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GUERRA EN LOS BALCANES

Un diluvio de fuego cae sobre Sarajevo

700 bombas, 40 muertos y 200 heridos en uno de los peores días desde el inicio del conflicto

Alfonso Armada

ALFONSO ARMADA ENVIADO ESPECIAL, Sarajevo, la capital de Bosnia-Herzegovina, vivió entre el anochecer del martes y las primeras luces de ayer uno de los peores bombardeos desde que comenzó la guerra. Sólo en el céntrico barrio de Otec cayeron más de 700 bombas en unas horas. El número de muertos entre la noche del martes y el mediodía de ayer ascendía a más de 401 y el de heridos se acercaba a los 200. Después de una intensa siembra de fuego de la artillería, la infantería serbia intentó romper las líneas bosnias que protegen una ciudad que se va pareciendo cada día más al esqueleto de un gigantesco dinosaurio de hierro y cemento, pero fueron rechazadas. Fue la bienvenida serbia a la conferencia de paz que ayer empezó en Londres.

Fuentes de la presidencia bosnia aseguraron ayer que la batalla en los alrededores de Sarajevo, a dos kilómetros del edificio de la televisión y junto a la ciudad de lliza, alcanzó unos grados de ferocidad desconocidos, con combates cuerpo a cuerpo y gran número de bajas en los dos bandos. El ataque serbio fue rechazado, pero según el Gobierno de Sarajevo, los bosnios, que repelieron el ataque serbio, cayeron en una trampa: un número indeterminado de jóvenes entre 18 y 22 años fueron llevados a un campo de minas y exterminados. Los mandos de la defensa territorial bosnia manifestaron su rabia por la falta de apoyo desde la retaguardia de las líneas serbias, donde no hay ningún tipo de actividad bélica. La ciudad bosnia de Kiseliak, a menos de 30 kilómetros de Sarajevo, es un buen ejemplo de ello. No falta comida y la gente parece vivir de espaldas a la muerte.Las esperanzas de un apaciguamiento de la guerra en Bosnia-Herzegovina con motivo de la conferencia internacional de Londres se vieron drásticamente frustradas en la noche del martes y las primeras horas del miércoles. "El peor bombardeo desde que empezó la guerra", asegura Husein Ladovok, de 40 años, un trabajador de la televisión de Sarajevo, que sigue emitiendo a pesar de los impactos que condecoran la fachadas del edificio de la televisión. No fue la peor noche, pero sí una de las más terribles. En el lapso de cinco horas cayeron más de 700 bombas sobre el barrio de Otec, en el centro de la ciudad" aseguran fuentes de la defensa territorial bosnia.

Perdido el archivo nacional

La Biblioteca Nacional, un hermoso edificio de estilo austrohúngaro, ardía por los cuatro costados en la mañana de ayer. El archivo nacional, con una colección de manuscritos y libros de valor incalculable, se perdió entre llamas y escombros. Suzana Pajik, una mujer de 37 años, consiguió abrirse paso entre el fuego y salvar unos pocos ejemplares. Los proyectiles serbios fueron un regalo mortal. Ayer se cumplía el primer centenario desde que se puso la primera piedra del edificio.

El presidente de Bosnia, Alia Izetbegovic, estuvo más seguro en su hotel de Londres que en la sede de la presidencia en Sarajevo. No menos de 30 granadas de mortero hicieron blanco entre la noche del martes y primeras horas del miércoles en el edificio del Gobierno. Fue uno más entre los blancos elegidos por los serbios que cercan la capital desde las colinas.

El hotel Holiday Inn, uno de los pocos edificios que se mantenían casi intactos, y donde se encuentra alojada la mayoría de los 70 periodistas atraídos por el sitio de Sarajevo, sufrió anoche dos fuertes impactos.Uno de ellos arrancó de cuajo una habitación de la quinta planta, afortunadamente desocupada. La ciudad está llena de sombra e irrealidad bajo el implacable sol de agosto. Tres niños pasaban ayer cantando en bicicleta junto a un quiosco en llamas, en el centro de Sarajevo, mientras el convoy con 10 toneladas de ayuda humanitaria de la Alta Comisaria de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que había partido de Split, en la costa Adriática, en la mañana del martes, descargaba su precio sa mercancía en un destruido almacén ferroviario.

