El Toruño, reserva de casta brava
Guardiola es la ganadería más premiada en la historia de la Real Maestranza
Las tierras de El Toruño son tierras de conquista, y como tales permanecen. El nombre y las 768 fanegas que fueran entregadas en 1527 a los Ponce de León, duques de Arcos, se mantienen intactos desde que Carlos V y Juana la Loca autorizasen su primera venta. Desde finales del siglo pasado, y tras históricas transiciones de dominio, en las tierras de la Vega del Guadalquivir pastan los toros de la casa Guardiola -una auténtica reserva de casta brava-, que han conseguido por ello ser los más laureados en el coso de Sevilla, con 18 premios de la Real Maestranza de Caballería.
Juan Guardiola es quien dirige más de cerca la ganadería, que pasta en El Toruño. Es el encargado de mejorar cada año los dos encastes -Pedrajas y Villamarta- de los que se nutren de sangre brava los cuatro hierros de lidia de la familia, mientras que uno de sus hermanos, Javier, se encarga de explicar la historia de su familia, de los toros y de su finca a todo aquel que la visita.Pero son los toros de lidia los verdaderos dueños y conquistadores de las tierras de El Toruño, un alto en la vega marismeña del Guadalquivir, a salvo de sus inundaciones y refugio para las reses bravas. De ellos recibieron su nombre las tierras de los Guardiola y son la primera estampa que divisa quien por primera vez acude a la ganadería.
Y menudo susto de estampa. Cuando se deja la famosa recta de Los Palacios para coger el carril de servidumbre hasta El Toruño, el neófito visitante se encuentra con que la bienvenida se la dan los toros que dominan el camino de entrada al cortijo. Allí, con una tranquilidad que sorprende a quien conoce o ha oído hablar de su bravura, los toros de Guardiola aguardan la hora de su embarque para las plazas de toros.
No hay peligro
Explican- al visitante los empleados y dueños de El Toruño que no pasa nada, que incluso uno puede caminar a pie desde el cortijo, paseando sin peligro ante la atenta y negra mirada de los pedrajas o los villamartas. Pero lo cierto es que nadie echa pie a tierra y, muy al contrario, reza para que el motor del coche no se cale y el escape suene flojito.Javier Guardiola cuenta más tarde cómo llegó El Toruño a su familia, desde el siglo XVII, con sus primeros propietarios, los duques de Santisteban, hasta que a principios del siglo pasado la ganadería de Cabrera, que era fundacional, pasa a manos de Dolores Monge, viuda de Murube, y El Toruño llega a finales del XIX a manos de la familia Guardiola.
El cortijo de El Toruño guarda también sabor a conquista y a toros bravos. Conserva estructuras del siglo XVII y reformas del XIX, y atesora entre sus muros desde el manuscrito de los Ponce de León, un cartel de 1883 de la lidia de Juan de los Ríos Mateos -bisabuelo de los Guardiola Fantoni- hasta el último Premio a la Ganadería Estrella de la temporada de 1992, entregado el pasado viernes. El secreto de la casta de los toros de Guardiola es, según Javier, "seleccionar la bravura con los mismos criterios que hace 50 años, sin la obligación de ceder en ningún terreno, ni ser comerciales". Selección de vacas que se realiza en la nueva plaza construida a la izquierda de la casa, aledaña al legendario coso construido por la viuda de Murube. Aunque Javier Guardiola apunta que en El Toruño se siguen tentando machos a la antigua usanza, a lomos de los poderosos caballos de pura sangre española que otrora montara en las plazas, hasta 1960, el malogrado rejoneador Salvador Guardiola.
De la bravura de los guardiolas dan prueba en la sala de visitas las cabezas de Vocerito, premiado en Las Ventas en la corrida concurso de la Prensa de 1979, y Comando Gris, el mejor toro de la Feria de Abril de 1977.
Babelia
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