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Inmovilismo y apertura

Juan Jesús Aznárez

El discurso del primer ministro Li Peng pareció estar dirigido por igual a los sectores más inmovilistas del partido y de la sociedad china, preocupados por la subordinación ideológica al proceso económico, como a los cuadros que demandan un ritmo más vivo en la apertura económica para salir del subdesarrollo.Las frecuentes referencias a la superioridad socialista, que suenan retóricas en una nación que despunta con mecanismos capitalistas, y la advertencia de que no se tolerarán rebrotes del ideario liberal-burgués, eufemismo oficial para denostar a las democracias occidentales, intentaron el sosiego de una militancia a la que le repugna rendir vasallaje a los nuevos ejecutivos de Cantón o Shanghai.

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Sin embargo, y a pesar del guiño de Li Peng al conservadurismo, la evolución de los acontecimientos en China parecen indicar que el Gobierno acepta de momento como inevitables las consecuencias de una apertura económica que por la magnitud en que está concebida puede generar movimientos sociales y de pensamiento que el partido no pueda controlar.

La intervención de Li Peng, quien anunció nuevas descentralizaciones y mayor autonomía empresarial, debió satisfacer también a quienes han apostado por esa vía como única alternativa tras el fracaso del sistema comunista en la desaparecida URSS.

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