Rutas de montaña

Había sido un largo trayecto a través de Bosnia por carreteras secundarias y rutas de montaña recién abiertas. Cinco camiones suecos, con conductores de la misma nacionalidad, tardaron más de 12 horas en completar, entre Split y Vitez, donde hicieron noche, una sinuosa ruta de unos 300 kilómetros, por el montañoso interior de Bosnia.

La frontera entre Bosnia y Croacia, a unos 80 kilómetros en la horizontal del puerto de Split, es tan sólo una línea en el mapa. Ni aduanas ni banderas. Pero a medida que el convoy penetra en la montaña bosnia los únicos controles de carretera son croatas. En Duvno, donde la comitiva abandona la carretera asfaltada para seguir una pista de tierra y después una nueva vía de polvo y piedra caliza, las calles son un trasunto del oeste americano, con guerrilleros croatas vestidos con todo tipo de uniformes y armados hasta los dientes.

El convoy se detiene junto al lago Blindinje, un paraíso de montaña, con pastores, ovejas, una taberna, cuatro casas y un nido de ametralladoras croatas. La única emisora de radio que se sintoniza con claridad en tan perdidos parajes es Radio Exterior de España, que en estos momentos emite su programación territorial en gallego. Es tan sólo un espejismo más en una tierra pródiga en ellos. Como que en toda bosnia prefieran los dinares croatas a su propia moneda.

Al sureste de Bosnia-Herzegovina, las banderas croatas son mucho más abundantes que las bosnias, los controles son croatas y casi todos los pueblos están intactos. Colinas suaves y casas de aire suizo. Hay una mezquita reciente o en construcción en casi todos los pueblos importantes. Y los niños que dicen adiós al convoy humanitario con comida para Sarajevo, son bosnios, musulmanes y rubios. En Gornji Vokuf, un pueblo bosnio, con cementerio musulmán, miliciano y croata, uno de los bares se llama Milicianos Amigos y la única galería de arte Gaudí.

Loa convoyes del ACNUR llegan sin contratiempos a Sarajevo. Las fuerzas serbias, que controlan las colinas sobre la capital bosnia, no ponen impedimentos a la entrada de la ayuda humanitaria.

Seguir haciendo la guerra

Pero desde los dos frentes contemplan con sarcasmo los esfuerzos pacificadores que se llevan a cabo en Londres. Un miembro de la defensa territorial bosnia, que ha participado en los últimos intentos de romper el cerco serbio en lliza, al este de la ciudad, dice que no le preocupa lo que allí se decida. El seguirá haciendo la guerra.

Del lado serbio, la opinión es similar. Desde las línea de Casamatas, en las trincheras serbias, los combatientes chetniks miran con cansina curiosidad al convoy de vehículos, de la prensa que repta hacia Sarajevo.

A las nueve de la mañana sólo se escuchan estampidos esporádicos. La noche del martes y madrugada del miércoles ha dejado los cañones al rojo vivo.

Surrealismo en Kisekjak

Hay muchas cosas absolutamente paradójicas, casi surrealistas, en la guerra que está rompiendo en pedazos la antigua república socialista yugoslava de Bosnia-Herzegovina.Una de ellas es Kisekjak, rodeada de verdes colinas. Kisekjak, una ciudad a menos de 30 kilómetros de Sarajevo, vive ajena a todo lo que uno relaciona con la muerte, la guerra y la desesperación.

El hotel Dalmacia, de neutros estilos soviéticos, no ofrece grandes comodidades, pero las camas son confortables, y las habitaciones, silenciosas. Al otro lado del río, un restaurante sirve copiosas comidas bien preparadas, cerveza alemana fría y ambiente relajado por el módico precio de 400 pesetas. Entre el hotel y el río, una gasolinera ya cerrada al público es un espléndido objetivo militar con todas sus luces iluminándola como una patena, igual que una pista de tenis donde dos lugareños juegan una partida a las nueve de la noche.

El cielo está estrellado y a lo lejos se escuchan sordos estampidos. Están machacando Sarajevo, pero no por ello interrumpen las parejas sus paseos, cesan las dulces melodías que se escuchan desde las ventanas abiertas al dulce frescor de la noche ni en el bar Mir dejan de beber tranquilamente sus aguardientes y sus cervezas los jóvenes de Kisekjak.

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