador en su ausencia. Es de agradecer.

Una vez Luis Domecq sorprendió al subalterno iniciando la faena, le ordenó volver al burladero y se marchó a mudar jaca. Fue entonces cuando aquel espectador le gritó al banderillero: "¡Ahora, que no te ven!". Oirlo, claro, la afición rompió a reir y como resonaban aún los ecos de la cohetería por la victoria del Betis, se sintió complacida. Menos mal; porque la llamada corrida de rejones no fue precisamente para tirar cohetes.

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