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Entrevista:

"Me duele que los "cascos azules" actúen como fuerza represiva"

Pérez de Cuéllar, que preside en la actualidad una comisión mundial de cultura y desarrollo creada por la Unesco y por Naciones Unidas, considera un error las prisas de antaño por reconocer la independencia de Croacia y Eslovenia -prisas que, según él, arrastraron a Bosnia a la situación actual- y añora el contrapeso mundial, que representó la desaparecida Unión Soviética. Al diplomático le duele que los casos azules se conviertan en fuerzas represivas.Pregunta. Su sucesor, Butros Butros-Gali, ha dado su visto bueno a eventuales bombardeos en Bosnia. ¿Hubiera tomado, usted una decisión así?

Respuesta. Es bastante difícil de contestar. Esta es una tragedia que lleva ya tantos años..., aunque empezó a agravarse en 1992, cuando yo ya no estaba como secretario general. Y desde entonces se ha procedido con tan excesiva prudencia que uno no puede extrañarse de que deba recurrirse a medidas más enérgicas, que tal vez hubieran sido necesarias si se hubiera actuado con energía a tiempo. No estoy distribuyendo responsabilidades, ni a la ONU ni a la Comunidad Europea, pero a mí no deja de dolerme ver que las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU, que fueron uno de los más hermosos logros de la organización, se conviertan ahora en fuerzas represivas, por más justificada que sea la represión. Naturalmente, no me gustaría estar en el pellejo de los señores que tienen que dar la voz de fuego, porque un bombardeo desde el aire no discrimina.

P. ¿En qué consistían esas actitudes enérgicas de antaño que, según usted, quizá hubieran evitado la situación actual?

R. Hubo errores iniciales lamentables, ya en 1991. Yo me vi obligado a lamentar públicamente, cosa que no gustó a todo el mundo, que se hubiera acelerado tanto el reconocimiento de Eslovenia y de Croacia, que de cierta forma alentó a los otros a pedir también su independencia. Y estamos ahora ante un problema que yo no veo qué solución tiene. Tengo la obligación de decir que me temo que no haya una solución justa. Y no hay solución injusta que sea duradera. Lo preocupante es el conjunto de la situación en Europa, porque a veces nos mecemos con algunas creencias candorosas, como que el fin de la guerra fría era el fin de todos los problemas, cuando lo cierto es que hay toda una nueva generación de conflictos.

P. ¿Esperaba usted que tras el hundimiento del Este ocurriera todo esto: conflictos en Yugoslavia, en la ex URSS, etcétera?

R. De eso quería hablar. Mire usted, tras la disolución de la Unión Soviética, en diciembre de 1991, comenzó un desmantelamiento inmediato, que yo siempre tuve la impresión de que no podía durar. Por una razón muy sencilla, porque algunos de esos estados salidos de la explosión de la URSS no son estados nación que se puedan sostener a sí mismos, y tendrán que acabar arrimándose, al cabo de 5 o 10 años, otra vez a Rusia, que volvería a ser una gran potencia.

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P. Parece que es lo que está empezando a suceder.

R. A mí no me molestaría, siempre que surgiera una gran potencia europea, o sea que tuviéramos un tripolarismo y no el unipolarismo que tenemos ahora ni el bipolarismo que tendríamos si Rusia se recuperara en 10 o 15 años -que lo veo difícil por los problemas económicos que tiene- y no hubiera ese gran contrapeso que son ustedes, la UE.

P. En un artículo publicado en EL PAÍS en 1990, usted decía que Naciones Unidas entraba en la era posterior a la guerra fría como el principal elemento estabilizador para un mundo cambiante. ¿No pecó de optimista?

R. Tal vez, porque en realidad yo creo que hubiera sido mucho más estabilizador si no se hubiera producido la ruptura del bipolarismo. Aunque yo soy profundamente anticomunista en lo interno y en lo internacional, sin embargo tengo que admitir con honestidad que el bipolarismo crea un equilibrio, y que ese equilibrio se producía en realidad en el seno de Naciones Unidas. Cuando Gorbachov llegó al poder, fue la primera vez que oí hablar a un líder soviético, y había conocido a los tres anteriores, del papel de las Naciones Unidas en el mantenimiento de la paz, como el centro donde se resolvieran los problemas internacionales de dimensión global. La URSS comenzó a hacer un juego constructivo y para mí supuso un gran estímulo. Sentí que había algo que hacer en el futuro.

P. El Sáhara es otro de los grandes fracasos de la ONU, incapaz de imponer el referéndum. El Frente Polisario no tiene hacia usted muchas simpatías.

R. Me han acusado de todo. He ido dos veces a visitarles, he hablado con ellos y los he tratado siempre con simpatía. Mi pecado, según ellos, es que dije que en el momento de hacer el referéndum debería tenerse en consideración a aquellos que nacieron fuera del territorio porque sus padres habían sido expulsados, por los marroquíes o por los españoles. Y les ponía el ejemplo. de mis hijos: mi hija nació en Londres y mi hijo en París, y los dos son peruanos. Y no nacieron ahí porque yo quisiera, sino porque me habían enviado. En el caso del Sáhara es peor aún: les habían echado de su país. Eso fue todo lo que dije. Ellos supondrían que los marroquíes iban a aprovechar esa compuerta para meter a miles de gentes, pero, para eso estaba Naciones Unidas, para ejercer un control.

P. Usted declaró, cuando aún era secretario general, que la fuerza de su cargo era moral. ¿No cree, desde fuera del cargo, que eso resulta insuficiente?

R. Lo es y no lo es. Evidentemente es moral, porque el secretario general no tiene poder. ¿Dónde están las divisiones del secretario general?, como dijo Stalin del Papa. Le queda una función de armonización permanente. Su acción fundamental es la preventiva. Para que una situación no se convierta en un peligro debe usar su poder de persuasión. Y eso se logra con gran autoridad moral.

P. ¿Y eso funciona con las superpotencias?

R. Creo que sí, siempre que no se las tome a contrapelo. Hay que ser realista. No se trata de decir que usted es un hombre equivocado. Hay que darle la vuelta, convencerlo. No he tenido nunca un problema con un miembro del consejo de seguridad, y no porque yo fuera un sí señor.

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