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Anécdotas salzburguesas

Se ha repetido mil veces: los austríacos son tan inteligentes que convencieron al mundo de que Hitler era un alemán puro y Beethoven un austriaco. De eso y de muchas cosas más: las excelencias de ciertas pelotas mozartianas, la maravilla de cuanta música se haga en Salzburgo, no importa por quién, y ahora de que las trifulcas entre Mortier y los filarmónicos vieneses constituyen asunto de interés internacional.Bien sabemos que, en buena parte, tras tantos dimes, diretes y enfrentamientos, danza el dinero su vals que la ambición convierte a veces en galop. Por lo demás, lo que viene ocurriendo desde que Gerard Mortier sucedió a Karajan, que ya es suceder, se mueve en el terreno de la exageración: el supuesto radicalismo del cambio en el festival o los trabajos de Hércules que ello comporta para los filarmónicos vieneses.

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No pasa nada que pueda emborronar las vacaciones de ese puñado de melómanos o turistas que cada verano entran en el reino de los cielos mozartianos (a propósito, Wolfgang Amadeus prefería para su música las versiones y la recepción de los praguenses). En el avance del próximo Festival de Salzburgo destacan, como puntos altos, Don Giovanni en versión de Cherau-Barenboim; La carrera del libertino, por Mussbach y Cambreling; Edipo rey, a cargo de Sellers y Nagano. Habrá otras cosas y algunas pertenecen al mundo de lo con temporáneo, lo que a más de lógico resulta elemental.

Es formidable la capacidad de resonancia que salzburgueses o vieneses poseen para lograr que unas cuestiones anecdóticas como son los parlamentos entre Mortier, los representantes de la orquesta y las autoridades de la villa ocupen la atención de corresponsales de los más diversos diarios y revistas. Con todo ello, si alguna vez no lo estuvo, queda garantizada para el próximo festival la reserva internacional, programe Mortier lo que programe, toquen los ilustres profesores de la Filarmónica u otros igual o menos ilustres. Es su asunto. ¿Qué nos va en ello a los demás, por muy entusiastas y profesionales de la música que seamos? Nada, absolutamente nada. Mas la imagen es la imagen y tras crearla hay que repetirla hasta la saciedad. No deja de ser irreal que conozcamos con con mayor precisión el batiburrillo salzburgués que el futuro de nuestro Teatro Real. Por mi parte, confieso que cuando alguien me dice: "Soy un loco por la música, todos los años voy a Salzburgo", inmediatamente dudo de la locura y de la melomanía.

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