_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuando la paz pasó por Madrid

El origen del conflicto árabe-israelí se sitúa en 1948 con la creación del Estado de Israel por las Naciones Unidas y la negativa del mundo árabe a aceptar la partición de Palestina establecida en la resolución 181. El conflicto se ha agravado posteriormente como consecuencia del expansionismo israelí, la utilización interesada del problema por parte de muchos países árabes y el bloqueo del Consejo de Seguridad, a consecuencia de la tensión Este-Oeste y la guerra fría.Los resultados están a la vista de todo el mundo: cinco guerras en 1948, 1956, 1967, 1973 y 1982, a las que hay que añadir una revuelta popular -la Intifada- y la agresión de los misiles Scud sobre Israel durante el reciente conflicto del Golfo. Se ha instalado, pues, en la ribera oriental del Mediterráneo un foco permanente de tensión que afecta muy negativamente los grandes intereses que Europa tiene en esta región, sean estratégicos y de seguridad o comerciales y de dependencia energética.

La solución de este problema exige -como paso previo- conciliar el derecho israelí a la seguridad con el derecho palestino a la autodeterminación. Sin embargo, en los últimos tiempos han ocurrido una serie de hechos que introducen modificaciones sustanciales en el escenario del conflicto:

- En primer lugar, la Intifada, que si por un lado prueba que la inseguridad de Israel ha aumentado en vez de disminuir con la ocupación de territorios, por otro ha inducido a la Organización de Liberación de Palestina a la moderación, plasmada en los acuerdos del Consejo Nacional Palestino de Argel de 1988, luego ratificados por la Cumbre Árabe de Casablanca.

- En segundo lugar, la distensión entre el Este y el Oeste ha alterado los equilibrios -o desequilibrios- de la región, que deja de ser un escenario para el enfrentamiento ideológico, lo que altera sustancialmente el valor estratégico de ciertos países.

- Finalmente, Occidente se ha visto obligado a reaccionar ante las acusaciones de "doble moral" que le lanzó el presidente iraquí Sadám Husein durante la guerra del Golfo.

La propia sensación de vulnerabilidad que ha experimentado Israel durante esta guerra, al asistir a la impune caída de misiles iraquíes sobre su reta guardia, ha reforzado el convencimiento, de algunos ísraelíes de que la paz no reside en la mayor profundidad estratégica que puede conceder la ocupación de algunos kilómetros cuadrados -por escaso que sea el propio territorio nacional-, sino en las relaciones de paz y amistad con sus vecinos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Como consecuencia de estos acontecimientos se ha producido lo que ahora se llama "ventana de oportunidad", que ha permitido convocar en Madrid la Conferencia de Paz de Oriente Próximo, sobre la base de unos términos de referencia trabajosamente negociados por el secretario de Estado norteamericano James Baker a lo largo de los últimos ocho meses. Si la conferencia ha podido reunirse, no es sólo por el momento en que se ha convocado. Es también porque el llamado Plan Baker -que hace el número 58 de los ideados desde 1948- ha tenido la habilidad de combinar los aspectos internacionales que exigía la parte árabe con el enfoque bilateral que siempre han pretendido los iraelíes, quienes, además, han obtenido otras satisfacciones, como la exclusión formal de la OLP del proceso negociador.

La elección de Madrid

Cabe especular sobre las razones por las cuales se eligió Madrid para sede de la conferencia de paz. Probablemente influyeron las buenas relaciones que nuestro país mantiene con las partes y con los copatrocinadores norteamericano y soviético, junto con una práctica diplomática y política que podrá gustar más o menos, pero que es respetada por todos, particularmente desde que España desempeñó la presidencia de la Comunidad Europea y logró un mayor perfil en nuestra actuación en Oriente Próximo.

La Conferencia de Madrid ha tenido dos fases claramente definidas: el plenario y el arranque de las negociaciones bilaterales entre las partes. La primera no ofreció grandes sorpresas: después de arduas discusiones sobre la forma de la mesa, el orden y la duración de las intervenciones, los discursos públicos se limitaron a repetir de manera un tanto maximalista las posturas ya conocidas. La conferencia suspendió sus trabajos con la admonición del secretario de Estado Baker de que por muchos que sean los esfuerzos que terceros hagan, la paz sólo podrían hacerla aquellos que estaban sentados en la mesa y no otros.

Se desarrollaron entonces frenéticas negociaciones dirigidas a restablecer un mínimo consenso que permitiera el inicio de la segunda fase de la conferencia, la de las negociaciones bilaterales. Israel no era partidario de hacerlo en Madrid, pues quería desvincular esta segunda fase bilateral de un plenario que para este país sólo tenía valor protocolario. Por el contrario, la parte árabe insistía en continuar en esta ciudad para afirmar precisamente la dependencia de las, bilaterales con respecto al plenario.

Hizo falta toda la capacidad de persuasión y de presión de los copatrocinadores -particularmente, norteamericanos- para salvar la situación con una fórmula de compromiso, que acabó siendo aceptada por todos. Consistía en la iniciación en Madrid de la fase bilateral en conversaciones separadas, pero consecutivas y bajo un mismo techo. El resultado es satisfactorio en la medida en que se ha desbloqueado el camino, aunque haya que reconocer que no se han producido acuerdos de sustancia durante estos contactos. Tan sólo en el caso del encuentro entre israelíes y jordano-palestinos cabe destacar el acuerdo de continuar los contactos con una delegación palestina independiente, con vistas a llegar a arreglos de autogobierno interino sobre la base de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad.

Los copatrocinadores deberán hacer ahora propuestas concretas en relación con la continuación de estas negociaciones -a ser posible antes del 15 de diciembre-, cuya suerte está vinculada también al inicio de las negociaciones multilaterales, que, según los términos acordados con anterioridad a la Conferencia de Paz, deberían reunirse a los 15 días de su inauguración. El secretario de Estado Baker, en su discurso de clausura, reconoció sin embargo que se necesitaría "varias semanas" para ello. Los palestinos acaban de anunciar que se reunirán con los israelíes el 4 de diciembre en Washington. Las negociaciones multilaterales podrían iniciarse en Europa, aunque la discusión al respecto sigue abierta.

Una cuestión compleja que se plantea ahora es la de la relación entre las negociaciones bilaterales y las multilaterales: frente a los que favorecen el paralelismo entre unas y otras (Israel, EE UU) están los que creen que las multilaterales exigen "avances sustanciales" previos en el plano bilateral (Siria).

Una evaluación positiva

La evaluación de conjunto de la reunión de Madrid debe ser positiva. Por un lado se han en frentado con éxito las complejas cuestiones de organización, logística y seguridad que exigía una reunión de esta magnitud. Por otro, se puede hablar, de un éxito diplomático por tres razones: se ha puesto fin al tabú de que las partes enfrentadas des de hace 43 años no podían hablarse directamente las unas a las otras; se ha evitado un fracaso que podía haber pasado a la historia como la "ocasión perdida" de Madrid; y en la capital española se ha iniciado la etapa bilateral de la negocia ción, con la cual la conferencia de paz ha dado paso a un ver dadero proceso de paz.

A partir de este momento, la participación de España deberá enmarcarse en el seno de la cooperación política europea, pues la Comunidad se dispone a tomar parte activa en la fase multilateral de las conversaciones. A estos efectos se ha creado ya en Bruselas un grupo de coordinación comunitaria -en el que España está naturalmente integrada- para estudiar la forma en que Europa puede contribuir al afianzamiento del' proceso de paz.

Jorge Dezcallar es Director General para África y Oriente Próximo del ministerio español de Asuntos Exteriores.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_